La cooperativa GSR Gestión Servicios Residenciales es el ejemplo de que, a pesar de los avatares que se han producido en el seno de la Corporación Mondragon con la quiebra y posterior concurso de acreedores de lo que fue su joya de la corona: Fagor Electrodomésticos, el modelo cooperativo sigue más vigente que nunca.
En solo once años, está cooperativa ha pasado de contar con un solo socio cooperativista a tener 350 y dar trabajo a más de 700 personas en un sector como es el de la atención a personas mayores y dependientes, muy lejos de la imagen que tenemos de Mondragon como un grupo industrial.
La excepción de la regla que supone GSR, que gestiona 15 residencias, dos centros de día, un centro polivalente y un servicio de asistencia domiciliaria tanto en Gipuzkoa, Bizkaia, Araba, Navarra y La Rioja con 1.082 usuarios, no solo reside en que más del 50% de sus trabajadores son socios cooperativistas en un sector de poca cualificación profesional y muy feminizado, sino que dentro del grupo cooperativo es la única empresa cuyos trabajadores están adscritos al Régimen General de la Seguridad Social y no a Lagun Aro.
Cooperativistas
“Cuando constituimos la cooperativa y al ver la posibilidad de que podríamos subrogar trabajadores por cuenta ajena en los centros que íbamos a gestionar y que si se conviertan en socios cooperativistas pasaban al régimen de autónomos con lo que perdían la cobertura de pensiones y prestaciones, decidimos que todo el personal perteneciera al régimen general de la Seguridad Social”, precisa Iñaki Roa, gerente de GSR e impulsor de esta cooperativa hace once años.
El nacimiento de GSR tuvo su origen cuando desde de la Corporación Mondragon se planteó analizar oportunidades de negocio en el sector de la salud. “Se planteó la posibilidad de poner en marcha una actividad sociosanitaria en la que yo ya tenía experiencia profesional y donde el modelo cooperativo podría aportar un mayor valor añadido a la oferta existente”, señala Roa.
La razón de ser de GSR es la gestión de servicios sociosanitarios para la atención y mejora de la calidad de vida de las personas mayores con necesidades asistenciales, a partir de una filosofía y una actividad que abarca la implicación de los trabajadoras para lo que su integración en el proyecto empresarial como socios cooperativistas resulta fundamental.
“Pensábamos que si en este sector, que está muy sindicado, como se ha comprobado hace muy poco en Gipuzkoa, éramos capaces de desarrollar un modelo cooperativo íbamos a generar algo diferente que podría da lugar a que ese trabajador estuviera más satisfecho con su actividad, con lo que el servicio sería mejor que el ofrecido por una empresa mercantil”, subraya Iñaki Roa.
Las características del sector planteaba dificultades para emprender un proceso de cooperativización de los trabajadores, a no ser que se optara por una línea de actuación con una visión a largo plazo por lo que GSR entró en la propiedad dos residencias en Irun y Albelda (Rioja) y el resto de los centros están con contratos de arrendamiento a largo plazo, evitando los concursos con lo que ello significa de incertidumbre.
“Si íbamos a concursos para cuatro años veíamos que no había posibilidades de hacer socios porque al término de la concesión se subrogan a otra empresa, con lo que hemos tenido una actuación diferente. Hemos entrado muy poco en concursos y hemos promovido inversiones para la remodelación de residencias que, al margen de una parte que damos a la fundación propietaria del centro, las amortizamos con el canon de arrendamiento a largo plazo”.
Aportaciones
La singularidad del sector sometido a concesiones y a subrogaciones también ha hecho que GSR no sea una cooperativa al uso en lo que se refiere a las aportaciones que realizan los socios para formar parte de la empresa y que, en este momento, son de 4.500 euros frente a los 13.000 euros del resto de las compañías de Mondragon. De la misma forma, a la hora de causar baja, la cuota es del 5% frente al 10% del resto.
“Los bajos niveles retributivos del sector aconsejaban esa reducción para que el desembolso no supusiera un obstáculo en su decisión de convertirse en socios. Cuando se subrogan a otra empresa y causan baja, lo que no puede ser es que pierdan mucho dinero”, afirma rotundo Iñaki Roa.
Estas aportaciones hacen que con los buenos resultados que ha obtenido GSR que, desde que nació en sus once años de existencia ha tenido beneficios todos los ejercicios hasta el punto de que para este año las previsiones son de una facturación de 22 millones de euros y unos resultados de 1,100.000 euros, los socios trabajadores de la cooperativa tengan al final del año unos importantes retornos.
Una prueba de ello, es que 12 de las 18 trabajadoras del Servicio de Asistencia Domiciliaria de Legazpi que han sido subrogadas a otra empresa, al haber perdido GSR la concesión el pasado uno de enero han pedido continuar en la cooperativa como socias inactivas.
“Estoy sorprendido por este tipo de reacciones. No pensaba que iba a tener tanto éxito. La verdad que ha sido un proceso paulatino del día a día, donde los trabajadores tienen información de donde están, de la situación de cada centro y de la evolución de las ventas que han tenido siempre un comportamiento ascendente” afirma con satisfacción Roa al hacer un balance de este caso sui géneris en el cooperativismo.
La innovación es también una de las preocupaciones de GSR hasta el punto de que ha puesto en marcha el proyecto Sujeciones Cero que trata de potenciar la calidad de vida de los residentes eliminando este tipo de ataduras, lo que hace que el tratamiento y el cuidado sea individualizado.
En sus planes futuros, GSR se plantea un crecimiento tipo mancha de aceite en territorios limítrofes con Euskadi para dar a conocer este modelo de participación de los trabajadores.