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73º Zinemaldia: Conversaciones

“Los compositores de bandas sonoras somos atletas, esprinters y, a la vez, corredores de resistencia”

Dentro de las Conversaciones del Zinemaldia, Alexandre Desplat y Alberto Iglesias charlan en Tabakalera sobre el oficio de escritor música para cine.

“Los compositores de bandas sonoras somos atletas, esprinters y, a la vez, corredores de resistencia”Javi Colmenero

“Los compositores somos atletas, esprinters y, a la vez, corredores de resistencia”. Así ha descrito su profesión Alexandre Desplat en una enriquecedora conversación mantenida este sábado en la Sala Z de Tabakalera con otro compositor de talla internacional, el donostiarra Alberto Iglesias. Ambos creadores, reverenciados en el ámbito de la escritura de bandas sonoras, han charlado guiados por la compañera de profesión iruindarra Paula Olaz, dentro del programa paralelo del Zinemaldia.

El donostiarra ha trabajado con directores como Pedro Almodóvar, Icíar Bollaín, Julio Médem, Isabel Coixet, Oliver Stone o Ridley Scott, y ha sido nominado al Óscar en cuatro ocasiones. El parisino, por su parte, premiado dos veces por la Academia de Hollywood, tampoco se queda atrás: ha creado música para cineastas de la talla de Terrence Malick, Greta Gerwig, Wes Anderson, Kathryn Bigelow, Guillermo del Toro o David Fincher.

Infancia musical

Preguntados por sus primeros recuerdos musicales, Iglesias relató cómo, en su infancia en la calle Narrika de la Parte Vieja, cerca de la parroquia de San Vicente, presenciaba cada año una procesión con banda que se detenía frente a la iglesia. El momento de entrada del paso en el templo, según contó, se producía en un “silencio teatral” que le “impresionaba y aterrorizaba” al mismo tiempo. Una vez dentro, la banda se giraba y retomaba la interpretación. “Ese contraste entre el silencio sagrado y la alegría de la vida me generó el amor por esos dos lugares sonoros”, confesó Iglesias.

Desplat, por su parte, explicó que la música ha estado en su vida desde que tiene memoria, tanto por influencia de sus padres como de sus hermanas. De hecho, al igual que ellas, estudió en el conservatorio, en su caso la especialidad de flauta, instrumento por el que siente especial apego. “En la adolescencia me di cuenta de que con la flauta podía expresar sentimientos que no podía enunciar con palabras”, comentó el parisino. En cuanto a la relación entre música y sentimientos —en el sentido de que la primera puede evocar los segundos en un filme—, ambos coincidieron en que se trata de una cuestión compleja, siempre condicionada por la subjetividad del compositor y su contexto cultural. Explicaron además que la música y la banda sonora están supeditadas a lo que necesita la película, que a veces incluso escapa al control de su propio director. “Siempre hay accidentes y la película decide por todos”, expuso Desplat, quien añadió que los compositores son los últimos en llegar a la producción y que, recuperando el símil deportivo, deben correr y, al mismo tiempo, resistir todo lo posible.

"Hacer mejor el cine"

Asimismo, Iglesias y Desplat realizaron un ejercicio en vivo que permitió acercarse a cómo funciona su trabajo. Presentaron dos clips de películas en las que han trabajado y añadieron otros dos fragmentos de obras ajenas que consideran ejemplares.

Desplat comenzó con el desenlace de The Ghost Writer, banda sonora que compuso para Roman Polanski. Se trata de la secuencia final en la que Ewan McGregor descubre el misterio de la trama. El parisino explicó que la duración de la escena le resultaba “inquietante” por ser un segmento algo largo. No obstante, con “un genio como Polanski” al mando, “dejas de sentir pánico”. Es una escena con mucho ritmo, para la que Desplat escribió una partitura con cuatro flautas que representan la paranoia del personaje y que siguen un patrón afrocubano.

El compositor también comentó los títulos de crédito que abren La peau douce, de François Truffaut (1964), como ejemplo de un recurso que ya no se utiliza. Con una banda sonora de Georges Delerue, los créditos muestran dos manos entrelazadas y un anillo, mientras la música —flauta y cuerdas—, de gran peso melancólico, anticipa el trágico final.

Iglesias, por su parte, presentó una de las secuencias iniciales de La habitación de al lado, protagonizada por Julianne Moore y Tilda Swinton, su colaboración más reciente con Almodóvar. En contra de lo que suele hacer, se personó en el rodaje y descubrió la gran cantidad de diálogo y su importancia en el guion. “Me impresionó”, reconoció. Ello le llevó a pensar en cómo lograr que la música acompañase las conversaciones sin taparlas. Optó por imaginar que componía una canción y, “magnificando los silencios”, consiguió que las notas subrayaran las palabras de las actrices.

Al igual que Desplat con Delerue, Iglesias elogió el trabajo de Toru Takemitsu en Ran (1985), de Akira Kurosawa, en particular la simbiosis entre música e imagen. “Fellini amaba a Nino Rota porque hacía su cine mejor”, recordó el donostiarra. Y es que esa es la labor de estos creadores: hacer que las películas sean aún mejores.