El cine asiático, ausente desde el primer día en la Sección Oficial, cuando el festival se inauguró con El chico y la garza, de Hayao Miyazakai, regresó ayer con las directoras taiwanesas Peng Tzu-Hui y Wang Ping-Wen, que han conseguido entrar en la competición por la Concha de Oro con su ópera prima, Un viaje en primavera, un poético retrato sobre el matrimonio y el duelo cuya ambientación transcurre en su país natal.
Procedente una del ámbito de las artes visuales y otra del periodismo, las directoras muestran en su debut el día a día de una pareja que vive humildemente en una vieja casa de la periferia de Taipei. Ambos tienen una relación cómplice, pero también desgastada por años de convivencia y por la precariedad económica.
No obstante, cuando la mujer muere repentinamente, a él le cuesta admitir que lo ha hecho y continúa viviendo una vida aparentemente normal, hasta que su hijo, de quien estaba distanciado, reaparece con su pareja y se ve obligado a afrontarlo.
Con un estilo contemplativo y evocador y a partir de un guion escrito por Yi-Hsun Yu, la película apuesta por una trama sencilla y minimalista y unos personajes apenas esbozados en sus rasgos, endurecidos por fuera y tiernos por dentro.
Según explicaron las cineastas ayer durante la presentación de su filme, al poco tiempo de conocerse empezaron a hablar mucho de cine y se embarcaron juntas en este proyecto. “Fue un encuentro predestinado y mágico”, señaló Wang, que explicó que antes “hacía películas de cosas que se ven y esta película es sobre lo que no se ve”.
Entre sus influencias mencionaron a Pedro Almodóvar, y, en particular, su película Dolor y gloria, así como el concepto estético del wabi-sabi, procedente del budismo zen y que consiste en aceptar lo imperfecto, una comprensión del mundo basada en “la impermanencia y la fugacidad”.
Rodada en analógico, las directoras dejan ver la imperfección de la película y sus perforaciones. “En esta época de rapidez e inmediatez, queríamos dar un toque conservador, nacimos en la época analógica, pero enseguida vino la digitalización y nos sentimos como el protagonista de la película, que no quiere romper con el pasado”, afirmó Wang.
La película está rodada en hokkien taiwanés, uno de los idiomas que se hablaba antes de la llegada del Kuomintang (KMT), el partido nacionalista chino, en 1949. “Tenemos fuertes sentimientos hacia este idioma que se está extinguiendo”, señaló Peng.
Wang agregó que el KMT transmitió la idea de que el taiwanés era un idioma rudo y poco refinado, pero para ellas, señalaron, es el idioma “de la familia y de las emociones”.
Procedente del ámbito de las Bellas Artes, Peng Tzu-Hui (Taichung, Taiwan, 1989) ha realizado varias exposiciones individuales, mientras que Wang Ping-Wen (Taipei, 1987) estudió periodismo y un máster en Producción de Cine y Televisión. Además, ha dirigido varios cortometrajes.
El salto de ambas a la larga duración está protagonizado por los actores Hsi Hsiang y Yang Kuei-mei.