Tras pasar por festivales como el D’A de Barcelona, el de Gijón, la Semana de la Crítica de Berlín y ser galardonado con el Premio a Mejor película en el Festival Internacional de Cine de Pontevedra, la propuesta más radical en la forma y el contenido del cine vasco se proyecta hoy en la sección Zinemira. Amat Vallmajor del Pozo presentará en el Zinemaldia su ópera prima, Misión a Marte, una road-movie rodada en blanco y negro y en 16 milímetros, que aporta un bello grano al que el espectador ya no está acostumbrado. En una Euskadi pos-apocalíptica en la que, periódicamente, cae lluvia radiactiva, Txomin, un arqueólogo en paro, recibe el encargo de llevar a cabo un peritaje en Marte y valorar el coste económico del impacto de un meteorito. Al carecer de vehículo propio, Txomin pide a su hermano Gene que lo lleve, en furgoneta, hasta el cuarto planeta del sistema solar.

El director Amat Vallmajor del Pozo.

Es así como arranca este largometraje, que es resultado del trabajo de fin de máster que el cineasta catalán cursó en la Elías Querejeta Zine Eskola (EQZE). Todo el material que el realizador utilizó para filmar su película fue cedido por la escuela. Es más, la opción de prescindir del color fue consecuencia de hacer de la necesidad virtud. No en vano, la máquina de revelado de la EQZE sólo permitía tratar el celuloide en blanco y negro.

Vallmajor del Pozo, que recurrió a un elenco conformado por familiares –sus tíos y su madre, Txomin del Pozo, Gerardo Gene del Pozo y Mila del Pozo, son los protagonistas–, llegó al centro académico ubicado en Tabakalera con algunas ideas, no obstante, el resultado final, partió del desarrollo del curso escolar. Uno de sus tutores, Michael Wahrmann, se sumó al proyecto como productor y le garantizó que le ayudaría a sacar la película adelante. También se sumaron otros, como el técnico de sonido ganador del Goya Xanti Salvador, que “profesionalizaron” la factura del largometraje.

Aunque la premisa del filme, que después de su exhibición en el Festival Internacional de Cine de Donostia llegará al circuito comercial el 29 de este mes, parte de la ciencia ficción, acaba convirtiéndose en una travesía costumbrista. No se esperen coches voladores, ni edificios futuristas. El futuro que imagina el director se asemeja a un presente venido –aún más– a menos.

Al tratarse de actores no profesionales, Vallmajor reconoce haberles dejado cierta libertad a la hora de expresarse para que todo sonase más natural y para que “brillasen” por sí mismos. Era una manera de explotar la relación de parentesco de los intérpretes. Dirigir a familiares le ha supuesto cierto “reto”, aunque está satisfecho con el resultado.

El peso de los lazos familiares es algo fundamental que le añade un plus al largometraje: “Es la decisión más importante de la película, quería hablar de mi familia”. El viaje se convierte en una excusa para hablar de los cuidados y de aquello que ha quedado pendiente por hacer. Gene presenta una enfermedad que le dificulta acompañar a su hermano a Marte. Mila regaña a Txomin por invitar a su hermano al viaje. “La película enfrenta una aventura de vejez con el degradamiento del cuerpo y la necesidad de los cuidados”, explica.

Hertzainak

Durante todo el viaje que Txomin y Gene realizan en coche desde Eibar hasta Verges, en Catalunya, y, posteriormente, desde esta localidad hasta Marte se acompaña de una banda sonora conformada por temas de Hertzainak. No es casualidad, dado que Gene estuvo vinculado a los inicios de esta histórica banda de rock radical vasco. Su sobrino lo explica de forma clara: además de ser amigo de Josu Zabala, su tío fue autor de algunas de las letras más características de la banda. Por eso, en su viaje galáctico suena a todo trapo Ezer ez da berdin.