'Gelditasuna ekaitzean’ explora, en cierta medida, todas esas opciones que pudieron ser pero no fueron. ¿Loreto Mauleón piensa, en ocasiones, sobre los caminos que no tomó?

Intento no pensar en ello. Hay tantas opciones en la vida que como te pongas a pensar en lo que pudiste hacer o pudiste ser... no terminas nunca y no dejas nada bueno de eso. Lo único que tienes es lo que tienes en este momento, mejor centrarse en el camino que has elegido y a ver qué trae la vida.

Son cuestiones que en la treintena suelen aparecer.

Es una edad en la que comienzas a plantearte dónde quieres vivir, cómo quieres vivir. Nunca es tarde para cambiar, pero es cierto que, quizá, hasta los 30 vas a tu bola y es luego cuando vas planteándote estas cuestiones. No deberíamos plantearnos todo tan seriamente.

Siempre se habla de crisis a esa edad. 

Creo que la presión social también tiene mucho que ver, como si tuvieses que cerrar tu vida en ese momento. No es así, la vida sigue, y seguimos siendo jóvenes con 40, con 50 y luego también.

¿Qué tal la experiencia del rodaje? 

Ha sido una experiencia muy bonita. Hemos rodado entre amigos, algo que, a veces, cuando hay mucha confianza dificulta las cosas. Se suele decir que lo de trabajar con la familia o con los amigos, es mejor dejarlo a un lado. Pero en este caso, ha sido muy bonito y muy especial.

¿Cómo es su personaje, cómo es Lara?

La película se divide en dos tiempos. En el tiempo pasado es una chica de Lazkao que llega a Donostia a descubrir lo que le da la vida. Llega a estudiar con esa edad en la que todo es nuevo con sus pequeños o grandes problemas personales, como cualquier joven. Ella se marchó de Donostia y en el tiempo presente ella vuelve, no sabemos si para quedarse o no, pero se reencuentra con lo que fue su pasado. Ahí es donde surgen las preguntas.

Los 30 también son un periodo en el que se suele revisitar el pasado.

En este caso son los 30. A veces suele ser antes y otras veces después. Es un momento en el que suele ocurrir que después de ir a estudiar o a trabajar fuera, tienes que decidir si volver o no. Es algo con lo que me siento identificada. Al volver, te reencuentras con la ciudad y todo está igual, pero todo es distinto, y tú también eres distinta.

Precisamente, cuando se revisita el pasado, en estos casos, se hace desde el yo que ya ha cambiado.

Lo miras desde otro lugar. A veces surgen sentimientos que considerabas enterrados y que no recordabas que estuviesen ahí. De repente pisas el suelo de Donostia, o de cualquier lugar, y te recuerda algo; creo que es algo común.

La película, empezando por el título, evoca la lluvia en Donostia.

Es algo muy fácil de reconocer. Yo vivo en Madrid, pero cada vez que llueve, el recuerdo me trae a casa. La lluvia para mí representa el hogar.

La tormenta que da pie al título es un espacio metafórico pero también físico, en el que se une su personaje con el de Iñigo Gastesi.

Efectivamente, por un lado está la tormenta tal cual y, por otro, se encuentra las tormentas internas que, a veces, atravesamos y que muchas veces son para bien, no tiene por qué ser algo malo. Hay quien vive las tormentas como algo que les da miedo o respeto; otros disfrutamos de ellas. Supongo que sí, es una metáfora de la vida y de los momentos un poco raro.