¿Para qué sirve la literatura? Esta es la pregunta que el actor Juan Minujín (sobre estas líneas) lanza al comienzo de El suplente a sus alumnos en la ficción. Después de mucho investigar, Diego Lerman, director y guionista, concluye que los estudiantes responderían que “para nada”. La literatura no te llena cuando tienes hambre a menos que te expongas a una indigestión; no te hace más alto a menos que te subas a una pila de libros; y no te hace más guapo a menos que te escondas detrás de las solapas. Con el cine ocurre lo mismo, no es recomendado por ningún nutricionista, médico de cabecera ni esteticista. “¿Y para qué sirve el alma?”, nueva pregunta capciosa de Minujín. Los alumnos no saben si situarla en el estómago, en los pies o en la cabeza, pero no dudan de que en algún lugar encaja, como una pieza en un motor intangible... como el cine y la literatura.