- Ya vieron en esta misma página ayer cómo la caverna hispana entró en erupción después de que el presidente del PNV manifestara sus preferencias por Inglaterra para ganar esta noche la final de la Eurocopa. Lo dijo antes de que España cayera derrotada por Italia en la semifinal del pasado martes. Es gracioso que solo para “que se joda Ortuzar” muchos de los que el otro día acusaban a la Azzurra de practicar una suerte de terrorismo pelotero se hayan convertido en tifosi de la escuadra que entrena el elegante Roberto Mancini. Sinceramente, me cuesta trabajo imaginarme al líder jeltzale llevándose un disgusto serio si hoy palman los de Garteh Suthgate, que, como tuiteó mi querido Alberto Moyano, tiene una cara de malo de La jungla de cristal que te pasas.

- Dada mi vida monacal, a mí el partido me va a pillar en el sobre. Si no me he enredado con alguna serie, con suerte, veré los primeros minutos y me iré en busca de Morfeo sin el menor cargo de conciencia. Cuando me despierte, me enteraré del vencedor y ni me alegraré ni me disgustaré, ya se lo puedo asegurar. Ventajas de haber renovado un congo de veces el carné de identidad y de haber pasado, no el covid, pero sí casi todos los sarampiones. Y créanme que mi actitud sería idéntica si los hados hubieran deparado un triunfo de la selección española, lo que escribo riéndome por lo bajo al imaginarme a bastantes queridos amigos santiguándose ante lo que, ellos sí, consideran una especie de octava plaga. Sin que peligre un miligramo del aprecio que les profeso, desde aquí les digo que me resulta cómica su afición súbita por el combinado nacional que se enfrente a la que el rancio Luis Aragonés bautizó -ya es paradoja- como La roja. Que no salga de inter nos, pero les confieso que deploro igual el patrioterismo a favor que el que hace la contra.

- Puesto que no tengo selección por la que ejercer de hincha, me quedo con momentos sueltos de la competición. Algún que otro lance del juego, media docena de instantáneas cosechadas en las gradas y, como resumen y corolario, con la imagen que ilustra estas líneas. Antes de los penaltis del Italia-España, el guardameta Gianluigi Donnarumma -22 añitos- se fue en busca de Unai Simón -24 primaveras- para hacerle unas carantoñas. Estaban a apenas segundos del momento más decisivo de sus carreras deportivas hasta el momento, pero el de Murgia y el de Castellammare di Stabia fueron capaces de hacer un paréntesis para decirse vaya usted a saber qué. Grandes.