¿Quién quiere una tele?
No hay sorpresas, no hay sorpassos y ya nadie espera que un nuevo canal de televisión cambie nada
Ha pasado desapercibido que el Gobierno español ha abierto esta semana el concurso para adjudicar un nuevo canal de televisión en abierto. Se lo digo por si está usted interesado en tener uno, porque la última vez que organizaron un concurso similar para montar un canal de televisión de cobertura estatal que tuviera interés general para toda la audiencia, al Real Madrid le cayó uno. Y también sabrá usted que, aunque los mentideros dicen que estas cosas están adjudicadas antes de empezar el concurso, como si fuera el premio Planeta, también dicen que el que iba a ser el ganador de la tele ya no se presenta, así que tiene usted pista libre si quiere retransmitir las pachangas del barrio o reponer en HD y hasta el hartazgo alguna serie grabada hace 30 años.
Ha sido la televisión la que nos ha enseñado a no esperar ya nada de la televisión. Este mes de noviembre se cumplirán 20 años desde que llegaron Cuatro y La Sexta, los dos últimos canales llamados generalistas que venían a ampliar la mirada y la competencia empresarial, pero que fueron devorados por Antena 3 y Tele 5, que hoy siguen siendo sus dueños. Veinte años también desde que esos dos canales comenzaron a multiplicarse como gremlins por la TDT, donde Atresmedia y Mediaset suman ya 13 canales y forman un oligopolio que se intercambia presentadores y programas sin desentonar porque ya visten la misma talla y calzan la misma línea editorial.
La tele nos ha enseñado que el ascensor social no existe, tampoco ahí. Si cuando Antena 3 y Tele 5 nacieron pudieron destronar a TVE en audiencias, pese a sus limitaciones técnicas y presupuestarias, estos dos canales privados se han encargado después de que nadie les destrone y así Cuatro y La Sexta siguen 20 años después relegados a competir con La 2, y la TDT a jugar en una tercera división sin ascensos. No hay sorpresas, no hay sorpassos y ya nadie espera que un nuevo canal de televisión cambie nada. Y es una pena.