La nueva Tele 5 se ha hecho viral otra vez con un programa de la vieja Tele 5 de Vasile, con lo que tiene que joder. El tal Montoya y su carrera por la playa de La isla de las tentaciones, con una Sandra Barneda que corretea detrás, se ha visto en medio mundo y hasta ha despertado las audiencias del programa más tóxico de la tele española a máximos. El gag es divertido, sobreactuado pero divertido, igual que cuando la semana anterior se rasgó las vestiduras en forma de camisa.

Los concursantes del programa son como clones, todos iguales, misma ropa que rasgar, mismo corte de pelo, mismo cuerpo de cadena de gimnasio. Es como si vieras a la misma persona cinco veces repetida. Las concursantas también lo son, misma talla, mismos gestos, mismas palabras para justificarse y condenar al otro.

Como en Gran Hermano, como en Supervivientes, como en todo reality que se repite, los participantes de Las isla de las tentaciones llegan resabiados y resabiadas, está ya en su octava temporada, lo que equivale a varios masters.

Saben qué hay que hacer y decir para atraer a la cámara, para ser viral, saben que si la tele te quiere, esa relación puede durar más que un amor de verano, un amor a los veinte, y, sobre todo, saben que da más fama y pasta... y también más sexo.

Vemos a las chicas y los chicos, ante una Sandra Barneda que permanece impertérrita, haciendo aspavientos e insultando mientras ven a su pareja haciendo cosas. “Guarra” es lo más fino que dicen.

Un edredoning que en Gran Hermano requería 80 días, como una vuelta al mundo, se consigue aquí en dos noches. No hay término medio, todo es blanco o negro, aunque sepan de la gama de colores de anteriores ediciones, de los juegos de confusión del programa, del sacar frases e imágenes de contexto.

Esto no va de fidelidad; quien grita, corre y se rasga mejor la camisa, gana.