Antes de que María Teresa Campos fuera la reina de las mañanas, fue la reina de las marujas. “Programa de marujas” es como se denominaba despectivamente, en la sociedad machista de los años ochenta y noventa, a esos espacios televisivos de tarde, y luego de mañana, que servían para acompañar y entretener principalmente a las amas de casa, que estaban en casa a esas horas, mientras el marido trabajaba y los críos iban a clase.

De María Teresa Campos se decía que hacía un programa para marujas, aunque curiosamente heredó el formato de Jesús Hermida, a quien nunca le llamaron tal cosa por hacer Por la mañana (un magazine matinal de cuatro horas donde tenían cabida hasta culebrones) ni en el vespertino A mi manera (otro magazine para la hora en el que los críos estaban en el cole), que precisamente cedió a María Teresa Campos, quien lo reconvirtió en Esta es su casa, Pasa la vida, Día a día... siguiendo el modelo aprendido con el maestro: actualidad, entrevistas, tertulias, juegos, teatrillos... pero sobre todo hablándole de tú a tú al espectador... y a la espectadora.

La Campos, que era mucha Campos, fue la primera feminista en mostrar en su programa, en un evidente tono burlón, que el marido no estaba impedido genéticamente para coger una plancha, poner la lavadora o fregar los platos. La primera mujer en explicar a otras mujeres –cuando estaba a solas con ellas a través del televisor– lo mucho que valían y lo que nunca debían permitir. La primera mujer en poner en valor a su audiencia de marujas hablándoles de sus derechos, de economía, cultura, salud... Hasta que un día, ya en Telecinco, incorporó en el último tramo de su programa matinal la tertulia política (contaba que no le dejaron hacerlo en TVE) y como la política era, al menos entonces, cosa de hombres y esos mismos hombres, no se sentían cómodos formando ahora parte de un programa de marujas, le concedieron el título de reina de la mañana, la franja cenicienta de la tele. Así de simple.

Campos cambió la tele, pero sobre todo cambió la vida de muchísimas mujeres y con ello la propia sociedad. Y eso era lo más difícil.