Estamos en la sociedad de la imagen donde lo más importante no es ser, sino parecer, aparentar en medio de las imágenes aparentes de lo que encubre nuestra apariencia personal y social. Por ello, los ciudadanos nos esforzamos en un ejercicio de forjar nuestra imagen, reconocible por el resto del rebaño social. En el caso de los personajes públicos, los esfuerzos por identificarnos con la imagen diseñada y construir a base de repetir las señas de identidad de lo que queremos /quieren ellos y nosotros. El presidente ucraniano Zelenski es paradigma de un forjador de imagen que a base de repetir vestimenta, gestos, actitudes termina trasladando a la opinión pública un modo de comunicar singular, personal y propio. A base de repetir, la imagen diseñada se convierte en elemento de comunicación para la popularidad de este político al frente de un país en guerra. La imagen del presidente de una nación invadida se traslada a base de ser repetida con los elementos de atrezzo, vestuario y comunicación no verbal y con el desarrollo de unas técnicas de comunicación conocidas en la sociedad mediática de forjar imagen y empatizar con personajes queridos o despreciados. Zelenski ha sabido hacerse querer por los ciudadanos de su país y la comunidad internacional. Poco querido al comienzo de su mandato, ha logrado con paciencia, redundancia y ánimo batallador ganarse la favorable imagen de propios y ajenos. Ha sabido ganar la batalla de la imagen, en una necesaria conquista de los medios, que aplauden la habilidad comunicativa de un artista construido en el calor de la tele, demostrando la fácil/difícil habilidad de hacer de la imagen un elemento básico de la guerra militar y mediática. Todos debemos cuidar nuestra imagen y hacer de ella un elemento de comunicación contemporánea. Vemos a los demás, y nos ven a nosotros como parte de un circo donde cada uno juega con las apariencias y claves de nuestra realidad icónica.