ue en 1996 cuando Anne Igartiburu abandonó la televisión vasca. Marchó a Madrid a probar fortuna, en Telecinco primero y luego en TVE, donde cumple ahora 25 años como hada buena de las noticias rosa con su Corazón de fin de semana. Anne es también maestra de ceremonias de grandes eventos, de las campanadas de año nuevo a las fiestas más glamurosas. Sigo creyendo que todo eso queda muy por debajo de su valía profesional y que su sitio está en reportajes de enjundia informativa. El miércoles la elorriotarra regresó a ETB con un formato diferente. Anne conduce Duelo en las alturas, que no discurre en Dodge City con sheriff y forajidos, sino en Euskadi y es una competición entre las edificaciones más bonitas de nuestro patrimonio artístico, mostradas desde el cielo por drones y deconstruidas minuciosamente con escáner 3D y tecnologías informáticas. La gente votará por miss basílica y míster palacio en un singular concurso de belleza.

En realidad, más allá de las técnicas utilizadas, pioneras en televisión, el programa es una incursión aérea por nuestra arquitectura a la vez que nos conduce por la historia, las leyendas, tradiciones y supersticiones de pueblos y ciudades de Euskal Herria. En suma, un bello y entretenido viaje cultural, un civitatis sofisticado para mejor conocimiento de lo que fuimos y lo que somos. Viene a ser una evolución de La mirada mágica, aquel venerable espacio de paisajes a vista de helicóptero de hace dos décadas. Anne hace de guía entusiasta transmitiendo amor y sabiduría de lo nuestro que, por rutina y desmemoria, olvidamos.

Ha empezado por Urkiola Zumarraga y Ondarroa, seguirá por bodegas y después por palacios, plazas y hoteles, hasta siete capítulos. Carece de sentido que ETB pida a sus espectadores que voten por su edificio preferido sin ofrecer premio, ni sorteo. Quédate, Anne.