Está más que satisfecha de su trayectoria. Nunca imaginó en su juventud que su vida, abocada entonces a la docencia, fuera a transcurrir delante de las cámaras o en los escenarios de teatro. Todo fue una casualidad, y cuando Imanol Uribe le dio la oportunidad de trabajar en La fuga de Segovia el veneno de la interpretación se coló en sus venas y ya no hubo antídoto que le sanara de él. Su currículo es amplio y variado. Ha combinado los tres medios y ha sumado como valor añadido el doblaje. El miércoles estrenó en ETB-1 Alardea, una serie que presentó en Zinemaldia y que se zambulle a través de tres generaciones de mujeres en una tradición festiva que desde hace más de un cuarto de siglo está envuelta en la polémica entre partidarios de los alardes mixtos y los que se resisten a cualquier cambio. También Nora, de Lara Izaguirre, encontró acomodo en el festival donostiarra.

Alardea es una serie que bucea en una tradición que coquetea año tras año con la polémica.

Es un temazo, porque aparte de lo local que pueden ser los alardes y que todos conocemos aquí, plasma todo lo que ocurre en la sociedad. El tema de la mujer, las distintas opiniones en las familias, cómo repercute en todo nuestro entorno, la agresividad que nos genera lo diferente...

Los alardes se han convertido en tradiciones sagradas para algunos.

Y no sé de dónde hemos sacado esas normas de tradiciones inamovibles. Es la gente la que va manteniendo o deshaciendo esas tradiciones. ¡Cómo cuestan los cambios!

Siempre ha sido así, ¿no?

Sí, pero tendríamos que evolucionar en este sentido. Tenemos un miedo tremendo a que las cosas cambien. Sentimos miedo a que esas creencias que llevamos dentro desde que nacemos se tambaleen. De todo esto va Alardea. Ese miedo profundo a no tener dónde asirte cuando las tradiciones quiebran es el meollo de la serie. Es un tema que me captó desde el principio. Los personajes que aparecen en esta historia plantean todo ese espectro de distintas posturas.

¿De la familia a la sociedad?

Sí, son posturas diferentes las que hay en una sociedad, pero en este caso se centran en el seno de una familia, en el seno de un pueblo pequeño con todas sus variantes. Alardea significa el respeto, la dignidad y luchar por lo que verdaderamente crees.

¿Cómo ve a Edurne, su personaje, esa mujer muy enferma que no se habla con su hija?

Ella tuvo su momento para todas estas reivindicaciones, pero no pudo ser. Ve que los tiempos van cambiando y hay leyes que apoyan los alardes mixtos. Al principio no sabe que está enferma y empieza la lucha porque verdaderamente lo siente y lo cree. Dentro de su familia hay respeto, pero también distintas posturas. Ahora esas posturas están en carne viva, pero a lo largo de la historia se van atemperando. Hay tres generaciones: la madre, la hija y la nieta.

Los alardes son símbolo de tradición inamovible para unos y de igualdad y cambios para otros. ¿Cree que es una serie que se entiende y que encaja en la sociedad vasca?

Habrá que ver cuando acabe qué es lo que piensa la gente, pero claro que creo que es entendible, aunque habrá quien no quiera entenderla. Esta situación la llevamos viviendo muchos años ya y todavía hoy en día, en 2020, hay gente que no da su brazo a torcer.

El tema de los alardes es muy local, como usted ha dicho€

Sí, ocurre en los sitios donde se celebran, pero son el reflejo de lo que ocurre en la sociedad con temas como la igualdad o cambiar unas tradiciones que una parte de esa sociedad ha hecho que parezcan inamovibles.

Ha estado en Zinemaldia por partida doble: Alardea, la serie de ETB-1, y AlardeaNora

Curiosa. No había visto ninguno de los dos trabajos antes del Festival. Ver una película o una serie tuya por primera vez con gente puede resultar un poco atacante, pero ha estado todo muy bien. Estoy encantada. Zinemaldia es un marco fantástico para un estreno.

Volvamos la vista atrás. En 2021 se cumplirán 40 años de su primera película, La fuga de Segovia, y por lo tanto de su primer contacto con el mundo de la interpretación.

¡Ya se cumplen 40 años! Imagínate, no lo había pensado, ¡qué mayores somos!

Pero se la ve estupenda.

Ja, ja, ja€ ¡Cómo ha pasado el tiempo! Pero no me quejo. Cuando me planteé esta profesión me dije que era una carrera de fondo y quería ver si podía trabajar y vivir de ella. El oficio de actriz me encantaba y estaba deseosa de poder seguir en él.

¿Y cree que ha cumplido el objetivo?

Me siento una privilegiada porque creo que sí, que lo he conseguido. He hecho cosas muy bonitas y he conocido a gente muy interesante. He aprendido mucho y sigo aprendiendo, porque cada historia que he grabado y cada historia que he hecho en teatro ha sido un gran aprendizaje. Esto no se acaba nunca, así que sigo aprendiendo de la gente joven que empieza ahora. Me encanta que me sigan llamando y que cuenten conmigo. Cuando miro atrás me digo: Klara, qué de cosas has hecho, no te quejes.

Tiene directores de referencia y Julio Medem es uno de ellos. Con él hizo Vacas, una de sus primeras citas con el cine, y también una de las últimas, El árbol de la sangre

Me hizo mucha ilusión que me volviera a llamar. Vacas la hicimos en 1992, y cuando me llamó para El árbol de la sangre fue todo un reencuentro entre los dos. Me gusta que alguien con quien has trabajado hace años vuelva a pensar que tiene un personaje para ti.

Tiene usted un amplio repertorio de títulos en los tres medios, ¿muchas luces y sombras o un trabajo sin parones?

Siempre hay parones en una profesión como esta. Nunca se dan los trabajos en continuidad, no acabas uno y tienes otro para empezar inmediatamente. Además, está la concentración. A lo mejor te toca hacer varias cosas en un mismo año y luego estás dos sin hacer absolutamente nada. Es la planificación de los estrenos lo que da esa sensación de que sigues haciéndolo todo en una línea de continuidad. A mí me ha ayudado mucho haber hecho cine, pero también televisión y mucho doblaje.

A veces no hay mucha consideración para los actores de doblaje, ¿no cree?

Quizá desde fuera no se valore tanto, pero sí que es un aspecto de la profesión muy importante. Es una profesión maravillosa que está a punto de desaparecer, y sobre todo está a punto de desaparecer en ETB. No hay apenas referencia de nuestro idioma, el euskera, en ficción doblada. Solo existen esas referencias cuando eres niño y ves siempre los mismos dibujos animados.

Es curioso que ocurra cuando se habla de la importancia que tienen la cultura y la televisión para normalizar el euskera.

Exacto, y cuando se quiera retomar, el camino será mucho más difícil de abordar. Será un desastre, empezar de cero, de nuevo, como en los años 80. Ahí estamos luchando con este tema del doblaje, que me parece muy importante para la cultura, sobre todo para la cultura en euskera.

Hizo Filología Románica. ¿Cómo escogió una carrera que nada tiene que ver con la interpretación, a la que se ha dedicado desde hace 40 años?

Nunca me había planteado ser actriz, no tenía ningún referente de nada. No existía prácticamente el cine y tampoco teníamos televisión propia cuando empecé a hacer la carrera. A mí me gustaban, y me gustan, el lenguaje, la Historia, e incluso di clases; estuve como profesora durante dos años. Y estaba muy contenta.

¿Y por qué lo dejó?

No fue un abandono, no fue así como se planteó. No me levanté un día de la cama y dije: Quiero ser actriz. No. La vida me ha ido poniendo el camino delante y yo solo lo he seguido. Cuando daba clases surgió el hacer algo para niños en euskera, porque como no había televisión vasca no tenían nada que ver en su idioma. Creamos un grupo de payasos para hacer cada semana una obra distinta en euskera que se emitía por la radio, en Radio Popular en aquella época.

¿No tenía ninguna vocación por la interpretación?

No lo sé, ¿quizá en el fondo? Es difícil saber. Era una especie de militancia, de obligación de hacer algo y de divertirnos. Y ahí estaba yo cuando vino Imanol Uribe para hacer La fuga de Segovia. Me llamaron y así empecé en un mundo en el que nunca había soñado entrar. Me entró el venenillo, y cuando después crearon el Antzerti entré en él. Lo dejé todo y seguí ese camino que la vida me había puesto delante. Fue una decisión brutal, lo sé. Te lo jugabas todo, pero había que decidir y decidí que lo mío era ser actriz. Hice Filología porque ni me planteaba que se pudiera ser artista en Donostia.

¿Ha echado de menos alguna vez la docencia?

Me gustaba y no la he echado de menos, porque también me ha servido de mucho. Ser docente es como participar en una obra de teatro donde se aprende a captar la atención de la gente. Tienes que aprender a explicarte, y siendo actriz pasa lo mismo: tienes que intentar contagiar el ambiente de curiosidad. La docencia no la echo de menos porque tenía mucho miedo a pasarme años y años repitiendo lo mismo, aunque la gente, los chicos y chicas, cada curso sean diferentes. He tenido trabajo de actriz suficiente y no me ha dado tiempo a añorar esa actividad.

A partir de determinada edad, las actrices se quejan de que se convierten en invisibles para los productores, directores y guionistas. ¿Ocurre esto en Euskadi?

Lo mismo y más que en otros sitios donde hay más producción audiovisual. Ten en cuenta que aquí la profesión tiene muchas menos oportunidades para trabajar. Tienes una televisión que apenas hace producción propia de ficción, y del cine, qué voy a decir. Se hacen películas muy buenas, pero con tener una, dos o tres películas al año, no es suficiente para dar trabajo a la gente. Así que personajes bonitos, apetecibles y con carne, a cierta edad es mucho más difícil conseguir.

Siempre seguirá habiendo mujeres mayores en los guiones€

Sí. La madre, la esposa, la que siempre está ahí, pero la que no tiene ningún recorrido en muchas de las historias que se cuentan. Es una pena, porque con toda la experiencia que te da la edad, es cuando mejor puedes sacar cosas de dentro. Según vas teniendo años, los personajes se reducen, y si tienes la suerte de tenerlos puede que no sean tan bonitos y tan apetecibles como te gustaría.

Pues la galería de sus últimos personajes es bastante apetecible.

No digo que no, pero en general se nota mucho esa invisibilidad y nos quejamos con toda la razón del mundo.

Una realidad que nada tiene que ver con el universo masculino.

A ellos no les pasa esto en absoluto. Tengan la edad que tengan pueden disponer de personajes interesantes y de papeles con recorrido. Ellos pueden hacer de malos, de buenos, de lo que sea. Tengan la edad que tengan, ellos siempre tienen un personaje estupendo y maravilloso. Pongo un ejemplo: a Robert de Niro siempre le dan personajes impresionantes, pero las mujeres siempre estamos reducidas a ser las consortes, las abuelas, las madres, y así no tienes manera de expresar lo que sientes y lo que has vivido.

Hemos hablado del cine vasco de refilón, al que en general se le ve de una forma optimista, ¿cómo lo encuentra usted?

Hay un personal maravilloso y con mucho talento para crear unas historias buenísimas. Hay actores, directores y técnicos geniales, y eso se ve en los resultados de las películas que se están haciendo. Pero creo que hay que tomarse mucho más en serio la cultura y que exprese cómo es una manera de hacer, de pensar, de país€ Se ha demostrado que se puede hacer, que llegan los aplausos, pero€

¿Pero?

Pero es necesario creérselo de verdad, y se necesita una visión de futuro para crear una industria.

Claro, pero está usted hablando de dinero.

Por supuesto. Hay que aportar dinero, porque esta profesión necesita dinero. Cuando se hace algo en este sentido se ve y se demuestra que tenemos un nivel impresionante a la hora de crear historias. Hay que creerse un poco la cultura. La cultura no es hacer una película buena al año o estar en un festival, es mucho más.

¿Como cambiar algunos conceptos? Cuando el dinero va a un proyecto cultural se considera una subvención y cuando va a un proyecto empresarial estamos hablando de inversión.

Exactamente, es increíble pero se ve así. Está comprobado que cuando se invierte en cultura se amortiza y ese dinero se devuelve a la sociedad. Pero lo que queda es eso de: Estos de la cultura siempre están pidiendo una subvención. Y no, señores. Pedimos una inversión para arrancar una industria que se llama cultura y que da trabajo a muchísima gente. La cultura va mucho más allá de cualquier empresa, es una visión del mundo. Merece la pena invertir, no subvencionar, en ella. La cultura mueve el mundo.

Tras presentar Nora y Nora Alardea

Ahora mismo no estoy con ningún tema. Como se puede ver, el mundo del espectáculo está en alerta roja, lo que significa que hay una situación bastante desesperada para muchísimas familias. Vas al teatro en un autobús que circula totalmente lleno, eso sí, pero en el teatro o en el cine no ocurre lo mismo, porque te obligan a un aforo de mínimos. Hay cosas que no entendemos. Muchos estamos desde que empezó esta pandemia sin trabajar y sin esperanza alguna. Tienes proyectos, pero ya no sabes si se van a llevar a cabo.

PERSONAL

Edad: 66 años.

Lugar de nacimiento: Donostia.

Formación: Es licenciada en Filología Románica por la Universidad de Deusto. Estudió Arte Dramático en la Escuela de Teatro del Gobierno vasco.

Trayectoria: Durante dos años se dedicó a la docencia, dando clases de Lengua y Literatura. Hace más de 40 años le preocupaba la falta de entretenimiento en euskera que tenían los niños de entonces. Junto a otras personas creó un grupo de payasos, Xaribari. Los fines de semana narraban cuentos infantiles en Radio Popular. Fue cuando Imanol Uribe comenzó a buscar actores para La fuga de Segovia y le llamó. A partir de ahí, ninguna duda: quería ser actriz.

Obra: Tiene en su filmografía películas tan importantes como La fuga de Segovia, La conquista de Albania, Fuego eterno, Ehun metro, El mar es azul, Invierno en Lisboa, Todo por la pasta, Vacas, Amama, Urte berri on, amona, El árbol de la sangre y Nora, entre otras, mientras que en televisión se le recuerda por su trabajo en Bai horixe, Dentro y fuera, Flamingo berria, Jaun eta jabe, El comisario, Platos sucios, Hospital Central, Mugaldekoak y ahora Alardea, entre otras producciones.