Los Premios Materia Prima se han convertido, en solo tres años -acaba de celebrar su tercera edición-, en una cita que se ha consolidado como una referencia para quienes creemos que la gastronomía empieza mucho antes de encender los fogones. 

Con un jurado formado por Josema Azpeitia, Julián Méndez, Marta Renovales, Aitor Buendía, Ángel Fernández Retana (Basque Culinary Center), José Antonio Merino (Arabako Txakolina) y quien firma estas líneas, premió cuatro proyectos que reflejan el alma del territorio. 

Los galardonados fueron Andoni Vigalondo, desde Queseando (Vitoria-Gasteiz), que afina quesos con maestría y sensibilidad; Salmón Keia, en Lemona, que lleva más de veinte años perfeccionando un ahumado de roble y roza la excelencia; Mutur Beltz, en el valle de Karrantza, que convierte la lana de oveja autóctona en arte, diseño y reivindicación rural; y por último Barriola, en Ibarra, que reinventa la txistorra con piparras, tinta de calamar o carne de oveja sin perder su esencia popular. 

Las distinciones, obra del escultor Xabier Santxotena, se entregaron en Don Producto y Tú, donde también se homenajeó al periodista Pepe Ribagorda y se celebró una cena con algunos de los productos premiados.

Top Tradition Restaurants

La víspera del evento, el imponente Hotel Marqués de Riscal -la icónica obra de Frank Gehry en Elciego- fue el escenario elegido para acoger la primera edición de los Top Tradition Restaurants, un nuevo reconocimiento impulsado en el marco del evento Premios Materia Prima, que celebra cada año la excelencia del producto artesano en Vitoria-Gasteiz y en tierras alavesas.

Con la colaboración de periodistas especializados y gourmets de referencia, esta iniciativa nacía con un objetivo claro: dar visibilidad y prestigio a aquellos templos de la cocina que, frente a la fiebre por la innovación y la técnica, han mantenido viva la llama de la tradición. 

En esta edición inaugural, que llega con vocación de continuidad, se distinguió a diez casas ejemplares repartidas por toda la geografía del Estado. Todas ellas comparten una misma filosofía: defender la cocina de raíz, la de temporada, la de madres y abuelas, la que se enseña, se hereda y se siente.

LOS TRES HERMANOS FRANCIS, MARISA Y CHEFE A.Z.

Echaurren tradición, Ezcaray, La Rioja 

Si hay una casa que encarne la esencia de la cocina tradicional riojana, esa es Echaurren, en Ezcaray. Desde sus fogones, hoy al frente de Francis Paniego y su familia, emana un aroma reconocible: el de las legumbres cocinadas con mimo, el de la huerta que marca el paso de las estaciones, el de las pochas con tomate al inicio del verano o el del caparrón en su versión más pura. 

La cocina de Echaurren es una cocina con memoria, tejida con productos humildes pero nobles: hortalizas de temporada, pimientos que cuentan historias, casquería elaborada con una sensibilidad poco común. 

Túbal, Tafalla (Navarra)

Desde 1942, el restaurante Túbal honra la cocina navarra desde su rincón privilegiado en la porticada plaza de Tafalla. Fundado por los padres de Atxen Jiménez (1943-2023), fue ella quien consolidó el prestigio de la casa con una fidelidad insobornable a la tradición y al producto de temporada. Hoy, su hijo Nicolás, mantiene viva la llama de esa cocina que se transmite de generación en generación, donde las verduras siguen siendo las absolutas protagonistas.

En Túbal, la estacionalidad no es una consigna, es el ritmo natural de la cocina. Alcachofas, espárragos, borrajas, cardos… aparecen en su mejor momento, tratados con la elegancia que da el conocimiento profundo de lo que se tiene entre manos. Pero si las verduras son el emblema, el alma del recetario se completa con platos de cuchara y guisos memorables: el bacalao al ajoarriero, el patorrillo, los callos con kokotxas o ese cordero al chilindrón que justifica el viaje.

José Cruz Guinea y Jon Gil de Bideko con las políticas Clara Navas, Amaya Barredo y Laura Pérez Borinaga, Gala Top Tradition 2025 A.Z.

Bideko, Lezama (Araba)

En un caserío del siglo XVII, en pleno corazón de Araba, Bideko es mucho más que un restaurante: es una declaración de amor al entorno, al recetario ancestral y a la cocina vasca hecha con respeto. Allí, Jon Gil, joven cocinero de Arrigorriaga con formación en la Escuela de Galdakao y experiencia en casas como Boroa o Andra Mari, ha sabido interpretar la tradición con sensibilidad contemporánea. Su cocina parte del respeto absoluto al producto local y al calendario. En temporada, las setas y la caza marcan el pulso de la carta. Pero más allá de la temporalidad, en Bideko se percibe un trabajo profundo de observación y escucha del territorio: lo que se cocina aquí nace de la tierra cercana, de sus ritmos y su memoria, pero también de la curiosidad y del deseo de emocionar.

Con ese compromiso, Jon maneja el recetario clásico. Sus platos son reconocibles, sabrosos, apegados al gusto popular, pero dotados de una limpieza, una armonía y un enfoque que revelan una mano inquieta.

Con el respaldo de los hermanos Javier y José Cruz Guinea, impulsores del proyecto, y la labor de la sumiller Inma García, Bideko representa la evolución natural de la cocina tradicional: la que se transmite, se honra y también se cuestiona, para seguir viva y vibrante en el tiempo.

Sacha, en Madrid

Entrar en Sacha es cruzar una frontera invisible. Al final de un callejón discreto, tras una puerta azul cobalto que muchos consideran casi sagrada, se abre un mundo donde la cocina y la conversación se funden sin artificios. Hace más de medio siglo, Carlos y Pitila Hormaechea crearon este rincón singular que su hijo Sacha convirtió en una de las casas más queridas -y respetadas- del panorama gastronómico madrileño.

Aquí no se sigue la moda: se la ignora con elegancia. La carta es breve, afilada, sin concesiones. Platos como la falsa lasaña de txangurro, el cóctel de gambas con sabor a infancia bien vivida, la tortilla vaga que desarma o un villagodio al tuétano que reconcilia con la carne, resumen una cocina libre pero profundamente arraigada. 

EL PORTAL DE ECHAURREN Cedida

Taberna Solana, Ampuero (Cantabria)

En un enclave privilegiado, a los pies del Santuario de la Bien Aparecida, patrona de Cantabria, se encuentra Taberna Solana, una casa que lleva cuatro generaciones celebrando la cocina de siempre con una mirada serena y luminosa. Lo que empezó como un modesto negocio familiar es hoy una de las referencias imprescindibles para quienes buscan verdad, producto y raíz.

En sus menús conviven el guiso y la precisión, la tradición cántabra y la elegancia del presente. El producto local -marino, de huerta, de monte- es el hilo conductor de una propuesta que no necesita alardes. 

Pedro Martino, Oviedo 

En el tranquilo paraje de Caces, a las afueras de Oviedo, Pedro Martino cultiva una de las cocinas más personales y lúcidas de Asturias. Lo hace sin ruido, sin artificio, desde la convicción de quien conoce a fondo su tierra, sus productos y su recetario, y desde la libertad de cocinar para emocionar, no para impresionar.

Quienes llegan hasta su restaurante son recibidos con un culín de sidra, gesto que resume su forma de entender la hospitalidad: cercana, sincera, sin pretensiones. Lo que sigue es una sucesión de platos donde la memoria del paladar asturiano se renueva sin perder un ápice de verdad.

Gayarre, Zaragoza 

En los fogones está Leandro Casas, cocinero comprometido con la temporalidad y la proximidad. Su propuesta es clara: cocina de mercado, basada en lo que toca y cuando toca. Un recetario que cambia con el calendario, pero que mantiene siempre la raíz aragonesa muy presente. Ejemplo de ello es su plato más emblemático, los tallos de borraja con arroz y almejas, una combinación que resume su filosofía: sencillez, sabor, autenticidad.

Casa Jaime, Peñíscola (Castellón)

En Casa Jaime, el producto marino no es un ingrediente: es el lenguaje. Ortiguillas, espardeñas, huevas de sepia, galeras… se cuelan en arroces que saben a Mediterráneo profundo, y en suquets que condensan la tradición de los pescadores. Es una cocina sin artificios, de cocciones exactas y sabores francos, donde cada plato remite a una historia vivida en el puerto.

Estrella del Bajo Carrión, (Palencia)

Se trata de una casa de comidas donde la hospitalidad castellana se eleva a la categoría de arte. Desde hace décadas, la familia Pedrosa sostiene con mimo este proyecto en Villoldo, combinando una elegancia tranquila con una cocina de raíces profundas. En sus fogones, los guisos, asados y fondos sabrosos siguen marcando el paso, con una atención impecable al producto local: legumbres, caza, setas, verduras de la huerta palentina... Cada plato refleja un conocimiento íntimo del territorio.

Ventorrillo El Chato, Cádiz

Ubicado entre salinas y marismas, Ventorrillo El Chato es uno de esos sitios que no necesitan presentación entre los gaditanos. Fundado en 1780 y convertido en restaurante en los años 90 por la familia Córdoba, este histórico ventorrillo es una referencia indiscutible cuando se habla de la cocina tradicional andaluza con producto local de máximo nivel.

Acedías, ortiguillas, pescados de roca, guisos marineros, chacinas y verduras de temporada conforman una carta que se adapta al ritmo de la bahía y al antojo del mercado. La cocina, dirigida con buen criterio y una clara vocación de continuidad, respeta lo esencial sin renunciar a la finura en la ejecución.