Es sevillano y conoce muy bien su ciudad, pero a través de La peste ha hecho una inmersión en la que fuera prácticamente la capital del mundo en el siglo XVI. Después de haber dedicado muchos esfuerzos a crear esta historia junto a Rafael Cobos, y de dirigir en sus dos temporadas parte de los capítulos que las conforman, ahora quiere volver al cine, un medio mucho más cercano para él que la televisión, y en el que ha cosechado éxitos incontestables como La isla mínima. Es consciente de que es precisamente la televisión la que en estos momentos está en auge, pero lo suyo es la gran pantalla y hacia ella redirige sus pasos.

Segunda temporada de La peste. ¿Se ha encontrado el espectador con muchas diferencias frente a la primera?

Esta segunda mantiene el espíritu de la primera temporada, pero hemos ganado en peripecias, en aventuras y en músculo narrativo. Es una temporada en la que todo va mucho más fluido y está narrado con mucho más brío.

La primera historia había dejado muchas cosas en su sitio, lo que alivia el relato de esta segunda parte.

Exacto. El universo general ya se conoce y eso facilita que no tengas que volver a sentar todas las bases de los argumentos, lo que te da mucha más libertad.

¿Es ahora una Sevilla mucho más luminosa que la que nos narró en la primera temporada?

Sí, y en primer lugar, porque el que nos acompañaba en la Sevilla de la primera temporada era Mateo.

Pero sigue siendo Mateo el protagonista...

Claro, pero entonces era un melancólico y un depresivo, y todo estaba teñido por las emociones que sentía el protagonista en aquellos momentos. En el arranque de esta segunda temporada, la depresión queda atrás. Consigue recuperar la fe en el hombre y en sí mismo, y la luz vuelve a hacerse con el cambio de ánimo de Mateo. En ese sentido, resulta más refrescante para los creadores y también para el espectador. Las series se consumen de muchas maneras, y digamos que la primera parte estaba hecha para verse en un monitor perfectamente ajustado, con las luces bajitas, dentro de una sala y para consumirla en silencio.

Parece que estaba hecha para una sala de cine.

Eso es. Hemos descubierto que la gente consume las series de mil maneras, y hemos tratado de llegar al mayor número de público posible para que esta pueda verse de forma cómoda en cualquier dispositivo. Lo fundamental en esta temporada es que la peste se ha acabado y que Mateo ya no está depresivo.

En la primera temporada hay quien criticaba la oscuridad de muchas escenas.

En los primeros capítulos era necesario dar una visión más oscura, más siniestra, algo que iba con el guión.

Y aparece la corrupción en todo su esplendor. Da la sensación de que en vez de en el siglo XVI están ustedes narrando el siglo XXI.

En cierto modo, sí. Nos llamó la atención que la Sevilla en la que estábamos en ese momento era una ciudad que estaba hecha de oro y de barro al mismo tiempo. Convivían a partes iguales una riqueza bestial y una pobreza abrumadora. Los barcos llegaban de América llenos de oro y de plata, y aunque la riqueza era total, por otra parte los responsables políticos de la época se enfrentaban a la miseria absoluta. Sevilla era una ciudad caótica, muy interesante y muy corrupta. De todas formas, donde hay mucho dinero siempre suele haber una gran corrupción.

¿Dónde se han centrado las mayores dificultades del rodaje de esta segunda temporada?

Hay una parte, la que se rueda en lo que en la serie es el Nuevo Mundo, que ha tenido una complejidad enorme. Hemos tenido que hacer una mezcla de efectos especiales digitales con la filmación real, y se ha tenido que pensar muy bien lo que se hacía para que todo quedara bien.

¿Hay lugar para que haya más temporadas de La peste?

Cuando acabamos con la primera nos quedamos con la sensación de que habían quedado muchas cosas por contar. Solamente de la documentación que teníamos ya emanaban un montón de historias. Sevilla, en aquel momento, era la estrella de Occidente. Y respondiendo más concretamente a la pregunta me da la sensación de que sí, de que una vez terminada la segunda temporada todavía hay más historias para contar en una tercera, pero como todo el mundo sabe, la continuidad depende de Movistar, no de nosotros.

¿Qué temas han quedado pendientes?

Un montón: el arte, el teatro, la literatura, la música? Los artistas más famosos están en esta ciudad. Además, era lógico y normal que estuvieran en Sevilla, porque era una urbe riquísima y eran los ricos los que invertían en arte.

¿Es necesario conocer muy a fondo Sevilla para hacer una serie de estas características?

Hemos tenido un gran documentalista, Pedro Álvarez, que nos ha ido aleccionando y nos ha facilitado la tarea. Nos ha recomendado leer los libros adecuados y ha hecho una exploración muy exhaustiva.

¿Ha sido necesario hacer muchas adaptaciones exteriores para retrotraer la ciudad actual al siglo XVI?

Cuando abordamos la primera temporada, nuestra ingenua impresión era que no íbamos a tener ningún problema, porque Sevilla conserva un montón de edificios e iglesias de la época, pero en cuanto empezamos a preparar la serie nos dimos cuenta de lo contrario, de que iba a ser dificilísimo. El mobiliario urbano se ha ido comiendo la ciudad y nos fue casi imposible rodar en ninguno de los lugares que habíamos previsto.

¿Y cómo solucionaron el problema? ¿También metieron efectos digitales?

Lo que veis en pantalla es una combinación de escenarios reales con composiciones digitales. Hemos tenido que hacer un verdadero diseño de producción. Uno de los lugares donde más hemos rodado es en una calle construida en Utrera (Sevilla) para la serie, que recrea el ambiente del siglo XVI.

Ahora que ya le ha pasado al espectador La peste, ¿qué otros proyectos afronta?

Defender la serie durante un tiempo, en primer lugar, aunque ya me he puesto con nuevas historias. Estoy escribiendo con Rafael Cobos un nuevo guion y espero volver el año que viene al cine y hacer una nueva película. A ver si hay suerte.

¿Echa de menos el cine?

Sí, mucho. Trabajas con otros tiempos. Cine y televisión son como categorías distintas. Es muy diferente hacer el uno o la otra.

¿Es superior la categoría del cine?

No, no he dicho eso, solo que la televisión y el cine se mueven en mundos distintos. El detalle que se le pone a una película no se le pone a una serie, por motivos de tiempo, de ritmos...

Creíamos que había tenido tiempo suficiente para rodar La peste, o al menos así se dijo...

Y lo he tenido. La peste ha supuesto un total de ocho meses de trabajo, y si le sumas la posproducción, casi un año. Hemos tenido cuatro meses de preparación y cuatro de rodaje, un lujo para ser televisión, eso no lo voy a negar, pero aun así, el cine es diferente. Las sensaciones son diferentes cuando se rueda una película.

Sin embargo, muchos creadores coinciden en que la televisión cada vez se ajusta más a las técnicas cinematográficas.

Sí, eso es cierto. Se está invirtiendo dinero, mucho dinero. Los presupuestos han crecido notablemente. La diferencia está en que los procesos de las series son mucho más industriales. Es por eso que a mí me atrae más el cine. Me gusta lo artesano que es el cine frente a las series televisivas.

En estos momentos hay muchas series en producción. Incluso hay quien habla de burbuja.

Creo que es pronto para hablar de ese tema. Las series están dando mucho trabajo a todos los equipos del sector audiovisual. ¿Que son muchas producciones? Quizá, pero antes nos quejábamos de que eran pocas. No sé si se está creando una burbuja, lo que sí sé es que se están haciendo historias muy bonitas y que cada sector del público puede tener su propio espacio.

En ocasiones las opciones son tantas que desconciertan, y al final ni sabes qué historia elegir.

Los espectadores se mueven por géneros y siempre se elige aquello que más interesa. Sí es cierto que hay mucha oferta, pero como en otras muchas cosas. Al final, siempre hay que elegir.

PERSONAL

Edad: 48 años (11 de mayo de 1971).

Lugar de nacimiento: Sevilla.

Formación: Alberto Rodríguez estudió Imagen y Sonido en la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad de Sevilla.

Trayectoria: Lleva dos décadas en el mundillo audiovisual. Su primera película profesional fue 7 vírgenes. Obtuvo muy buenas críticas con Grupo 7, con la que optó a 16 nominaciones de los premios Goya y obtuvo dos. Su mayor popularidad la logró con La isla mínima y con El hombre de las mil caras. En televisión tiene solo una serie, La peste.