Arluzebide, que se conoce también en el valle como Txepetxabide, es un tajo violento en las calizas marmóreas que cables y tornos tallaron para sacar algunos bloques de mármol rojo. Pero el mármol rojo se acabó y un accidente con un barreno que segó la vida de un trabajador forzó el cierre de la cantera ya hace más de veinte años. Allí sobrevive sin embargo la plataforma dejada a la vista del viajero, levemente transformada por la mano del artista local Mikel Lertxundi.

El escultor de Berriatua, que trabaja habitualmente sobre materiales de piedra hierro y madera, que asocia con la naturaleza del agua, el aire y el fuego, realizó una intervención liviana en la cantera para dotarla de energía y propiciar en los 1.500 metros cuadrados de su espacio un encuentro de lo humano con la naturaleza a través del arte.

Lertxundi trabajó organizando algunos bloques de piedra extraídos en la cantera, instalando además algunos troncos sobre el tapiz verde que constituye el balcón abierto en la montaña, y quiso que el hierro fuera el símbolo del último barreno y las poleas utilizadas para el corte de la roca fueran las piezas complementarias del discurso de elementos de Arluzebide. Que por supuesto están en sintonía con el bosque de encinar cantábrico y el mar que se divisa en el horizonte lejano, todo desde un lugar que parece estar apartado del mundo.

A Txepetxabide o Arluzebide se llega desde Markina, tomando una ruta local que arranca entre caseríos frente a las escuelas públicas de Bekobenta, al par de la carretera que enfila hacia Ondarroa.

La ruta se encamina a una cantera, Urretxe, y podemos llevar hasta sus pies nuestro vehículo o llegar caminando sobre asfalto, ya que no es evidente el itinerario balizado que viene de Markina. Alcanzado un gran rellano en el pinar, la ruta traza una larga curva y se encarama ante un semáforo que regula el tránsito de camiones. Es el momento de abandonarla tomando un escondido sendero que trepa al lado de un pequeño edificio en desuso. Empinado y escueto, cruza enseguida la carretera y prosigue en diagonal por el bosque, conectando luego con un tramo de pista sin pavimentar. Ahora la vegetación del encinar cantábrico nos acompañará hasta un bello hayedo trasmocho. Dejaremos la pista que marcha bajando por la derecha para subir ligeramente a la izquierda. El roquedo del lapiaz calizo que sustenta Arluzebide aflora de vez en cuando entre los árboles, también algunas escombreras dejadas por la explotación minera. Cruzamos una barrera y muy pronto desembocamos en el rellano de mármol, presidido por un arco de triunfo pétreo.

Ahí están Arluzebide, los tajos de montaña cortados por los barrenos y la terraza lisa como una baldosa gigante a falta de pulir. En un extremo, la polea descansa en su brecha de corte, otra sobrevive más arriba; permanece en la cantera la caseta de los trabajadores, vacía; el viejo compresor, oxidado; un resto del mármol rojo, centrado; el horizonte, inmenso, anticipado por los troncos instalados por Lertxundi. Aquí y allá bloques de mármol negro, de ese negro Markina que viaja por medio mundo.

En el costado izquierdo de la cantera se puede ascender un pequeño tramo para descubrir el depósito de agua que servía para refrigerar el sistema de poleas de la explotación.

Mirar, escuchar, leer las historias de la piedra es emocionante en Arluzebide.

GUÍA PRÁCTICA

Cómo llegar: El espacio de Arluzebide se encuentra en la localidad vizcaína de Markina-Xemein. La ruta de acceso más eficaz viaja desde las proximidades de Durango, en la N-634, tomando la ruta BI-633 y llegando al valle por el puerto de Trabakua. Tras la rotonda de acceso a Markina se seguirá rumbo a Ondarroa para desviarse enseguida a la izquierda frente a las escuelas de Bekobenta. Allí hay que seguir la ruta que se dirige a la cantera de Uretxe. El mejor lugar para comenzar a caminar es la explanada ubicada antes del semáforo de acceso a esta cantera. De allí a Arluzebide se puede llegar en unos cuarenta minutos de camino, parecido tiempo para el regreso.

Qué visitar: En Markina sobresale por cada rincón un valioso patrimonio histórico. El casco histórico se enreda en el trazado original de la villa medieval y entre sus callejuelas sobresalen algunos de los palacios más significativos de Bizkaia, y también una de las más singulares casas consistoriales de este territorio. En el entorno del casco se pueden ver numerosas torres de planta cuadrada: Antxia, Ansotegi, Barroeta y Ugarte. Entre su patrimonio religioso hay que ver la parroquial de Santa María, el Convento del Carmen y el original cementerio, así como la ermita de Erdotza, que era un jalón referente en el Camino de Santiago, próxima al hospital de peregrinos, que está ocupado ahora por el caserío de Txatxanetxe. Muy cerca del núcleo, en Xemein es imprescindible la visita del templo de San Miguel de Arretxinaga, con sus tres legendarias piedras gigantes abrigando al santo patrón.