Ponerse a los mandos de un vehículo eléctrico supone toda una experiencia. Aunque no sea el primero que pase por nuestras manos, no podemos obviar que lo habitual es desplazarnos en modelos de combustión y que nuestra mente y cuerpo están acostumbrados a las sensaciones y reacciones que provocan los vehículos dotados de motores de gasolina y diésel. Así que subirse al primer modelo eléctrico de una marca como Mercedes-Benz, siendo éste además un ejemplar que se sitúa en lo alto del segmento, constituye todo un acontecimiento.

El nuevo Mercedes-Benz EQC es, además, muchísimo más que sus cifras, que ya de por sí son impresionantes: dos motores eléctricos con 408 CV y 760 Nm, tracción a las cuatro ruedas, 180 km/h de velocidad máxima, un paso de 0 a 100 km/h en 5,1 segundos, cero emisiones de CO2 y otros gases, consumo de corriente en ciclo normalizado europeo entre 22,4 y 25 kWh por cada 100 kilómetros, entre 374 y 416 km de autonomía, tiempo de carga entre 40 minutos del 10 al 80% en una estación rápida y once horas en una Wallbox, unas dimensiones de 4,761 metros de largura, 1,884 de anchura, 1,623 de altura y 2,873 de distancia entre ejes, con un maletero de 500 litros de capacidad, 2.495 kilogramos de peso en vacío y un precio recomendado de 77.425 euros. Como ven, no hay nada que se quede pequeño en este vehículo enorme en todos los sentidos

Mercedes dice de su EQC es “un automóvil que conjuga la última tecnología, un diseño vanguardista, la sofisticación propia de la marca y la máxima deportividad”. Estoy de acuerdo con todo, salvo con lo de la máxima deportividad, porque no creo que sea esa su filosofía, sí la de un dinamismo elevado y de sensaciones intensas, casi demoledoras, cuando aceleramos sin piedad, pero no es un coche que despierte al pequeño Alonso -perdón, Hamilton- que todos llevamos dentro. También dicen la verdad cuando afirman que “ofrece una conducción excepcionalmente silenciosa y confortable, con todos los atributos de la compañía, como calidad, seguridad, comodidad, funcionalidad y conectividad. En cuanto al diseño, encarna el lujo avanzado de la nueva marca de productos y tecnología EQ”, algo que constatamos en persona cuando advertimos que las miradas que recibe mientras circulamos por ciudad se fijan en él como si estuvieran contemplando un modelo venido del futuro. Y a todo esto súmenle una tecnología de conectividad al máximo nivel con contenidos específicos como vehículo eléctrico, con navegación, programas de conducción y asistencias de seguridad interactuando en todo momento. De ciencia ficción, pero tan real y natural como la vida misma, como ponerse a los mandos y comenzar la partida.

Dicen los señores de la estrella que “con la llegada del nuevo EQC Mercedes-Benz escribe un nuevo capítulo en su historia. Para la compañía alemana es como volver a sus raíces, al punto donde hace más de 130 años inventaron el automóvil. El EQC marca un punto de inflexión y abre el camino de la ofensiva eléctrica de la firma”.

Todo esto está muy bien, pero lo mejor es que además es verdad. Sinceramente, creo que nunca me he montado en un coche tan caro, potente, impactante cuando aceleramos con ganas, espectacular en diseño exterior, silencioso de motor, aerodinámica y rodadura, increíblemente fácil de llevar, que lee a la perfección lo que nuestro pie derecho le está diciendo en todo momento, confortable, seguro, equipado, sofisticado, elegante y agradable. Y todo eso a la vez y en un solo modelo. Es como redescubrir la conducción, no el pilotaje, la conducción llevada a su máxima expresión. Tan sólo hay que pagar un peaje, además del precio, un peso elevado y sus inercias.

Puestos a soñar, me imagino a bordo del EQC cruzando uno de mis tramos de carretera favoritos, entre las localidades navarras de Alli y Madotz, una soleada mañana de primavera, con la ventanilla abierta, a baja velocidad, sintiendo el viento fresco y los aromas a hierba húmeda mientras las yeguas y las ovejas pastan plácidamente en las verdes laderas, los lugareños se afanan en las tareas del campo, la vida discurre lenta y pausadamente y nosotros la contemplamos y a la vez formamos parte de ella, del paisaje, fundiéndonos con él, sin generar ruido alguno ni contaminar con nuestros gases de combustión, a bordo de una alfombra mágica sobre ruedas tan fácil de manejar como fascinante de conducir.

MERCEDES-BENZ

EQC