- El primer ministro de Hungría, el ultranacionalista Viktor Orbán, cumplió con los pronósticos y tal y como se esperaba volvió a ser el vencedor de las elecciones celebradas ayer al imponerse a la coalición opositora, según un primer sondeo difundido tras cerrar las urnas.

La formación de Orbán, Fidesz, sumaría el 49% de los votos, mientras que la coalición opositora Unidos por Hungría -que reúne a partidos de izquierda, ecologistas, liberales y la derecha populista- obtendría el 41 %, según el instituto demoscópico Median.

De acuerdo con los analistas, la guerra en la vecina Ucrania benefició a Orbán, que se presentó ante el electorado como el garante de la estabilidad en tiempos turbulentos.

Según el sondeo, Fidesz contaría con 121 diputados de los 199 del Parlamento, mientras que la oposición lograría 77 escaños. El diputado restante sería un representante de la minoría alemana que suele apoyar a la formación de Orbán.

Gergely Gulyás, actual ministro de Gobernación, dijo que “los primeros resultados son una fuente de esperanza”.

La participación en las elecciones fue muy alta, ya que hasta las 18.30 alcanzó el 67,8%, una cifra muy parecida a la de 2018, cuando se produjo el récord de afluencia electoral durante la democracia, con el 70,2%.

Estos comicios son los más reñidos desde que Orbán llegó al poder en 2010 debido a que los seis principales partidos de la oposición dejaron de lado sus diferencias ideológicas para formar un frente unido contra Fidesz.

Orbán, de 58 años, gobernó Hungría los últimos doce años con una amplia mayoría absoluta que le ha permitido aprobar en solitario una nueva Carta Magna y enmiendas constitucionales con las que ha socavado la separación de poderes, según las críticas de la oposición y la Unión Europea (UE).

El primer ministro, un crítico feroz de la inmigración, los derechos LGBT y los “burócratas de la UE”, se ha ganado la admiración de los nacionalistas y la ultraderecha de Europa.

El jefe de Gobierno se ha presentado como garante de la estabilidad del país y ha acusado a la oposición de querer involucrar a Hungría en la guerra por solidarizarse con el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, cuyo país está siendo invadido por Rusia.

Orbán, que tiene sintonía con el presidente ruso, Vladímir Putin, con quien comparte políticas conservadoras, secunda las sanciones de la UE contra Moscú pero se niega a entregar armas a Ucrania, prohibiendo incluso que material bélico con destino a Kiev transite por territorio magiar.

Hungría acogió a casi 400.000 ucranianos que huyeron del conflicto bélico y la guerra se ha convertido en un tema de campaña, con la oposición calificando a Orbán de ser un “mini-Putin” por su tendencias autocráticas y subrayando su creciente aislamiento en la UE.

Su cercanía a China y a Rusia ha sido también un elemento de tensión con Bruselas, que aumentó la presión contra Hungría hasta aprobar un mecanismo que condiciona la llegada de fondos europeos al respeto del Estado de derecho.

La comprensión con Moscú y las críticas a Kiev incluso durante la invasión rusa de Ucrania han llegado a distanciar a Budapest de sus socios tradicionales del Este, como Polonia y la República Checa, ahondando en un creciente aislamiento en la UE.

Los partidos de la oposición y los observadores electorales de la OSCE han puesto el acento en las dificultades para derrotar a Orbán debido a su control de la mayoría de los medios del país y a contar con más medios financieros que sus contrincantes. Además, la nueva ley electoral que beneficiaba a zonas rurales de voto conservador y reformó el Tribunal Supremo y el Constitucional para garantizarse una mayoría favorable.