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Tribuna abierta

El jugador de póker y el jugador de ajedrez

El concierto de Elvis fue tan secreto que nadie se enteró. Al mismo tiempo, los agentes secretos occidentales y de la URSS intercambiaban en Berlín informaciones falsas

El jugador de póker y el jugador de ajedrezE.P.

Leyendo cuentos de Vitali Kroptkin sobre muñecas rusas y la Guerra Fría, he entendido la geopolítica actual. En unos documentos secretos desclasificados por la KGB se ha sabido que Elvis Presley dio un concierto en la Plaza Roja, cuenta V. Kroptkin. Era en 1959, la Guerra Fría estaba caliente, valga la paradoja. Como la operación Congo fue exitosa con L. Armstrong para eliminar a P. Lumumba, la CIA pensó usar la misma estrategia de despiste para sacar fuera de juego a Kruschev, enviando esta vez al rey del rock. El concierto fue precedido por la orquesta de Moscú tocando El lago de los cisnes de Chaikovski.

El concierto de Elvis fue tan secreto que nadie se enteró. Al mismo tiempo, los agentes secretos occidentales y de la URSS intercambiaban en Berlín informaciones falsas. Eran los tiempos en los que los hombres surgían del frío, entre la niebla.

En aquellos años posteriores a la revolución bolchevique, los ciudadanos eran obligados a leer y culturizarse. La asociación de escritores se encargaba del adoctrinamiento con largos poemas épicos. Nunca antes se habían publicado tantos libros; se repartían desde Kiev hasta Mongolia. La cultura había llegado al pueblo. La economía, en cambio, andaba a trancas y barrancas, entre penurias. El ajedrez era obligatorio en la enseñanza.

Al otro lado del Atlántico, la economía era floreciente, con la producción de tantas cosas inútiles que nos hacen creer que necesitamos para llevar una vida feliz. La sociedad estaba volcada en el consumo masivo para impulsar la economía. Hollywood inculcaba el miedo a los rojos, como relataba el film Café atómico. La gran distracción de las masas eran las películas del oeste: la conquista de nuevas tierras, el salón, las chicas bonitas, los grandes espacios, las miradas asesinas alrededor de una mesa de póker. John Wayne era el héroe a emular.

El presidente 47 de los EE UU es un jugador de póker; esa es la estrategia que usa para gobernar. En cambio, el otro gran líder de Rusia, corto de estatura pero con grandes ambiciones, se educó sentimentalmente en Berlín Oriental, espiando e intercambiando informaciones falsas. En aquella época existían dobles, triples y hasta cuádruples agentes, como lo describía Chesterton en El hombre que fue jueves. El que ha sido segundo, cuarto presidente y primer ministro es un jugador nato de ajedrez.

Se puede pensar que son solo tonterías de un jubilado, así que intentaré explicar mis razonamientos.

El presidente 47 siempre ha estado rodeado de chicas guapas. Era el dueño del concurso de Miss Universo. En una ocasión se celebró el certamen en Moscú. Las malas lenguas dicen que el entonces segundo presidente tiene en su poder grabaciones del paso del magnate por algún lujoso hotel a orillas del río Moscova. Melania, una antigua modelo, es la última adquisición del mercado femenino, a la que legalmente ha adoptado. Pero siempre será recordado como el cliente de Stormy Daniels.

Además, fue también dueño de casinos en Atlantic City, donde posiblemente aprendió a jugar al póker. Sus negocios en este sector colapsaron y quebraron, según las crónicas. Los medios televisivos le dieron la popularidad con una simple frase, “You are fired”, para deshacerse de los perdedores. No necesitaba un revólver: su verborrea era letal. Siempre anda rodeado de un grupo de acólitos, mayormente hombres blancos, algunos con barba, que parecen forajidos de duelo en OK Corral, como en los films de John Huston.

El juego del póker depende de las cartas que recibas. El presidente 47 ha tenido buena mano, pues también es amigo del crupier que las reparte: una buena economía, amigos oligarcas superricos, unas fuerzas armadas poderosas y una prensa de dinero sin límites. Para pregonar sus mentiras y bravuconerías tiene sus redes sociales.

El póker no es solo cuestión de suerte: hay que saber mirar al adversario, una mirada fija, como si fueses capaz de leer su pensamiento. Por eso ha elegido su foto de la detención por la policía en Nueva York como la foto oficial. Una mirada que infunda respeto, algo de temor, pero no demasiado, pues en ese caso los otros jugadores podrían salir corriendo. Lo ideal en el póker son 4 jugadores, pero también se puede jugar con muchos más. El juego consiste además en echar faroles, hacer ver a los contrincantes que tienes muy buenas cartas, apostar siempre más alto, aparentar que vas en serio, que eres capaz de echar el resto, de hacer saltar la banca. La postura, el lenguaje corporal y la guardia de centuriones son claves para ganar. Aunque ellos no jueguen, los otros saben que si sacan las pistolas, sus amigos también tienen el gatillo rápido. En el póker hay que ser bravucón y al mismo tiempo mantener la compostura.

El presidente 47 no ha parado de amedrentar, acusar, mentir, difamar, anexionar, dar su beneplácito a bombardeos de civiles, bravuconear, traicionar a sus aliados, enviar misivas, desobedecer a los jueces, enriquecerse con criptomonedas, enviar a sus matones a desmantelar la oficina del sheriff, etc. Acciones que invaden cada día los medios de comunicación. Este presidente es el nuevo truhán en la partida de póker que está jugando enfrentado a medio mundo.

El ajedrez es, por el contrario, un juego lento. En el pasado siglo los jugadores se carteaban cada movimiento, así que una partida podía durar años. Ahora, con las computadoras, las partidas pueden ser rápidas, blitz. En el ajedrez todo es cuestión de estrategia: saber guardar la calma cuando atacan tu rey o pierdes una pieza por un descuido o una trampa del adversario. Hay que mover las piezas con cautela, engañando al oponente, moviendo un caballo a una casilla no protegida o sacrificando un alfil. Se trata de acorralar al contrincante, de confundirle, atacando el flanco de la reina cuando tu jugada peligrosa es por la diagonal de cuadros negros. En ajedrez se habla poco; de hecho, en las competiciones internacionales no se habla nada. Durante el campeonato del mundo en Islandia, en plena Guerra Fría, las dos potencias nucleares enviaron a sus vasallos a jugar al ajedrez. Los rusos, que habían sido siempre campeones del mundo, representados por Spassky, fueron derrotados por el americano B. Fischer (12,5 - 8,5). La partida que dio el vuelco al torneo fue la sexta: Fischer iba perdiendo cinco a cero. Esa sexta partida fue el punto de inflexión; cambió el rumbo de la batalla ajedrecística. En la partida 13 incluso sacrificó la dama, la pieza más valiosa, y ganó. En la película de Bergman, El séptimo sello, la muerte siempre gana.

Veamos por qué el cuarto presidente de Rusia es un jugador de ajedrez. En un movimiento totalmente inesperado, en 2014 se adueñó de Crimea. Dejó a todo Occidente noqueado, sin saber responder a ese avance que ocupaba todo el flanco sur. Después de haber consolidado Crimea, envió avanzadillas de peones a Donbás con la disculpa, verdadera o falsa, de la discriminación de los rusos, y creó un movimiento independentista armado. Los países occidentales avanzaban lentamente sus piezas sin grandes aspavientos, creyendo que iba de farol. El gran ataque de caballería armada que atravesó el territorio de Ucrania ocurrió en 2022: nadie lo esperaba. La resistencia que encontró hizo que perdiera tanques y algunos miles de hombres, en su mayoría procedentes de presidios, antiguas repúblicas soviéticas e incluso algunos coreanos: carne de cañón. Han pasado ya tres años; sus posiciones estratégicas están cada vez más consolidadas mientras sus oponentes se desangran. Domina el espacio aéreo, no tiene prisa, el tiempo juega a su favor: lleva 25 años en el poder.

Los intentos de negociación por parte del trilero del póker van descarrilando, haciendo aguas por todas partes. Amenaza a todos sus amigos para mostrar quién es el dueño del salón. Por el contrario, el antiguo espía esconde sus cartas y hace demandas basadas en su posición estratégica de fuerza. Sabe que el nuevo presidente de los EEUU sueña con ir a Estocolmo en diciembre a reclamar el Premio Nobel de la Paz, por consolidar los acuerdos de Abraham, forzar la paz entre Ucrania y Rusia, esas paces que dice imponer en Asia y África. Al mismo tiempo recoge todas las ganancias en forma de tierras raras.

Los asiáticos prefieren el juego del Go, todavía más complicado que el ajedrez. Ahí el dominio corresponde al presidente chino: 4000 años de historia lo respaldan.

Y ahí estamos los europeos, viendo cómo un truhán del póker, con su crupier favorito de Oriente Medio dándole buenas jugadas, y un jugador de ajedrez se reparten el corazón de Europa, mientras los discípulos de Confucio siguen haciendo negocios con todo dios.