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Tribuna abierta

Del caos a la confederación: la apuesta del Sahel por la soberanía

El futuro se juega, como siempre, en los campos, las calles y las escuelas de Bamako, Uagadugú y Niamey

Del caos a la confederación: la apuesta del Sahel por la soberaníaCONTACTO vía Europa Press

Durante décadas, el Sahel funcionó como una prolongación del poder francés en África. Una suerte de zona franca donde el ejército tricolor operaba con libertad casi total, y donde las élites locales, civiles o militares, se refugiaban en democracias que eran, muchas veces, meras fachadas. Pero algo se quebró.

Los golpes de Estado en Malí (2020 y 2021), Burkina Faso (2022) y Níger (2023) no solo derrocaron gobiernos impopulares: marcaron la muerte simbólica de un modelo agotado. Un modelo incapaz de garantizar seguridad, desarrollo o dignidad. De sus ruinas ha surgido la Alianza de los Estados del Sahel (AES): tres gobiernos militares que, en nombre de la soberanía africana, intentan redefinir su lugar en el tablero internacional.

De la ruptura a la alianza

La AES nació en septiembre de 2023 con la firma de la Carta del Liptako-Gourma. No fue un pacto diplomático protocolario, sino un gesto de insumisión frente al orden regional e internacional. Tres gobiernos que rompen con la CEDEAO, expulsan a las tropas francesas, suspenden acuerdos militares históricos y reivindican una narrativa de emancipación nacional que resuena con fuerza en Bamako, Uagadugú y Niamey.

Más allá del combate al terrorismo, lo que los une es una rebelión política contra el tutelaje occidental. Se trata de una ruptura simbólica y estratégica que, aunque apoyada por gobiernos no electos, goza de un respaldo social significativo. En un contexto donde las elecciones se perciben como rituales vacíos, estos regímenes ganan legitimidad por contraste: “al menos, estos hacen algo distinto”.

El poder de la narrativa soberanista

La verdadera fuerza de la AES no reside solo en sus tanques, sino en su narrativa. Un discurso potente, identitario y emocional que proclama el derecho de los pueblos africanos a decidir por sí mismos. En los discursos de Ibrahim Traoré o Assimi Goïta se evoca a Sankara, al panafricanismo, a la dignidad arrebatada por siglos de intervención extranjera.

Esta narrativa es un capital político. Romper con Francia, enfrentarse a la CEDEAO, firmar acuerdos con Rusia o Turquía... Cada gesto es una escenificación coherente de ruptura. Y cada manifestación popular es una expresión del deseo profundo de dejar atrás la dependencia estructural.

Sin embargo, como dicen muchos en la región, “la soberanía no se come”. Por eso, los gobiernos de la AES han iniciado proyectos concretos: construcción de escuelas y hospitales, reformas en la gestión de recursos naturales, programas de autosuficiencia alimentaria. La narrativa se acompaña de acción, aunque el camino está plagado de desafíos.

Rusia y la reconfiguración geopolítica

La salida de Francia dejó un vacío que Rusia ha ocupado con rapidez. Pero no con tratados multilaterales, sino con acuerdos bilaterales, apoyo militar directo y una narrativa antiimperialista que se ajusta al nuevo clima del Sahel. Moscú no impone condiciones políticas: ofrece armas, instructores y, en algunos casos, promesas de cooperación energética.

El grupo Wagner, rebautizado como Patriot, simboliza esta nueva era: presencia militar efectiva y visible, acompañada de una retórica de respeto mutuo. Otros actores también se han sumado: Turquía, Irán, China. La AES se convierte así en un laboratorio geopolítico donde se ensaya una nueva autonomía africana.

Pero no hay alianzas desinteresadas. Los países del Sahel lo saben y lo asumen. Lo que buscan no es un salvador, sino una relación de fuerzas más equilibrada. El reto será evitar que estos nuevos socios reproduzcan, con otro acento, las mismas dinámicas de dependencia.

Fractura regional y horizonte confederal

La ruptura con la CEDEAO ha provocado una verdadera fractura política en África Occidental. Lo que comenzó como una alianza defensiva se perfila ahora como un eje político con ambiciones regionales. Las tensiones con los bloques tradicionales de integración se agravan. La AES denuncia una CEDEAO supeditada a intereses extranjeros y plantea alternativas.

El proyecto de una moneda común y una confederación formal, anunciada el 16 de septiembre de 2023, refuerzan esta voluntad de construir una nueva arquitectura regional. Es un paso que podría redefinir las dinámicas de cooperación en África Occidental si logra concretarse.

En otros países africanos, como Guinea o Chad, sectores de la sociedad observan la AES con simpatía. ¿Podría este modelo expandirse? ¿Está naciendo un nuevo tipo de integración panafricana? Por ahora, es una posibilidad, pero no una certeza.

Entre esperanza popular y límites estructurales

En las calles del Sahel hay esperanza. La gente ve cómo los ataques terroristas disminuyen, cómo algunos desplazados regresan, cómo se habla de dignidad sin complejos. En lugares como Kidal (Malí), la presencia del Estado ha regresado tras años de abandono. Para muchos jóvenes, la AES representa una oportunidad real de romper con el fatalismo.

Pero también dificultades. Las sanciones económicas, la precariedad de los servicios públicos y la fragilidad institucional heredada siguen presentes. La legitimidad popular es fuerte, pero no infinita. El éxito de la AES dependerá de su capacidad de traducir su proyecto político en mejoras concretas: salud, educación, empleo, seguridad.

¿Despertar africano o espejismo?

La Alianza de los Estados del Sahel es un síntoma y una señal. Síntoma del agotamiento del modelo liberal tutelado por potencias extranjeras; señal de que una parte de África ya no acepta ser patio trasero del mundo. Su irrupción remueve los cimientos de un orden que parecía inmutable.

Pero el riesgo también existe: que esta ruptura derive en autoritarismo, en alianzas desequilibradas o en una nueva forma de subordinación disfrazada. El antiimperialismo retórico está bien pero, no basta si no se traduce en justicia social y soberanía real: alimentaria, energética, institucional.

El Sahel está en una encrucijada. La AES puede ser el inicio de una verdadera descolonización estructural o un espejismo que distrae. Puede abrir paso a un modelo de desarrollo autónomo, o terminar repitiendo los errores del pasado con nuevos socios.

El futuro se juega, como siempre, en los campos, las calles y las escuelas de Bamako, Uagadugú y Niamey. Allí donde las palabras dejan de ser consignas y se convierten en vida real.