Durante el año que está a punto de finalizar Francia ha conocido, al frente de sus sucesivos gobiernos, cuatro primeros ministros distintos: Elisabeth Borne, que había desempeñado el cargo durante año y medio (desde mayo de 2022), era sustituida en los primeros días de este año (8 Enero) por Gabriel Attal, quien ejercería el cargo durante ocho meses hasta los primeros días de septiembre, cuando tras los inesperados resultados de las elecciones a la Asamblea Nacional fue sustituido (5 de Septiembre) a su vez por Michel Barnier, cuyo mandato al frente del Ejecutivo (finalizado como consecuencia de la reciente moción de censura, 4 diciembre) no llegó siquiera a los cien días que suele considerarse el plazo temporal emblemático para poder hacer una primera valoración de la actividad del gobierno. Finalmente, desde el pasado 13 de diciembre, el nuevo primer ministro es Françoise Bayrou, del que dada la brevedad del periodo temporal transcurrido desde su acceso al cargo, en este momento solo cabe constatar que es el cuarto primer ministro durante este año.

Esta sucesión de ejecutivos y de primeros ministros a lo largo del año que ahora acaba da lugar a una situación inédita, que no se había producido hasta ahora en las casi siete décadas de vida (desde 1958, en que se instauró) de la V República y que es reveladora de un estado de anomalía institucional que plantea serios problemas en relación con la incidencia que ésta pueda tener en la evolución del proceso político en el país vecino en los próximos años. Hay que tener presente, además, que este nuevo cambio del primer ministro se produce cuando aun resta por cumplir la mitad del quinquenio presidencial, que el presidente Macron ha manifestado que piensa agotar hasta el final de su mandato (mayo de 2027). Queda, por tanto, un amplio periodo por cubrir en el que, a día de hoy, con la composición de la Asamblea Nacional resultante de las últimas elecciones el pasado verano, resulta bastante problemático hacer cualquier previsión fiable.

Hay, asimismo, otros factores que es preciso tener en cuenta ya que aportan elementos de interés para poder encuadrar mejor la singularidad de esta crisis política. Uno de ellos, que es la primera vez (desde 1962) que un Gobierno cae como consecuencia de una moción de censura. Una moción de censura que, tal y como está configurada en el sistema constitucional de la V República, presenta singularidades muy notables como es que en el caso de que triunfe (como ha ocurrido en esta ocasión) ello no supone que el nuevo gobierno vaya a estar formado por las formaciones políticas que han impulsado la moción de censura; lo que puede dar lugar a serios problemas, como esta ocurriendo realmente tras el triunfo de la moción contra el gobierno Barnier. Y está por ver qué va a ocurrir con el nuevo gobierno Bayrou cuando este reinicie la actividad parlamentaria y, como primera medida, tenga que aprobar los nuevos Presupuestos (que recordemos es lo que ha provocado la caída del gobierno Barnier).

Ello nos conduce a abordar el problema principal que, más que Bayrou para formar gobierno o Macron para completar su mandato presidencial, tiene planteado el sistema institucional de la V República, y que no es otro que el de qué hacer cuando no es posible asegurar una mayoría parlamentaria que garantice la continuidad del Gobierno, como ocurre en este momento tras las ultimas elecciones a la Asamblea Nacional. Llegados a este punto, interesa llamar la atención sobre el hecho de que en esta ocasión, a diferencia de lo ocurrido en otros momentos -Mitterrand-Chirac (1986-88), Mitterrand-Balladur (1993-95), Chirac-Jospin(1997-2002)- el problema que se plantea no es de cohabitación entre el Presidente de la República y el primer ministro, respaldado por una mayoría parlamentaria de signo distinto, sino que lo que ocurre es que no hay mayoría parlamentaria, ni del mismo ni de distinto signo, lo que plantea problemas distintos y mas complicados para hallar salidas que desbloqueen la situación.

En este contexto político, que es el que realmente se da en Francia tras las sorpresivas e innecesarias elecciones convocadas por el presidente Macron con la fallida pretensión de reforzar su posición con una mayoría parlamentaria mas afín a sus posiciones, la salida acordada para afrontar la situación de bloqueo institucional creada tras la ultima crisis de gobierno, no deja de ser de lo mas curiosa. Solo así puede calificarse el acuerdo alcanzado por quienes van a sostener el nuevo gobierno Bayrou, comprometiéndose a renunciar a la utilización del mecanismo constitucional contemplado en el articulo 49 de la Constitución, que es precisamente uno de los instrumentos mas señeros del sistema constitucional de la V República, en virtud del cual el ejecutivo puede sacar adelante las medias que estime necesarias para hacer frente a la situación, sin el respaldo de la Asamblea Nacional. Es lo que ha ocurrido ahora, con motivo de la tentativa del gobierno Barnier de sacar adelante los Presupuestos sin contar con la Asamblea Nacional y la respuesta de ésta mediante la moción de censura (art. 50) que ha acabado con el ejecutivo cuando ni siquiera había llegado a los cien días.

Independientemente de otras consideraciones que puedan hacerse sobre la conveniencia o no de la vía seguida para dar salida a la crisis de gobierno, se trata de una medida que difícilmente puede considerarse que ataca la raíz del problema, que no es otro que la falta de una mayoría parlamentaria estable en la Asamblea Nacional y que es la cuestión que es preciso afrontar para poder garantizar la estabilidad del ejecutivo. El problema que tiene planteado tras las ultimas elecciones el gobierno, antes de Barnier y ahora de Bayrou, no es de cohabitación con la presidencia de la República como ocurría en las anteriores -Chirac 1986, Balladur 1993, Jospin 1997- sino de articular una mayoría parlamentaria (que no es la ocasional mayoría aritmética de la moción de censura) que necesariamente tiene que estar asentada en unas bases programáticas que permitan una mínima cohesión política de los apoyos parlamentarios al gobierno.

En el momento actual concurren, además, una serie de factores adicionales que hacen mas problemática aun la situación. El mas inmediato, la situación en Alemania, con cuyo gobierno, pendiente en este momento del resultado de las próximas elecciones en febrero, deberá sintonizar el de F. Bayrou para que el eje francoalemán, clave para el funcionamiento de la UE, pueda seguir funcionando en lo sucesivo. Mas incertidumbre plantea cómo puede afectar el mandato presidencial del imprevisible Trump, cuyo inicio coincide temporalmente con el del nuevo ejecutivo francés (y alemán) y que, a no dudar, va a incidir de forma decisiva no solo en relación con la política que desplieguen éstos sino también con la de la UE en su conjunto. Por último, es preciso tener en cuenta también el nuevo periodo que se abre en la UE tras las ultimas elecciones europeas de este año y la nueva composición del Parlamento europeo y de la Comisión, en los que pueden apreciarse cambios muy significativos ante los que el nuevo Gobierno francés (como los de los demás Estados miembros de la UE) han de fijar su posición.

Resulta muy cuestionable sostener que con este cambio de primer ministro, el cuarto en lo que va de año, se ha zanjado el problema de la estabilidad política en Francia; que probablemente va a seguir siendo el principal problema que va a tener que afrontar el nuevo gobierno de François Bayrou, como también lo fue del anterior de Michel Barnier y lo seguirá siendo de cualquier otro mientras no se articule una mayoría parlamentaria estable sobre la base de un acuerdo programático común, que es lo que ha faltado hasta ahora. Porque el problema, en esta ocasión, no es de cohabitación, como se ha dicho en numerosos comentarios estos días, ni tampoco ofrece ninguna solución recurrir a la lista con mas escaños, que además distan mucho de acercarse a la mayoría y que, por tanto, no está en condiciones de garantizar nada. Y, para finalizar, tampoco estaría de mas plantearse si la forma como están configurados en el sistema constitucional de la V República la posibilidad de gobernar al margen de la Asamblea Nacional y la moción de censura que ésta pueda plantear como respuesta, contribuyen a garantizar la estabilidad política o, por el contrario, como se ha puesto de manifiesto en esta ocasión, no aportan nada, mas bien todo lo contrario, para conseguirla.

Profesor