La sola idea de que puedan convivir mesiánicos y liberales en el Estado de Israel es cuando menos ingenua en el mejor de los casos. Pienso que el genocidio de Israel en Gaza está destruyendo la cohabitación de dos cosmovisiones. Israel puede ganar guerras hoy en día, pero tiene perdidas todas aquellas que abren fisuras estratégicas en una sociedad que se sostiene sobre equilibrios.

El actual gobierno israelí está conformado por una alianza en la que participan fuerzas políticas laicas de extrema derecha y el sionismo religioso. Son políticos clave el poderoso primer ministro, Benjamín Netanyahu, el titular de Defensa, Yoav Gallant, o el de Exteriores, Israel Katz, junto a ministros del campo sionista religioso como el de Seguridad Nacional, Itamar Ben Gvir, el de Finanzas, Betsalel Smotrich o la ministra de asentamientos Orit Strok. A todos los une una agenda nacionalista extremista y los diferencia, silenciosamente, un sistema de valores contrapuestos. ¿Qué mantiene este hilo que une el país sin estallar? Analistas israelíes pronostican que el estado sionista es una bomba de relojería invadido de fracturas sociales, culturales, religiosas y políticas. ¿Será cierto? ¿Son sobre todo el deseo de que el sionismo pague sus crímenes?

Les une sin duda la creación del Gran Israel (Eretz), un sueño que empezó siendo romántico a finales del siglo XIX y hoy es una fuerza ocupante de territorios que termina robando para su gran empresa territorial, “toda la Palestina histórica para los judíos”. Los pasos del sionismo se aceleran al tiempo que su mesianismo se hace hegemónico en Israel, sin que pueda ser frenado por un liberalismo de bajo perfil, casi desaparecido, sin capacidad de respuesta. Con sólo observar a los soldados israelíes, una gran parte tocados con la kipá (solideo) y el tzizit (vestimenta masculina que asoma sus flecos bajo la camisa) que actúan como recordatorio religioso, nos podemos dar cuenta de la evolución de un país dirigido por un poder mesiánico que en pocos años ha borrado del mapa los viejos kibutz socialistas para convertirse en un estado neoliberal que alimenta el mito de la redención a través de sus éxitos militares.

Israel funciona bajo el mando del bloque de los creyentes, Gush Emunim, que convierte sus campañas militares en éxitos, en victorias que son como señales de que Dios ha decidido redimir al pueblo judío. A finales del siglo XIX la declaración Balfour, bajo el mandato británico, fue la primera señal divina. Luego fue la partición de Palestina por la ONU a lo que siguió la guerra de los seis días. Todas ellas señales divinas. Por cierto, que una parte del sionismo vio en los territorios palestinos conquistados una especie de fianza temporal. En contraste, otra parte del sionismo que ya es mayoritaria, interpreta que la colonización pasa por el turno del poder religioso, un paso más en el camino hacia la redención. Dios está haciendo avanzar la redención a la fuerza. En diversas ocasiones he fundamentado que la creación del Estado laico está encaminado a un Estado impuesto desde la Torá cuya primera acción debe ser la expulsión de todos los habitantes no judíos. Para el sionismo no es posible la devolución de tierras y territorios al pueblo palestino. En el Holocausto, Dios infligió un dolor como la Shoá, para que todo el mundo entendiera lo que explican los rabinos a los jóvenes: no hay vuelta atrás, responderemos con armas nucleares si es preciso.

¿Qué lugar ocupa Netanhayu en todo esto? Es la encarnación de la ira del Dios vengativo que monta en una ola que viene de lejos. Su apuesta es a “todo o nada” actuando como un Mesías que desafía al mundo al abrigo de la impunidad que le ofrece Estados Unidos. Él ha sabido hacer que las guerras de Israel sean vistas en el país como guerras mesiánicas. Netanhayu se ve a sí mismo investido como la semilla de la redención final. Atado a una imagen que lo consagra como el guía supremo que conduce al pueblo al prometido gran Israel. Sin embargo, su disfraz de salvador de Israel no pude ocultar su realidad de criminal de guerra destinado a arrastrar de por vida las pesadas cadenas del desprecio mundial. Netanhayu está confrontando al pueblo judío con la inmensa mayoría de la sociedad planetaria.

Así, cada devolución de territorio como parte de acuerdos de paz con Egipto y Jordania y, sobre todo, con los Acuerdos de Oslo y la creación de la Autoridad Nacional Palestina, no eran una cuestión política para el Gush Emunim, sino gestos espantosos que alejaban al pueblo judío de la redención. La redención llegará, según esta corriente del judaísmo, cuando el pueblo de Israel esté en su nación siguiendo las leyes de la Torá (el Pentateuco) El sionismo religioso está en todos los lugares clave del país, en el Shin Bet (Seguridad Interior), Mosad, Ejército, Tribunal Supremo, en la economía, y lo ha hecho de manera muy organizada. Los palestinos pueden elegir entre quedarse bajo el dominio judío, o irse. En este escenario Netanhayu juega el rol de criminal que se jacta de matar a niños y niñas, así como a mujeres, sin la más mínima empatía. Exterminar al pueblo palestino es garantizar un futuro libre de resistencia palestina y árabe. Es la tesis de la extrema maldad.

Netanhayu sólo contempla un final de aniquilamiento del pueblo palestino, de sus pueblos, desde el río Jordan hasta el mar Mediterráneo. Siempre podrá llegar a un acuerdo con los jueces. Cierto que se encuentra atrapado por fiscales israelíes en tres casos que lo acusan de corrupción, pero no creo que al líder sionista le quiten el sueño los tribunales israelíes. En cambio, el gobierno sionista parece tener ante sí, más cerca que nunca, la creación de un Estado mesiánico. Dicen los rabinos: “Hay momentos en que las semillas de la redención brotan ante nuestros ojos, como parte de lo que se conoce como ‘señales del fin del exilio’.

La verdad es que es muy complicado confrontarse con una ideología impregnada de religiosidad. Ya sentenció Ben Gurion (padre del Israel moderno) que la Torá es la auténtica Constitución del pueblo de Israel. ¿Cómo luchar contra un pensamiento dogmático, manipulador de la historia antigua como de la moderna?

Politólogo especialista en Relaciones Internacionales y Cooperación al Desarrollo