Las operaciones militares que desde el pasado 7 de octubre está llevando a cabo Israel en Gaza presentan características muy distintas en relación con las que se han dado en anteriores confrontaciones bélicas en Palestina. Para empezar, hay que decir que aunque sea habitual utilizar el término ‘guerra’ para referirse a la situación actual en Gaza, en realidad no se trata de una guerra en la que se enfrentan dos ejércitos sino que hay un solo ejército que viene realizando operaciones militares de castigo sobre una población civil sin que haya ningún ejercito oponente que le haga frente. No cabe, por tanto, ninguna equiparación con situaciones bélicas anteriores tales como la guerra de los seis días (1967) o la del Yom Kipur (1973), tampoco con la inicial (1948) tras la proclamación del Estado de Israel (que dicho sea de paso preveía la creación de dos Estados, lo que no se ha cumplido y es uno de los factores desencadenantes de la situación actual).

Se justifican las operaciones militares sobre la población de Gaza por parte del ejército israelí por la necesidad de acabar con el grupo terrorista –Hamás– causante de los atentados del 7 de octubre en territorio israelí, con el saldo de víctimas mortales y rehenes ya conocido. No puede objetarse el derecho que asiste al Estado de Israel, como a cualquier otro, a hacer efectiva la legítima defensa ante agresiones terroristas como ésta, incluyendo el uso de todos los recursos de que dispone, también los militares, para hacer frente a estas agresiones y a cualesquiera otras que puedan producirse en el futuro. Dicho esto y dejando clara esta posición, hay que decir también que la respuesta que se dé y las medidas que se adopten no pueden vulnerar las normas básicas del Derecho internacional, del Derecho humanitario y también del Derecho de guerra, porque en las operaciones militares también hay normas que no se pueden infringir.

Una característica distintiva de las operaciones militares que se están a cabo en la franja de Gaza es el elevado número de víctimas mortales civiles, lo que constituye un dato nuevo en relación con anteriores confrontaciones bélicas. En esta ocasión los muertos no se producen entre los ejércitos, sino que son producto, en su inmensa mayoría, de bombardeos y operaciones de castigo sobre la población civil, que constituyen el grueso de la actividad militar que está llevando a cabo el ejército israelí. Si bien las cifras conocidas hasta la fecha –más de 20.000, contabilizando solo los confirmados y sin contar los desaparecidos entre los escombros ni los fallecidos en los hospitales como consecuencia de la paralización de los servicios sanitarios mínimos– son por sí mismas suficientemente ilustrativas de la tragedia que asola a la población de Gaza, lo que es preciso destacar en esta ocasión es el elevadísimo porcentaje de víctimas entre la población civil; que de acuerdo con las propias normas que rigen la actividad militar (en la que también hay normas que respetar) nunca puede constituir un objetivo militar.

Se trata de una guerra sin frentes o, para ser más precisos, en la que el frente de combate es la población civil, incluidos los hospitales, los mercados, los comercios, los edificios habitados, los centros educativos o de cualquier otro tipo en el que se agrupe la población. El problema de este tipo de guerras es que no concluyen con el cese de las operaciones militares, que finalizarán cuando ya no haya nada más que arrasar en la ya arrasada franja de Gaza, lo que al paso que se lleva no parece que pueda prolongarse por mucho tiempo. Pero cuando finalicen las operaciones militares que nadie piense, tampoco quienes las están protagonizando hasta el día de hoy, que con ello han logrado solucionar el principal problema que tenían, que no es otro que el de garantizar la seguridad del Estado de Israel, y que a partir de ahora y gracias a la contundente acción militar desarrollada en Gaza, se va a abrir un escenario de paz duradera.

Aunque el territorio en el que están teniendo lugar los hechos, que solo cabe calificar como de masacre de la población civil, es de dimensiones muy reducidas –no llegan a 50 kms. de longitud por algo más de 12 de anchura– ello no impide que su repercusión se proyecte a escala global. Así lo certifican las recientes reuniones del Consejo de Seguridad de la ONU (8/12/2023) y, así mismo, de Asamblea General (12/12/2023) para tratar sobre el tema y para adoptar unas Resoluciones en las que lo único que se reclama es un ‘alto el fuego’, condición mínima para poder buscar vías de solución a la situación. No deja de sorprender que una petición como ésta, que tan solo se limita a pedir un ‘alto el fuego’ sin exigir nada a quienes han hecho uso ilimitado del fuego contra la población civil, haya podido causar una reacción tan agresiva por parte del Gobierno de Netanyahu, que ha arremetido contra el Secretario General de la ONU, António Guterres, exigiendo nada menos que su dimisión por haber planteado esta cuestión en el Consejo de Seguridad; en el que no salió adelante, como es sabido, debido al veto de EE.UU. (y la abstención del Reino Unido, UK) a pesar de contar con una abrumadora mayoría del resto de los miembros. Mayoría que se reprodujo en la votación de la Asamblea General: 153 votos a favor, 10 en contra (capitaneados por EE. UU. también) y 23 abstenciones (con la sorprendente presencia en este grupo de Alemania e Italia).

En relación con las reacciones suscitadas en los escenarios internacionales hay un dato añadido, que nos afecta de forma especial a nosotros como europeos, referente a la posición (la no-posición para ser más exactos) adoptada ante este asunto por el Consejo Europeo, máximo órgano de la UE que precisamente estos días (14-15 diciembre) tenía su reunión periódica en Bruselas. Es difícil entender que ante los hechos que están teniendo lugar en Gaza, sin duda los más importantes, e inquietantes, en el escenario político mundial en el momento presente, el máximo órgano de la Unión Europea no haya sido capaz de adoptar posición alguna; ni siquiera para pedir, en línea con las amplias mayorías decantadas recientemente en la Asamblea General y en el Consejo de Seguridad de la ONU, un ‘alto el fuego’ en Gaza, lo que no parece que sea pedir mucho. Es ésta una cuestión que requiere un tratamiento específico más extenso que no es posible desarrollar aquí, pero, en cualquier caso, esta posición inhibitoria ante una cuestión de la trascendencia que están teniendo los sucesos de Gaza es la muestra más clara de la más completa irrelevancia de la UE en la escena internacional.

Teniendo en cuenta que, de acuerdo con las manifestaciones realizadas por los mandos de Israel, no va a haber ningún ‘alto el fuego’ y que las operaciones militares contra la población civil de Gaza van a proseguir hasta que el Gobierno Netanyahu decida ponerlas fin, hace falta saber cuáles son los planes que éste alberga para el futuro de Gaza y de la población palestina en general. Mas allá de la destrucción de Hamás, que es lo que se proclama oficialmente para justificar las operaciones militares (aunque ello no justificaría las acciones en Cisjordania, donde Hamás no tiene el control de este territorio) sería bueno conocer los proyectos que hay sobre la nueva ordenación del área palestina tras la finalización de las operaciones militares. Se trata de una cuestión clave porque todo indica que en esta ocasión se están produciendo hechos nuevos, empezando por trasvases masivos de población palestina que no se habían producido otras veces, lo que altera sensiblemente el cuadro demográfico existente y va a ser determinante en la reconfiguración de la situación cuando se entre en la fase postbélica.

No es posible saber cuándo ni cómo van a finalizar las operaciones militares israelitas en Gaza, pero lo que sí puede afirmarse es que arrasar un territorio y diezmar su población como está ocurriendo en la franja de Gaza no solo no soluciona ninguno de los problemas existentes en Israel ni en Palestina, sino que los agrava todos. También el problema que obsesiona desde siempre a los dirigentes israelíes como es de la propia seguridad del Estado de Israel, que nunca va a tener solución intensificando las operaciones de castigo contra sus vecinos palestinos sino emprendiendo justamente la vía contraria, conducente al establecimiento de un Estado palestino viable con el que coexistir pacíficamente (que además era el proyecto inicial cuando se fundó el Estado de Israel). En cualquier caso, conviene advertir a quienes abogan por la vía que se está siguiendo en Gaza que sean conscientes de que independientemente del eventual éxito de las operaciones militares en curso, los riesgos para la seguridad de Israel han aumentado en relación con que los que ya existían antes del inicio de las operaciones.

Profesor