El monstruo de Frankenstein es un personaje de ficción que apareció por primera vez en la novela Frankenstein o el moderno Prometeo, de Mary Shelley. Se trata de un ser creado a partir de partes diferentes de cadáveres, al cual le es otorgada la vida por su creador Víctor Frankenstein, durante un experimento. El monstruo debía ser bastante listo pero el continuo rechazo del que era objeto lo hace convertirse en un ser solitario, amargado y vengativo. Al final acaba su vida quemándose vivo en una hoguera en el Polo Norte.

Usando su nombre surgió el gobierno Frankenstein, es decir el gobierno Sánchez, que fue denominado así en un curso de verano de El Escorial por Alfredo Pérez Rubalcaba, su predecesor en la secretaría general del PSOE. ”Ese ejecutivo no puede ser porque los socialistas no pueden ir a la investidura de la mano de partidos independentistas que quieren romper aquello que ellos desean gobernar”. Al hablar de Nación, lo hacía de España. Hacía referencia a una amplia gama de retales al igual que el personaje-monstruo de la novela.

Tuve ocasión de hablar con Rubalcaba antes de su fallecimiento y le dije que se equivocaba de monstruo, pues Frankenstein no era el gobierno sino su querida España y que no comprendía cómo habiendo nacido en Solares (Cantabria) y siendo químico, no terminaba de asumir que su querida Madrid, con la cabeza de Cibeles, nada tenía que ver con las manos incorporadas al Frankenstein por Cantabria. Desgraciadamente falleció y no ha podido ver que aquel gobierno efímero que tildó de Frankenstein, por la suma de podemitas, socialistas y varios ismos, iba a durar los cuatro años de legislatura como seguramente durará el próximo, si el PSOE por pura necesidad logra asumir parte, de una vez, lo que en verdad es el estado español, es decir, la suma de fragmentos de estado como los describe Herrero de Miñón .Y que asimismo el PP, por pura necesidad, debería asumir de una vez junto al PSOE que el monstruo lo tienen en casa, se llama España, está compuesta y hubo un intento en 1978 de que las partes diferenciadas pudieran funcionar.

Solo Dos

José María Maravall, ministro de Educación y Ciencia en dos legislaturas del gobierno de Felipe González, es una de las cabezas más lúcidas del PSOE. Amigo personal del ex presidente, educado en Oxford y en la Complutense, dirigió el Centro de Estudios Avanzados de Ciencias Sociales del Instituto Juan March. Hace poco le hicieron una entrevista donde le preguntaban si se parecía algo el Estado español actual al que se diseñó al inicio de la transición. ”Cuando se diseñó la Constitución -contestó- había un problema muy grave, que era el acomodo de los nacionalismos históricos catalán y vasco. También debía iniciarse un proceso de descentralización. Sin embargo, los poderes fácticos preferían diecisiete autonomías a solo dos para Catalunya y Euzkadi. La consecuencia fue un solapamiento entre la descentralización y el acomodo de los nacionalismos. Pero lo cierto es que no existía un modelo. Algunos teníamos muy claro que el País Vasco y Catalunya debían ser tratados de forma distinta”.

Hoy aquel PSOE de Maravall no existe y funciona a golpe de necesidad de apoyos como acaba de ocurrir con la elección de la Mesa y la posible utilización de las lenguas cooficiales, aunque no sabemos si de manera tan cicatera como en el Senado. Si dudan, escuchen a García Page o al propio González que decía lo mismo que Maravall y le confesó a Xabier Arzalluz, antes de la Loapa, que él concebía Andalucía como una Mancomunidad de Diputaciones, pero en cuanto vio a Suárez débil se lanzó, con Guerra al frente, a convertir Andalucía en Comunidad Histórica por puro partidismo de política de inmediatez. Previamente Benegas, Rubial y Redondo habían quemado la pancarta sobre la autodeterminación con la que se habían paseado por Bilbao en el Aberri Eguna de 1978.

A raíz de la Loapa y del grito de “Todos con chanclas”, frente al comentario de Maravall que propiciaba casi un estado confederal, Arzallus dejó de hablar con Felipe González cinco años. Otra hubiera sido la historia. Y sumo a las dos naciones a Galiza, que refrendó su estatuto en 1936. Ese dato sirvió para que en la sacrosanta Constitución española se hable de Nacionalidades y Regiones, es decir, entre Naciones y Regiones, razón por la cual el PP no apoyó el estatuto de Gernika y votó en contra del título VIII de la Constitución.

No es pues baladí repetir una vez más la frase de Josep Pla de que lo más parecido a un español de derechas es un español de izquierdas. En lenguaje actual, el PP y el PSOE, Sumar y Vox, con intensidades diversas. Más cruel fue el todopoderoso Antonio Cánovas del Castillo. Lo escribió Pérez Galdós: ”Hallábase Don Antonio una tarde en el banco azul de Presidente del Consejo, fatigado de un largo y enojoso debate, cuando se le acercaron dos diputados de la Comisión para preguntarle cómo redactarían el artículo del Código fundamental que dice: son españoles los tales y tales… Don Antonio, quitándose y poniéndose los lentes, con aquel guiño característico que expresaba su mal humor ante toda impertinencia, contestó ceceoso: ”Pongan ustedes que son españoles… los que no pueden ser otra cosa”. Aquella respuesta corrió como un reguero de pólvora en 1876. Yo siempre la repito cuando tildan a vascos nacionalistas de esta manera y ahí está precisamente la madre del cordero que ni madrileños, ni andaluces, ni extremeños, ni valencianos parecen estar contentos con ser españoles y quieren ser vascos, catalanes y gallegos porque inmediatamente te dicen que lo eres tú, que ellos son nacionalidad histórica y que no puede haber diferencias ni privilegios. Curioso. Si usted se siente tan orgulloso de ser español ¿por qué no deja a catalanes, vascos y gallegos ser lo que desean? Pues no.

Naciones y regiones

El problema actual es que tanto socialistas como populares han creado un Frankenstein y no saben cómo convivir con él. Y eso que tienen elementos para hacerlo, pero prima “el agravio comparativo”, nombre eufemístico de la envidia. ”Si yo no puedo, tú no puedes”. ”Si mi identidad es la española tú no puedes ser vasco, catalán o galllego. Solo puedes ser lo que soy yo”. Mataron el tigre en 1978 y se asustaron con la piel. El tigre es el artículo 2 de la Constitución del 78 que habla de la indisoluble unidad de España pero “reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran y la solidaridad entre todas ellas”. Con este artículo, según el ponente constitucional Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón, se pueden hacer virguerías, si hay voluntad política para ello. ¿La tienen Sánchez y Feijóo que no llegan con sus votos a su mayoría para gobernar en esta tacada?.

Fraga Iribarne lo vio claro en 1978 y dijo que “Alianza Popular rechazaba con toda energía y con plena conciencia de la trascendencia histórica de su gesto, la introducción de su expresión nacionalidades en la Constitución. Para nosotros no existe más Nación que la española….Y no es el momento de volver sobre el hecho indiscutible de que nación y nacionalidad es lo mismo, ni de recordar las inevitables consecuencias de un pretendido derecho a la autodeterminación y a un estado propio”. Miquel Roca, por Ciu, le contestó: ”Efectivamente Don Manuel. Nación y Nacionalidad quieren decir absolutamente lo mismo. Estas naciones sin estado es lo que modernamente ha venido en llamarse nacionalidades. Es evidente que España es una realidad plurinacional “.

Bono, en la librería Blanquerna, ratificó lo dicho por Maravall cuando en la presentación del libro Extraños en Madrid, Reconoció que el café para todos que sirvió al principio para la creación del estado de las autonomías durante la transición “fue un error” que a su juicio “se puede corregir”. ”Fue una salida pero probablemente no fue una solución”. Durante su intervención, Bono, presidente del Congreso y jefe natural de García Page, explicó que cuando acabó la dictadura franquista, el ejército no estaba dispuesto a que la Constitución reconociera el derecho al autogobierno del País Vasco y de Cataluña y que para evitar una sublevación, se les dijo a los militares que lo mismo que se iba a reconocer a vascos y catalanes se reconocería también al resto del estado. ”El café para todos fue el invento de los estrategas del momento” comentó para reconocer a renglón seguido que ésta fórmula favoreció a otras regiones que como, Castilla La Mancha, pudieron superar gracias a ella “un bache histórico insuperable”.

Galuzca

Ha pasado sin pena ni gloria el centenario de aquel viaje tripartito de gallegos, vascos y catalanes en 1923 en vísperas de la dictadura de Primo de Rivera. No hacemos ninguna pedagogía de lo que merece la pena. Allí estuvieron además de Castelao, Irujo y Monzón entre otros muchos. Eso dio origen a Galeuzca y en julio de 1998 a la Declaración de Barcelona firmada por el Bloque Nacionalista Galego, CiU y el PNV. Luego se le añadió ERC. Hoy creo debería reformularse con todos los partidos nacionalistas de las nacionalidades históricas con unos mínimos de actuación. Sin que ningún bombero se pise la manguera sino con la idea de pisarle la cola al gato del centralismo madrileño. No olvidemos que España es Madrid. Es la España castellana que se resiste como gato panza arriba a reconocer otras naciones.

Santiago, Bilbao y Barcelona fueron las ciudades donde recordamos aquel viaje tripartido, algo que puso de los nervios a Rajoy que nos amenazó con el Tribunal Constitucional y al PSOE con sus descalificaciones. Castelao, elegido diputado en 1931 al llegar al hemiciclo del Congreso pidió se quitase del frontispicio de la sala, las estatuas de los Reyes Católicos, culpables de todas las desgracias que se habían vivido desde aquella unificación a la fuerza que se hizo desde Castilla.

La defensa de la identidad nacional de nuestros países, el reconocimiento efectivo de la plurinacionalidad y pluriculturalidad del estado, mecanismos de coordinación parlamentaria en Madrid y en la UE entre naciones sin estado, y un sinfín de medidas de la “insignificante” periferia para con una concepto y una actuaciones de rodillo de un estado que llamándose autonómico, por ejemplo en el caso vasco, lleva 44 años sin cumplir su estatuto de Gernika, un Tribunal Constitucional elegido a dos para evitar “desvaríos”, un presidente catalán en el exilio tras aplicar el artículo 155, tras el PP haber llevado al Constitucional el estatuto catalán aprobado en referéndum y en las Cortes, origen de todo el Procés, y cosas así.

Con Vox es imposible hablar de nada de esto, pero hay que reconvertir en base a coordinación de esfuerzos, insistencias, culo de hierro e ideas claras la idea de que la España Frankenstein pueda vivir de otra manera y no terminemos todos en el Polo Norte dándonos fuego. l

Diputado y senador de EAJ-PNV (1985-2015)