Vivimos estos días la recta final de una dura campaña y toca reflexionar sobre lo que ha sucedido, sucede y sucederá.

En las próximas elecciones, tanto estas de mayo como las de diciembre, la ciudadanía del Estado que vaya a votar, por encima de 25 millones, no se va a poder llamar a engaño ya que esta vez sí lo hará consciente de a quién, qué vota y lo que puede significar ese voto.

Lo que supondrá votar a las izquierdas ha quedado suficientemente demostrado durante los últimos cuatro años de acuerdo entre esas izquierdas, centrales y periféricas.

Si dan los números habrá de nuevo un gobierno de coalición en España de PSOE con UP o Sumar que volverá a pactar las cuestiones esenciales con el resto de las izquierdas, ERC, Bildu y BNG, más los progresistas de PNV.

Este gobierno seguirá la senda trazada esta legislatura de aprobar decretos y leyes encaminados a proteger a los más vulnerables y afrontará la crisis provocada por lo que quede de guerra en Ucrania de la misma manera. Probablemente aprovechará los próximos cuatro años para afrontar la solución del único reto pendiente que nos dejó la Transición, las tensiones centro-periferia, de una manera justa, democrática y equilibrada.

Por último tendrá que afrontar de la misma manera el reto del cambio climático, especialmente la sequía derivada del mismo, con un reparto justo del agua que cada vez es más escasa. Siempre, con la bandera (en eso tiene razón la señora Ayuso) de la justicia social.

Que les quede muy claro a los votantes de las diferentes izquierdas que ese será sin duda el camino a recorrer. En definitiva culminar el emprendido durante esta legislatura.

En la otra orilla, las derechas de PP, Vox, UPN, Foro de Asturias, o Coalición Canaria, aunque ya habían enseñado la patita especialmente los segundos, en estos instantes durante los últimos meses al sentirse ya ganadores han tenido que quitarse definitivamente la careta, especialmente un PP que ha abandonado sus veleidades centristas de la época de Casado para mostrase tal y como es; de derechas de toda la vida.

Incluso se debe agradecer a una lenguaraz Isabel Díaz Ayuso que, dirigida por el gran gurú de esas derechas, Miguel Ángel Rodríguez, se haya mostrado en los últimos tiempos en su estado puro y duro.

MAR es un personaje peculiar, el más listo de la clase, aleccionado por un Steve Bannon con quien comparte charlas habituales, empapado hasta la médula del espíritu de Trump. Eso quiere para Madrid y para España.

Así sólo en el último mes nos ha deleitado con lo mejor de su repertorio derechoso. Consciente de que ellos deben poseer el poder de manera natural ha protagonizado dos episodios clarificadores.

El primero en la recepción que la Comunidad Autónoma de Madrid, o sea ella, dio con motivo de la fiesta del 2 de mayo. Ella y sólo ella decidía quién estaba en un lugar u otro ignorando protocolos, decretos, o normas de buena educación, representatividad y cortesía.

Así, el pobre Bolaños que acudía en representación del presidente del Gobierno se quedó sin su lugar en el escenario, cayendo en una trampa ya prevista.

El segundo hecho fueron sus declaraciones unos días más tarde, en las que aseguraba que la “justicia social” era una bandera de la izquierda que no iba con ella.

Gracias Ayuso por quitarte la careta y mostrar a la derecha de este país tal y como es, la más reaccionaria de la UE.

Abducido por su espíritu y habiendo quedado pequeñito en dicha recepción subido al escenario preguntándose; “y yo qué pinto aquí”, Núñez Feijóo se echó al monte en una conspiratoria reunión con fiscales conservadores asegurando que si llegaba a la Moncloa derogaría todas las leyes aprobadas por el gobierno progresista.

Para rematar la jugada lo último como cada campaña, ya tardaban, ha sido meter a ETA doce años después de finalizar su actividad y a cinco de su desaparición.

Gracias, todo hay que decirlo, a una nueva torpeza de Bildu que ha tenido que rectificar sobre la marcha. El interrogante es cuántos votos por acción u omisión les han regalado estos días.

Esas mismas derechas que pactaban con ellos en Vitoria, votan sistemáticamente juntos en el parlamento de Gasteiz, o por boca de Aznar siendo presidente del gobierno les llamaba Movimiento Vasco de Liberación, o que se sentó aún activos en la misma mesa en Suiza, han tenido la desvergüenza de sacarla de nuevo en campaña.

Alguien desde su interior debiera dar un curso acelerado de historia a gentes como Ayuso o Almeida para evitar que sigan metiendo la pata.

Van dejando al descubierto así sus intenciones y cabe gritarles; Olé señor Feijóo, al menos los pensionistas tenemos claro que con usted ya no nos subirán el IPC como el gobierno actual, recordaremos el 0,25 de Rajoy, los más desfavorecido sabrán que no tendrán medias de apoyo y ayuda como los ERTE, el IMV, el incremento del salario mínimo, la reforma laboral, etc.,

La ciudadanía tendrá claro que ya no se intentará controlar la inflación a costa de los más poderosos, o los precios de los alquileres o el de los pisos.

Eso sí, los más ricos no verán mermados sus ingresos, la gran banca funcionara sin control de sus beneficios, las eléctricas igual y los grandes monopolios internacionales vivirán una época dorada con él.

Por último también las mujeres tienen ya suficientemente claro que con ellos no se batallará por la igualdad, por respetar sus derechos como el del aborto, o se tomarán medidas contra la violencia sobre ellas y las minorías LGTBI- volverán a la casilla de salida. Gracias también, Feijóo, por dejarnos todo muy clarito. En mi época se solía decir que “no hay cosa más tonta que un obrero de derechas”. Cabe aplicar este dicho popular a este instante en el que todo ha quedado suficientemente clarificado.

Quizás sólo añadir, que también alguien de izquierdas que no acuda a las urnas a votar entra en ese calificativo.

Votar a PSOE, a Sumar o Podemos, a Más Madrid, en Valencia Compromis, en Euskadi PNV o Bildu, Catalunya ERC, Galicia BNG, etc., pero votar.

Esa, probablemente, sea más que nunca la clave, la participación de las gentes progresistas y de izquierdas.

Pero esta vez con el agravante de que sabemos de una manera absolutamente clara lo que supone votar a cada cual y sus consecuencias. Vamos a votar sin engaños, sin trampa ni cartón.

Veremos… l