El pasado dos de mayo, Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid, muy engallada, usó el protocolo para darle con él en la cabeza al ministro de la presidencia Félix Bolaños. Le dijo que había ido a provocar y que ella solo había invitado a Margarita Robles a celebrar el día de su Comunidad. Curiosamente, la señora Robles, con gran “solidaridad” ministerial, se puso al lado de Ayuso y del senador Núñez Feijóo, el nuevo y fantamasgórico “jefe de la oposición”, cargo que no existe en ningún sitio, mientras Bolaños permanecía debajo de la tarima comiéndose las uñas. Todo muy edificante y versallesco. Me llamó la atención lo indignada que estaba la señora por lo que consideraba una provocación inadmisible. Ya nada al parecer es como era pero no sé qué pueden decir los ciudadanos de Bilbao al tener a esta superwoman, sin comerlo ni beberlo y sin mediar terremoto alguno, cerrando la lista del PP. Antes nos decían que lo hacían en solidaridad porque existía ETA y ahora debe ser que vienen a hacer la respiración artificial a una candidatura que necesita le transfieran música de La verbena de la Paloma o del levantamiento, pero en plan provocador, del 2 de mayo. Y para que el espectáculo no decaiga y redondear la oferta ha colocado a su escudero mayor, su cerebro, su espadachín, su macarra y su autor de morcillas varias, Miguel Ángel Rodríguez (MAR) cerrando la lista de Durango, porque si no hay espectáculo que llame la atención ante un programa plano, se crea y se adorna con fuegos artificiales, pintxo pote y sokamuturra. Todo una declaración de principios ya que la unidad de España sigue estando para este grupo de hooligans en peligro. Es comprensible, pues, que el PNV se ha convertido para Iturgaiz en “el felpudo de Bildu”. No somos nadie.

Una vivencia de Xabier Arzalluz

En los tiempos de la legislatura constituyente (77-79) nos contaba Xabier Arzalluz que había presenciado una escena un tanto chusca pero que era reflejo de una realidad que no carecía de importancia. El entonces omnipotente vicepresidente del gobierno de la UCD, Fernando Abril Martorell, y el entonces todopoderoso Alfonso Guerra bromeaban entre sí. Guerra echaba en cara a Abril el escandaloso absentismo parlamentario de los diputados de UCD. Abril recalcaba la mayor libertad y capacidad de Moncha de sus diputados, mientras reprochaba a Guerra el que los socialistas parecían figurones de cartón piedra, cuya única función era callar, calentar el escaño y apretar estoicamente el botón conforme a las indicaciones gestuales del domador de turno.

En otra ocasión, durante una intervención de Arzalluz en el debate constitucional, el entonces diputado de EE, Francisco Letamendía, más conocido como Ortzi, le interrumpió airadamente gritando: “¡Muy mal, muy mal!”. La Cámara se sobresaltó. Algunos se pusieron de pie. Y Ortzi, con su intemperancia, consiguió lo que de otra manera no hubiera sucedido, que todo el hemiciclo rompiera en aplausos.

Coincidió que el suceso fue presenciado por una delegación del Parlamento Europeo presente en la tribuna de invitados. Y poco tiempo después, en un Congreso de la UEDC en Malta, el eurodiputado Hans Lücker, de la CSU de Baviera, le preguntó:

—¡Oiga!, aquel diputado que le armó aquel escándalo en el Congreso en Madrid, ¿era vasco?

Ante la contestación afirmativa, siguió preguntando si pertenecía al Grupo Vasco. Su contestación fue, lógicamente, negativa, aclarándole que era de EE, así sus posturas políticas, su vinculación política con grupos armados, en aquel momento.

Por último, quiso saber: “¿Cuántos son los diputados de esa formación política?”. Al contestarle que sólo el Ortzi del escándalo, elevó la voz y dándose una palmada en la rodilla, exclamó: ¡Ah, claro, “Er hat die Narrenfreiheit”! (Tiene la libertad del bufón).

Ambas anécdotas, nos comentaba Arzalluz, respondían a una realidad parlamentaria. Los grupos numerosos, sobre todo en los partidos rígidamente disciplinados como el PSOE, condenan al diputado común a la ingrata tarea de observadores mudos del quehacer parlamentario, mientras que el diputado solitario o cuasi solitario, ni llega a poder seguir el cúmulo de temas (proyectos, proposiciones, preguntas, interpelaciones o debates), sobre todo, en las comisiones. Por otra parte, apenas tienen peso, con su único voto, y tiene la tentación de caer en el puro testimonialismo y de querer dar señales de vida con el sensacionalismo, si no con el escándalo. Es la libertad de aquel bufón medieval que puede decir y hacer lo que le da la gana ante el rey y no le pasa nada. Ortzi dejó el Congreso y EE. Hoy seguramente no hubiera actuado así.

En Euzkadi, el PP, y un Iturgaiz que no le llega a la suela del zapato a Ortzi tiene la libertad del bufón. Puede decir lo que le da la gana, repetir argumentaciones y consignas de cuando ETA existía, insultar sobre todo al PNV porque lo que busca, y sobre todo en campaña, es polarizar el debate español, tan rancio como ellos, entre el PP y el PNV, fuerza mayoritaria.

Ante tan poco edificante espectáculo me decía un amigo que “es una desgracia que a los grupos que no gobiernan se les denomine oposición y solo vivan con la obsesión permanente de tener que oponerse a cualquier acción de gobierno sabiendo muchas veces que dicha iniciativa es buena para la ciudadanía. Es muy perverso para la salud democrática”. Es verdad. Creen que oponerse es ser gamberro, ser un auténtico capullo, no ofrecer alternativa alguna, jamás reconocer nada del adversario y apoyarse en la brunete mediática. Y ahí está MAR, engrosando el elenco, como candidato del PP en Durango. Es el nuevo facha de dientes afilados, cerebro mediático de la señora Ayuso, que en su visita a su sucursal duranguesa el pasado sábado 29 de abril dijo: ”El País Vasco sufre un ambiente irrespirable, sin libertad ni democracia, que lo sitúa fuera de Occidente”. Lo expresó sin ruborizarse defendiendo una españolidad embalsamada, considerándonos en los repliegues de su mente, una manada de imbéciles: ”Vengo a molestar a los que no creen en la libertad para defender que centenares de vascos son mejores que Sabino Arana, el político que más daño le ha hecho a esta tierra”. Seguramente por eso el PNV, su creación, gobierna en todas las instituciones.

La clave es el dominio

Jorge Verstrynge fue secretario general de AP, diputado y candidato por este partido al ayuntamiento de Madrid, antes de saltar al PSOE y de allí a Podemos. Tras su paso por la derecha española escribió el libro Memorias de un maldito, donde, tras haberles conocido de cerca, relata la actitud y mentalidad de una derecha que en cuarenta años no ha cambiado en lo fundamental. No es una derecha europea, no se ha modernizado y sigue sin aceptar el estado autonómico. España sigue siendo Madrid y su esencia es castellana, nada que ver con aquello de “las Españas” de los Austrias.

Escribía Verstrynge: ”Tuve que revisar mis planteamientos ante la cerrazón que vi entonces en el Ejército, en la “Real Casa” y en la derecha, y la consideración generalizada en AP de que los vascos eran poco más que unos burros primitivos, violentos y habitantes de un ‘territorio conquistado’, como decía Fraga de Cataluña, sino que ahora reconozco que para ellos España era algo demasiado sencillo: amén de los “conquistados” vascos, catalanes y valencianos, otros territorios españoles eran colonias: Andalucía, Extremadura, Murcia y Canarias. Hoy tengo muy claro que este país no se merece esa derecha sólo capaz de pensar, en última instancia, en términos de dominio. Pero esto es anécdota. Queda muy bien desviar subrepticiamente la ira popular contra Arzalluz, pero el caso vasco es más de fondo y resulta muy sencillo de expresar: o bien el proceso de descolonización fue protagonizado por el Imperio español, por lo que éste acabó con las guerras de Filipinas y Cuba..., o bien el Imperio era castellano, por lo que puede que la descolonización no haya acabado al menos para vascos, catalanes y canarios...Y es más, puede que no haya solución al problema fuera de Europa —o sea, el mercado económico “nacional”— ya no tiene gran significado económico, sino que, tanto por las necesarias descentralizaciones funcionales como por la necesidad de macroorganizaciones políticas, el Estado Nacional se haya sometido a una terrible pérdida de sustancia, de poder y de competencias, hacia abajo y hacia arriba. Para entendernos, conforme avancen los tiempos, y en lo que a los españoles les atañe, cobrarán paulatinamente más importancia las comunidades autónomas y la comunidad europea, y menos el Estado español”.

“Sin embargo, yo, en aquel entonces no veía todo esto —continuaba Verstrynge—. Sólo veía que, concretamente en relación con el caso vasco, el Estado español, gracias a catastróficos ministros de Interior, perdía literalmente el control del territorio nacional. He tenido que ir más de una y de varias veces a Euskadi (palabra prohibida en aquel entonces en AP solo se toleraba “País Vasco” y, un poco después, tras la insistente campaña de un representante de allá, Jesús Pérez Bilbao —por cierto, hombre inteligente, sensible y excelente persona—, la de “Euskalerria”, pero con calma) a enterrar a militantes de AP, policías o a guardias civiles”.

El libro no tiene desperdicio y narra desde dentro cómo veía AP su entonces España neo franquista, que no difiere en casi nada a lo que acaba de decir el cerebro político de Díaz Ayuso, o lo que sigue diciendo cada vez que abre la boca Iturgaiz o los actuales candidatos. Madrid sigue siendo la cabeza de un imperio neocolonial donde una ley orgánica como el Estatuto de Gernika sigue, 44 años después, sin ser completado.

Y un apunte. Vean lo que dice de Euskadi y Euskalerria. Por si hubiera alguna duda. La palabra maldita y a perseguir era y es Euskadi, sustituida por Bildu por Euskalerria, permitida en tiempos del franquismo mientras se perseguía Euskadi. Los extremos siempre se tocan. A confesión de parte, relevo de pruebas.

Y, tranquilos, nos quedan quince días en los que los juglares y bufones darán rienda suelta a sus gracias mitineras. Afortunadamente, todo lo exagerado no es creíble. Lo veremos el 28 a la noche.

Diputado y senador de EAJ-PNV (1985-2015)