Permítanme que adopte un símil del futbol, el Balón de Oro, para realizar una aproximación a un país y una cultura que, muy anterior a las nuestras, aparece ahora, a comienzos del siglo XXI, como la alternativa no blanca, casi por primera vez, al liderazgo global y mundial de la civilización cibernética y universal en la que estamos o, en cualquier caso, hacia la que vamos.

Para hacer esa aproximación al bit de oro no partiré de la época confuciana, que, aunque sigue presente resulta demasiado lejana temporal y conceptualmente, sino que me basaré en tres publicaciones que están al alcance de cualquier lector interesado, y de la experiencia profesional para que, a partir de los conceptos que contienen dichas referencias, podamos realizar una aproximación fiable y cabal de la China de hoy.

En mayo de 1977, vio la luz el libro escrito por Alain Peyrefitte bajo el título: Cuando China despierte… el mundo temblará, expresión atribuida a Napoleón I, sin haber sido probada esta autoría, aunque resulte verosímil, y al que me he referido en alguno de mis artículos anteriores.

Haciendo una gran síntesis del mismo, cosa siempre arriesgada, indicaré que aborda la transformación de la milenaria civilización china, centrándose en la Larga Marcha y la Revolución Cultural, ambas centradas en la figura de Mao Tse-Tung, en el período 1966-1973. El resultado de esos procesos revolucionarios fue la puesta a punto de la población china, su ubicación en el punto de partida de los procesos de la globalización, aún en ciernes en aquellos años, transitando de una postura históricamente pasiva, en el sentido de no invasiva, a otra proactiva, de cuyos resultados estamos siendo conscientes ahora. China despertó, sí, pero en el sentido de querer participar en la evolución mundial como agente activo.

Dando un salto cualitativo nos encontramos con el libro China, publicado en enero de 2012, y cuyo autor Henry Kissinger fue secretario de Estado con los Presidentes de los EEUU, Richard Nixon y Gerald Ford.

Este libro explica el avance que experimenta China de la mano de los EEUU, y articulado en los siguientes ejes estructurales:

-La incorporación de China a la globalización de la mano de Nixon, se visualiza con la célebre partida de ping-pong impulsada por Mao y Nixon, y la implantación de Coca-Cola en el país asiático. En 1973, Nixon realiza su primera visita a Pekin.

-La incorporación de China al aparato productivo mundial como “taller del mundo” con una mano de obra barata, en términos de coste laboral unitario.

Este último apartado me hace recordar dos anécdotas. La primera, -los lectores de cierta edad la recordarán bien-, cómo Japón irrumpió, en su día, en el mundo de la producción de los aparatos de radio portátiles, conocidos comúnmente como “transistores”, baratos y de fácil y rápida reparación. Hoy, Japón lidera el mundo de lo audiovisual; línea marrón y contenidos de entretenimiento. Situación común, por otra parte, a un número importante de países, y que se inicia con la industrialización y que, con el tiempo, deriva en una cierta especialización.

La segunda evocación me lleva a los años en que la Cámara de Gipuzkoa abrió una delegación empresarial en Shanghai. En mi primer viaje relacionado con dicha oficina, no era el primero al país, contemplé la estructura de andamiaje que utilizaba el sector de la construcción chino, el bambú. Al año siguiente, esas estructuras ya eran metálicas y suministradas, en una proporción importante, por una empresa guipuzcoana. Hablo de los años preolímpicos.

Tras la globalización y el “taller”, la evolución china ha alcanzado una nueva etapa, la actual, la cual está bien descrita en el último hito literario referido.

Se trata de El mundo según China, de la autora Elizabeth C. Economy, editado este año, en castellano. Merece ser tenido en cuenta por aquellos interesados, personal y profesionalmente, en el tema del país asiático, pero desde una perspectiva actual y a futuro.

Estamos hablando, y leyendo, probablemente en exceso, que, en pocos años, China superará a los EEUU en términos de PIB y que, probablemente, será el nuevo líder internacional, sustituyendo a los propios USA. Lo cual indica que existen demasiadas personas en el mundo que consideran que se perpetuará el modelo internacional de las hegemonías: Grecia, Roma, España, Napoleón… USA/URSS, y ahora China/EEUU. Nueva guerra fría. Creo que están equivocados, no en lo de la guerra, sino en el tipo de liderazgo.

Veamos los ejes estratégicos en los que China, a través de lo que su presidente Xi Jinping, manifiesta en los últimos tiempos en foros internacionales como la ONU o Davos, y donde refleja el futuro de su país en el contexto internacional, tremendamente complejo hoy.

Sin olvidar lo que, en la actualidad y a corto plazo, afectará a la situación de China y su evolución, se dan dos circunstancias probables que incidirán sobre ese devenir y que se concretan en el comportamiento demográfico, condicionado por el rápido envejecimiento de su población, así como la perentoria necesidad de crear empleo. Esto es en el corto plazo, pero no es lo más importante, porque, además, son dos circunstancias que afectan al mundo desarrollado. No solo a China.

Dada la filosofía y cultura que impregnan el modo de proceder de China y de su presidente, lo fundamental viene establecido en el largo plazo, y sobre elementos socio-económicos estructurales.

El primero de ellos se refiere a la política Belt and Road Initiative, denominada normalmente por su acrónimo BRI, en especial la conocida como Ruta de la Seda digital, comercial y política. Conceptualmente consiste en facilitar a países terceros una provisión de infraestructuras de transporte (ferrocarril y puertos, principalmente), junto con una provisión especial de infraestructuras tecnológicas, en las que el país asiático ejerce cierto liderazgo, bajo la denominación indicada de Ruta de la Seda digital. También se contempla el suministro de bienes y servicios sanitarios, como se pudo comprobar en la pandemia, en especial, con Italia.

El segundo elemento estratégico del modelo chino, se refiere al modelo de gobernanza global. Si bien el país asiático se considera en condiciones de sustituir a los EEUU como líder mundial, su peculiar filosofía plantea una visión bien distinta a ese mero remplazo.

Dicha visión se fundamenta en la percepción de un auge geopolítico oriental frente a un declive, ya manifiesto, de Occidente. Podríamos significar la realidad que el mapamundi presenta, donde el Pacífico ocupe la centralidad que, hasta ahora, había correspondido al Atlántico, sustituto a su vez y en su día, del Mediterráneo.

La transformación del modelo de gobernanza global que persigue China está articulada sobre dos ejes. Por un lado, la consolidación de su soberanía territorial, con Hong-Kong y Taiwan, y la estabilidad interna chinas.

Por otro, influir en los elementos que conforman la gobernanza global como los métodos de esa gobernanza, las instituciones de la misma, y los valores y normas. Pero esa influencia que pretende China, no consiste tanto en la mera transmisión de los valores del comunismo, como en convencer y lograr la prevalencia de aquellos elementos que estructuran su modelo político de manera bifocal: El estado autoritario y propietario de una parte importante de los medios físicos, financieros y conceptuales de producción, -pero no todos-, especialmente los tecnológicos.

Resulta difícil discutir hoy el nivel que China está logrando como potencia, en cuanto a las tecnologías de la Información y Comunicación se refiere. Piénsese en la compañía Huawei y en la tecnología 5G. Para lograrlo, ha implementado políticas destinadas a consolidar a medio plazo ese liderazgo, entre las que destaca: un modelo de I+D basado en la demanda, líneas de apoyo económico a empresas y universidades para proyectos de base tecnológica, la protección de empresas chinas frente a la competencia extranjera, contratación de talento extranjero, -especialmente taiwaneses formados en universidades de los EEUU y Europa-, vinculación a los objetivos del gobierno de los intereses de las empresas públicas y privadas y, especialmente, el empuje e impulso de los estándares tecnológicos chinos vía BRI y de los organismos internacionales que marcan los estándares mundiales.

China ha despertado y avanza hacia un liderazgo global, aparentemente no agresivo y cooperador, con paso lento, pero sólido y no siempre alineado con los estándares de valores occidentales. En este punto, sentarse a esperar el paso del cuerpo de tu enemigo o adversario, no parece ser la actitud más conveniente.