El auge de los esfuerzos transdisciplinarios de la última década va unido sin duda a una mayor conciencia de lo que David Harvey llamó “compresión espacio-temporal”, esto es, el funcionamiento de la economía global como una unidad en tiempo real, por virtud de la globalización y de la extensión en el uso de las tecnologías de la información y la comunicación. Si la conciencia y la percepción es que la realidad socio-económica se hace más global y, por tanto, más compleja, es esperable un replanteamiento de las estrategias de investigación para analizarla.

Y en este escenario de complejidad creciente, no sorprende que el impulso predominante haya sido y esté siendo el de derribar silos académicos y disciplinas tradicionales, muy limitadas cuando se trata de enfrentarse a los problemas globales de muy difícil solución, o wicked problems. Por ello, lo “transdisciplinario” emerge como una posible solución analítica, y no solo en temas de índole socio-económica. Es el caso, también, de lo que se llama Earth System Science (ESS), o ciencia del sistema terrestre, un esfuerzo transdisciplinario que emerge rápidamente y tiene como objetivo comprender la estructura y el funcionamiento de la Tierra como un sistema adaptativo complejo.

ESS surgió a principios y mediados del siglo XX a partir de conceptualizaciones de la Tierra que enfatizaban su naturaleza sistémica, como la observación de Vernadsky de que la vida tiene una fuerte influencia en las propiedades químicas y físicas de la Tierra; y la hipótesis de Gaia de Lovelock y Margulis de que la Tierra funciona como un solo organismo, con procesos de autorregulación y retroalimentaciones que mantienen la homeostasis. Luego, ESS se desarrolló rápidamente, desde el movimiento de la “nueva ciencia de la Tierra” en la década de 1980 hasta los esfuerzos de investigación global de programas internacionales como IGBP. Las campañas de observación, los modelos del sistema terrestre y las síntesis periódicas impulsaron ESS.

Inspirándose en los primeros trabajos sobre las interacciones biosfera-geosfera y en perspectivas novedosas como la hipótesis de Gaia, la ESS surgió tras la demanda de una nueva “ciencia de la Tierra”. El Programa Internacional Geosfera-Biosfera pronto siguió (década de 1980), lo que llevó a un nivel sin precedentes de compromiso internacional e integración disciplinaria. ESS ha producido nuevos conceptos y marcos fundamentales para el discurso del cambio global, incluido el Antropoceno, los elementos de inflexión y los límites planetarios. El gran desafío para ESS es lograr una integración profunda de los procesos biofísicos y la dinámica humana para construir una comprensión verdaderamente unificada del Sistema de la Tierra.

Durante decenas de miles de años, las culturas indígenas de todo el mundo han reconocido ciclos y sistemas en el medio ambiente, y que los humanos son parte integral de estos. Sin embargo, no fue hasta principios del siglo XX cuando el pensamiento sistémico contemporáneo se aplicó a la Tierra. Basándose en el reconocimiento de que la vida ejerce una fuerte influencia en el entorno físico y químico de la Tierra, la ESS se originó en un contexto de Guerra Fría con el auge de las ciencias ambientales y de los estudios sobre sistemas complejos.

Desde entonces, el marco ESS se ha convertido en una herramienta poderosa para comprender cómo la Tierra opera como un sistema adaptativo único y complejo, impulsado por las diversas interacciones entre la energía, la materia y los organismos. En particular, conecta las disciplinas tradicionales, que normalmente examinan los componentes de forma aislada, para construir una comprensión unificada de la Tierra.

Con las actividades humanas desestabilizando cada vez más el sistema durante los últimos dos siglos, esta perspectiva es necesaria para estudiar los cambios globales y sus impactos y riesgos a nivel planetario, incluidos fenómenos como el cambio climático o la pérdida de biodiversidad.

El desafío del compromiso internacional y la integración disciplinaria fue abordado por el Consejo Internacional para la Ciencia (ICSU) en 1986 con la formación del Programa Internacional Geosfera-Biosfera (IGBP), que se unió al Programa Mundial de Investigación del Clima (WCRP), formado en 1980 para estudiar el componente climático físico del Sistema Tierra y sus aspectos biogeoquímicos. Esta convergencia de disciplinas aceleró la evolución de ESS, evidente como una transición de estudios de procesos aislados a interacciones entre estos procesos y observaciones, análisis y modelos cada vez más globales.

ESS facilitó así la transformación de la investigación interdisciplinaria (donde múltiples disciplinas trabajan juntas para abordar problemas comunes) a la investigación transdisciplinaria (donde los límites disciplinarios se desvanecen a medida que los investigadores trabajan juntos para abordar un problema común). En consecuencia, ESS tiene un marco epistemológico diverso, que adopta bloques de construcción y metodologías fundamentales de diversas disciplinas para abordar cuestiones altamente complejas.

A fines de la década de 1990, HJ. Schellnhuber introdujo y desarrolló dos conceptos que fueron fundamentales para ESS: la relación dinámica y coevolutiva entre la naturaleza y la civilización humana a escala planetaria, y la posibilidad de dominios catastróficos en el espacio coevolutivo del Sistema Tierra. El primero proporcionó el marco conceptual para integrar completamente la dinámica humana en un marco del Sistema Terrestre.

El segundo introdujo el riesgo de que el cambio global no se desarrolle como un cambio lineal en el funcionamiento del Sistema de la Tierra, sino que las presiones humanas podrían desencadenar cambios rápidos e irreversibles del sistema a estados que serían catastróficos para el bienestar humano. De hecho, el descubrimiento del agujero de ozono estratosférico mostró que la humanidad, por suerte más que por diseño, ya ha escapado por poco a la creación de un dominio catastrófico.

Durante un período crítico de cinco años, desde 1999 hasta 2003, el IGBP aceleró su transición de una colección de proyectos individuales a un programa ESS más integrado, siendo el Congreso del IGBP de 1999 la clave para lograr la integración requerida. Schellnhuber desafió al Congreso con su llamado a una integración profunda de las actividades humanas en ESS y un mayor énfasis en la dinámica no lineal en el Sistema Terrestre. El Congreso estuvo a la altura del desafío, lanzando tanto el proyecto de síntesis del IGBP como una importante conferencia internacional en 2001.

El proyecto de síntesis resultó en la publicación de Global Change and the Earth System, un integrador no solo de la considerable cantidad de investigación sobre el cambio global dentro del IGBP sino también de una gran cantidad de investigaciones relevantes realizadas en otros lugares. También proporcionó la base científica para la Declaración de Ámsterdam y enfatizó la investigación que sustentaría el nuevo concepto del Antropoceno.

En pleno siglo XXI, el concepto de Antropoceno, surgido en ESS, desafía no solo a la comunidad científica, sino a la humanidad misma. ESS ahora enfrenta dos desafíos críticos de investigación: (1) entender mejor la estabilidad y la resiliencia del Sistema Tierra, y (2) comprender mejor la dinámica de las sociedades humanas y cómo ESS puede contribuir a esa comprensión.

En este contexto, es razonable pensar que es necesario un mayor esfuerzo de colaboración conjunto entre las ciencias naturales y las ciencias sociales y humanas. En un estadio avanzado, podríamos contar con principios epistemológicos compartidos, estrategias de investigación mutuamente adaptables y un mayor desarrollo de un vocabulario común que permita integrar y diseminar de forma efectiva los avances que se vayan consiguiendo. Sería deseable que los sistemas educativos y los curricula también fueran modificándose atendiendo a estas enormes transformaciones.

Coodinador y coautor del libro ‘Complex Resilience and Sustainability: Transdisciplinary Perspectives’, de próxima publicación en Estados Unidos