A Donald Trump no le han faltado contratiempos legales y políticos desde que dejó la Casa Blanca. Pero, en las últimas semanas, el gran volumen de amenazas serias, tanto penales como civiles, ha puesto a Mr. Trump en una situación diferente a las que ha enfrentado antes. Este pasado noviembre, esas amenazas se expandieron.

La Corte Suprema puso años de declaraciones de impuestos de Mr. Trump en manos de los demócratas de la Cámara de Representantes, tras tres años de batallas legales. Además, un panel de la corte de apelaciones formado por tres jueces, que incluía a dos designados por Trump, falló rotundamente a favor del Departamento de Justicia, en un caso relacionado con la incautación de documentos clasificados del Gobierno por parte del expresidente. Cuando dejó a regañadientes la Casa Blanca, Mr. Trump se los llevó a su casa en cajas, como sabemos. El FBI asaltó su mansión de Florida, como es lógico, y recuperó los documentos.

Mr. Trump no ha sido condenado todavía por ningún delito y profesa su inocencia y victimismo en todos los asuntos. Pero a medida que lanza su tercera candidatura a la presidencia, la presión que le imponen los fiscales y los adversarios legales proyecta una sombra cada vez más siniestra.

El fiscal general Merrick Garland (jefe del Departamento de Justicia) ha nombrado al fiscal de corrupción pública Jack Smith como Special Counsel, para supervisar la investigación de Mar-a-Lago, así como las ilegalidades que surjan del intento de Mr. Trump para subvertir las elecciones de 2020 y evitar la transferencia del poder a Joe Biden. Garland nombra a un fiscal especial independiente para garantizar la neutralidad del proceso y evitar acusaciones de sesgo político.

El comité del Congreso que investiga el asalto al Capitolio se está preparando para publicar un informe masivo y detallado y las declaraciones de unos 1.000 testigos que podrían proporcionar evidencia más explosiva sobre el intento de Mr. Trump de subvertir las elecciones de 2020 y alimentar la investigación criminal en curso del Departamento de Justicia sobre el asunto.

El imperio empresarial de Mr. Trump ha sido puesto bajo la vigilancia de la monitora financiera Barbara Jones, como consecuencia de la demanda de la fiscal general de Nueva York, Laetitia James, que alega fraude generalizado y continuado por parte de Mr. Trump y miembros de su familia en sus negocios y documentos oficiales.

Un fiscal de distrito del área de Atlanta ha estado investigando al círculo íntimo del ex-presidente para obtener testimonios sobre el intento de Mr. Trump por anular las elecciones de 2020 en Georgia. El senador Lindsey Graham (republicano de Carolina del Sur) se convirtió hace unos días en el último testigo en brindar testimonio sustantivo al gran jurado especial.

Los crecientes dolores de cabeza legales de noviembre se producen cuando Mr. Trump continúa defendiéndose de los enemigos políticos y definiendo su lugar en un panorama en evolución de las redes sociales. Por ahora, Mr. Trump ha decidido permanecer en su propia plataforma, Truth Social, a pesar de una invitación de Mr. Musk, propietario de Twitter, que permite que Trump regrese a esa red.

Pero incluso esa decisión se complicó. La fusión retrasada entre la propia empresa de redes sociales de Mr. Trump y una compañía que la haría pública en Wall St. generó nuevas preocupaciones sobre posibles violaciones legales. Eso ha dado munición a los opositores políticos y podría dar paso a más investigaciones.

Mr. Trump no es ajeno a los problemas legales y a las predicciones de una muerte política inminente. Su obituario político fue escrito en medio de las investigaciones iniciadas por el fiscal especial Robert Mueller en 2017 (el tema de la “colusión” con Rusia), así como una investigación política posterior sobre su esfuerzo por presionar a Ucrania para que investigara a sus rivales políticos. Sin embargo, ningún esfuerzo por responsabilizarle de sus presuntas ilegalidades resultó exitoso.

Sorprendentemente, cuanto más asediado parece Mr. Trump, más se activa su base de seguidores y más domina la conversación política, desplazando a posibles rivales. Es una dinámica de la que Mr. Trump y su equipo son muy conscientes, y que sirvió como grito de guerra durante el anuncio presidencial de Mr. Trump para 2024 en Mar-a-Lago a mediados de noviembre.

Pero Mr. Trump ahora está desprovisto de su defensa más potente: la propia oficina de la presidencia, que brindó protecciones y obstáculos procesales para los investigadores, y que ya no está a su disposición. Los tribunales han rechazado sus esfuerzos para hacer valer el privilegio ejecutivo de la manera en que pudo hacerlo mientras estuvo en el cargo y han derribado los repetidos esfuerzos suyos y de sus aliados para obstaculizar a los fiscales y al Congreso.

A pesar de los decepcionantes resultados para los candidatos trumpistas en las legislativas del 8 de noviembre, el expresidente siguió adelante con su anuncio presidencial, en parte con la esperanza (no amparada legalmente) de protegerse de las investigaciones legales que enfrenta.

Varias personas familiarizadas con sus planes de anuncio como candidato presidencial dijeron que estaba convencido de enviar un mensaje de fuerza al no retrasarlo, a pesar de que los altos funcionarios del partido le pidieron que esperara hasta después de la segunda vuelta de las elecciones al Senado de Georgia en diciembre.

También hubo beneficios políticos en esa decisión. El equipo de Mr. Trump vio un aumento en la recaudación de fondos y en la popularidad del líder después de la búsqueda de Mar-a-Lago en agosto, y el expresidente se ha ganado el favor de ciertos votantes que lo ven como una víctima política.

Recuerdo a un relativamente joven Mr. Trump durante mis primeros años en Nueva York, en alguna entrevista televisiva que le hizo Larry King en su popular programa de CNN. Era ya un exitoso empresario de la construcción, salía en las revistas, era mujeriego e iba a las fiestas de moda. A finales de este pasado mes de noviembre, la periodista y escritora E. Jean Carroll presentó una demanda por violación contra Mr. Trump, quien la violó presuntamente en Manhattan hace 27 años, en un vestidor de los lujosos grandes almacenes Bergdorf Goodman.

Mientras sus problemas legales aumentan, personas cercanas a Mr. Trump promocionan su liderazgo en las encuestas para las primarias republicanas de principios de 2024, y su campaña promueve informaciones que cuestionan la integridad del fiscal especial (el Special Counsel) recién nombrado por el Departamento de Justicia para perseguirle y culminar las investigaciones de Mar-a-Lago y del asalto al Capitolio.

Los estrategas republicanos saben que Mr. Trump es un maestro del espectáculo y la demagogia y que va camino de convertirse en un mártir político. Algunos expertos y observadores vaticinan que Mr. Trump será muy probablemente imputado por varios delitos en los próximos meses, quizá en enero, al finalizar las festividades navideñas.

Mr. Trump ha sido alguien completamente fuera de lugar en Washington DC, y alguien con una muy alta consideración de sí mismo y un comportamiento narcisista. La combinación de estos elementos ha sido el catalizador de los acontecimientos que conocemos. Cuando Mr. Trump presentó su candidatura en 2016 Woody Allen comentó sin ninguna ironía: “Nunca pensé que le interesara la política. En Nueva York se dedicaba a otras cosas”.

Doctor por la New School for Social Research de Nueva York y por la Universidad Autónoma de Madrid