No es un número ni mágico ni de la suerte. Son los años que van, aproximadamente, desde la Ilustración hasta nuestros días. Una época en la que se estructura el nuevo contrato social vigente en lo básico, aún hoy en día. Las ideas filosóficas de Kant, Rousseau y otros pensadores, y la organización legal y administrativa del Estado definidas por Napoleón, han sido el sustento de todo ello.

Y ese sustento se basaba, y se basa, en tres pilares: el reconocimiento de la propiedad privada, la libertad individual, -especialmente la masculina-, y el contrato social pactado entre los ciudadanos y el Estado, mediante el cual éste asumía el monopolio de la utilización de la fuerza, a cambio de proteger la propiedad, la libertad y el orden social.

Ahora bien, estamos donde estamos, tanto en lo que se refiere al momento temporal, como a los ámbitos geográfico y cultural y, por lo tanto, parece adecuado preguntarse si resulta factible basar la convivencia, exclusivamente, en la propiedad privada y la libertad individual en un mundo que camina, y ha llegado ya, hacia la sobrepoblación con los límites ya visibles del ecosistema, a lo que conviene añadir que el modelo real de convivencia está haciendo aguas. Diariamente hay “algo” que nos lo recuerda.

Qué duda cabe de que hablamos de un planteamiento universal nada halagüeño, por lo que hay que considerar, también, la necesidad de abordarlo como punto de partida para una reflexión sobre las posibles soluciones a aplicar a las dificultades futuras que puedan derivarse de ese contexto.

Soluciones que han de estructurarse con herramientas nuevas de análisis del presente, que faciliten una visión diferente y abierta del futuro, tal y como Juan José Goñi, uno de los mejores pensadores de este país, y amigo, viene planteando en los diversos libros que ha publicado, alguno de los cuales tuve el honor de presentar.

Vayamos entonces hacia la anotación de posibles alternativas resolutivas para ese contexto conflictivo y complejo focalizando en la sobrepoblación y los límites del ecosistema nuestras preocupaciones.

Una primera gran estrategia sería la de consolidar la colonización de otros planetas en línea con lo realizado antaño con los continentes de la Tierra. ¿Repetiríamos lo mismo, lo positivo y lo negativo? Tengo la impresión que más que solución esta línea estratégica sólo retrasaría el colapso algunas décadas, quizás centurias, pero colapso, al fin y al cabo.

Podemos vislumbrar una segunda estrategia centrada en la evolución de los sistemas democráticos liberales, los de corte europeo, perfeccionando la gestión de la propiedad, la libertad y la acción coordinadora del Estado con una utilización intensiva bajo control público y buscando el interés general de las TIC (Tecnologías de la Información y Comunicación) y sus desarrollos. La optimización del uso de la Inteligencia Artificial es otro campo nuevo a tener muy en cuenta de cara al futuro, así como el establecimiento de sistemas fiscales personalizados. Dos buenas constataciones de los cambios imprescindibles.

Una de las posibles tentaciones intelectuales, y sería la tercera línea, es la orweliana, la del Gran Hermano, la cual, mirando por nuestro bienestar impusiera, entre otras cosas e independientemente de que nos gustase o no, una limitación al crecimiento de la población a través de una limitación de la procreación y, con ello, provocar una reducción de la población mundial vía decesos en mayor volumen que nacimientos. Me temo que el mantenimiento del stock estable de la población correría a cargo del segmento de 1,80 m. y ojos azules, con algún mestizaje para satisfacción de las élites.

Finalmente, podemos abrir un cuarto espacio en donde el ser humano ha fundamentado la evolución de su futuro desde que el mundo es mundo. Este cuarto espacio se encuentra en retroceso de manera proporcionalmente inversa al incremento del conocimiento y se basa en la asunción de todos los cambios por parte del azar o de una deidad que controla el mundo y nuestra vida. Hoy por hoy resulta difícil asumir ese comportamiento fatídico como elemento básico para el diseño de nuestro futuro.

Los cuatro ejes me sugieren distintas impresiones. Si la salida fuera la neocolonización, acabaría en un disparate. ¿Se imaginan las caras de los marcianos, —al parecer, pétreos e inertes—, si los hubiere, ante la invasión de seres humanos montados en patines, bicicletas, motos atronadoras, coches autogestionados, y hablando por el móvil? La reacción de los oriundos de Marte, pasadas unas centurias, dejaría la actitud de los mexicanos ante la conquista hispana al nivel similar al de un sainete de los hermanos Quintero, por no referirme a la colonización depredadora y antimestizaje de la Gran Bretaña. Insisto, un disparate.

Respecto a las otras tres alternativas planteadas, la tercera, la del Gran Hermano, y la cuarta que se encomienda al azar o a alguna divinidad, son práctica y realmente inaplicables, salvo milagros.

Por lo tanto, la segunda propuesta, identificada como la necesaria transformación drástica del modelo social actualmente en vigor en el mundo occidental, el de las democracias liberales parece como la más conveniente.

Ahora bien, para esa transformación ideal, ¿cuáles son sus condiciones? ¿Cómo ha de producirse? ¿Sobre qué aspectos estructurarla? Me arriesgo a plantear cuatro líneas simultáneas de avance: Actualización, educación, óptima aplicación de las TIC y un control real y efectivo.

Por actualización, me refiero a la imprescindible adecuación al momento filosófico-político actual de los tres pilares mencionados al comienzo: la propiedad privada, la libertad individual y el modelo del contrato social.

Pero para que esa adecuación sea efectiva resulta esencial la educación y explicación de y a la población, principal sujeto activo y pasivo de la evolución social. Sin un cambio radical en el comportamiento actual humano resulta utópico cualquier avance.

Las TIC’ constituyen una herramienta muy potente que, bien utilizadas, permiten profundizar en la democratización y consolidación de la igualdad de oportunidades en nuestra sociedad, eso sí, siempre cuando su empleo esté en base al interés general y con un control real y efectivo por parte del sector público. En caso contrario, es un elemento disgregador y creador de mayores diferencias entre los individuos y países. ¿O qué son los paraísos fiscales actuales, sino producto de la inmoral utilización de la inmediatez y opacidad de determinadas operaciones?

Por último, el Estado, el sector público ha de ejercer y aplicar su parte del contrato social de manera eficaz y eficiente, controlando y aplicando las correcciones necesarias para que determinados agentes, individuales y colectivos, no consoliden situaciones de dominio en perjuicio de la mayoría de la población y de determinadas minorías.

Termino con una pregunta: ¿Merece la pena “solucionar” el problema planteado, o es mejor dejar que nuestra evolución como especie nos facilite un salto cualitativo, positivo, o provoque una eutanasia colectiva?

Cada uno tendrá su respuesta, pero en todo caso, la solución ha de ser global, un intento individualizado no es viable, porque para este enfoque individualista hay que tener en cuenta los versos de Blas de Otero: “ ...aquí no se salva ni dios, lo asesinaron...”.

Economista