Por qué le llaman amor cuando quieren decir sexo? ¿Por qué le llaman concertada cuando quieren decir privada? A veces la verdad es tan obvia que nadie se atreve a reconocerla. Nunca ha sido fácil proclamar que el emperador va desnudo. En Valencia se ha vuelto a encender la espita de la polémica entre la escuela concertada y la pública y por eso me parece adecuado que profundicemos en algunas verdades del barquero. En España, la escuela concertada nació en plena euforia felipista. Su propósito inicial era que la educación llegara a todas las zonas y que sirviera para descongestionar las masificadas aulas de la pública. Años después, el mismo González reconoció su error. Ahora es la concertada la que está masificada debido a un abaratamiento de costes calculado que encubre un proceso de privatización más o menos palmario dependiendo del colegio. También se ha incumplido su carácter de transitoriedad. Lo que va para treintaiún años no parece transitorio y un colegio que desde el principio se planifica como concertado, tampoco. Este loable propósito inicial ha acabado en una privatización encubierta de la educación, una privatización que se lleva a cabo con dinero público y que además se reserva el derecho de admisión. Algunos colegios selectos se defienden diciendo que cualquier niño puede matricularse gracias a las maravillas del distrito único. Sin embargo, cuando analizamos cuáles son los criterios de admisión, nos encontramos con tres que son recurrentes: cercanía y proximidad del domicilio familiar, hermanos en el centro y si en la familia hay antiguos alumnos. Criterios que, obviamente, no cumplen los niños de los barrios depauperados. Con lo cual el distrito único deviene en lo siguiente: “muchacho puedes matricularte únicamente en tu distrito”. Esto produce una endogamia educativa más conocida como clasismo. La clase tiene que ganarse, no ostentarse. No se puede admitir la subvención elitista de algunos con el dinero de todos y no es que yo esté contra todo tipo de elitismo, simplemente digo que éste tiene que pagarse con el dinero de las familias y no de los contribuyentes. Me resulta curioso que muchas personas, desde sus planteamientos neoliberales, se opongan a lo que aquí defiendo. Si se está a favor de lo privado, ¿cómo se puede querer que se financie desde lo público? Y es que en España más que un capitalismo hemos tenido un corsarismo; que podría definirse como el acto de abordar desde un bajel privado un bergantín público. Otro de los trucos del tocomocho que emplean los centros concertados es la creación de fundaciones dependientes de los colegios. Desde ellas se reciben pagos voluntarios por actividades extraescolares y material educativo: fotocopias de pan de oro y chándales de alta costura a tenor de su precio. ¿Tienen estas fundaciones algún tipo de ventaja fiscal? En Madrid se levantó una polvareda considerable a propósito del intento de externalización de algunos hospitales de titularidad pública. Externalizar es un concepto que para empezar no es castellano. En España somos muy dados a bautizar con el primer nombre que se nos ocurre conceptos que o bien no entendemos o entendemos demasiado bien y por eso hay que maquillar. ¿Es la escuela concertada una externalización? Otro ejemplo de eufemismo sería el de la educación diferenciada, pero significa algo fácil de entender: que niños y niñas estén en aulas diferentes. Algún lector avieso podría llamarle discriminación. Hemos vivido una educación a la sombra de las leyes Ferry promulgadas en Francia en 1882 según las cuales la escuela debía ser: laica, pública y obligatoria. Este paradigma educativo empieza a tambalearse. Lo que no puede ser es que la concertada sea una enseñanza privada financiada con dinero público. Los padres pueden escoger entre lo que se les ofrece pero no imponer lo que se les antoje. En la Constitución se habla de libertad de enseñanza, no de libertad de aprendanza, valga la expresión. No tengo nada en contra de los caprichos, pero cada uno se tiene que pagar los suyos. En una comunidad de vecinos hay libertad, pero prueben a exigir una grifería de oro en medio de una junta y comprobarán los límites de ésta. En educación, como en sanidad, debo tener libertad pero no omnipotencia. De igual manera que no puedo exigir al médico de familia que me mande a la clínica Ruber para comprobar que lo que tengo en la cara es sólo acné, tampoco puedo pedirle a la educación pública que satisfaga todas mis veleidades. Así que la pregunta sería fácil de formular pero no tanto de responder: ¿qué tiene que pagar el Estado? Los problemas son muchos y eso que todavía no he dicho nada ni de la asignatura de religión ni de la contratación de los profesores en la escuela concertada por parte de la Cofradía de Jesús El Rico. Dar una solución a todos estos interrogantes es sin lugar a dudas complejo, pero lo que está claro es que el emperador va desnudo.
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