Hace ya un sinfín de décadas, alguien que nos conoció de cerca, francés y de nombre Victor Hugo, dijo de nosotros que no éramos ni franceses ni españoles, sino simple y llanamente vascos. Y no hace ni seis meses, la menor de nuestras nietas, corta en edad pero larga en perspicacia y carácter, nos afirmó, en el laberinto a dos euros y medio por cabeza de Igeldo que la siguiéramos sin demora porque nos íbamos a perder. Llevaba toda la razón, porque al paso que vamos estamos abocados a una próxima perdición, tanto en nuestro laberinto interno, como en los periféricos.
Comenzando por nuestros adláteres, el francés resultaba ser un dédalo totalmente freudiano. Caminaban hacia el Eliseo la Marine que trataba de matar al padre y el Emmanuel que se casaba con la madre. El padre Le Pen negaba sin rubor que los judíos en los campos entraran por la puerta y salieran por la chimenea, mientras su hija ahora callaba otorgando y trataba de transmutarse, encarrilando los votos “soberanistas” de agricultores y proletarios con la vieja metodología hitleriana del ario rubio, puro y duro. Quería volver, sin dejar del todo el euro, al franco de los galos, eso sí, con un par de galones, alejándose lo más posible de Europa y repartiendo estopa a emigrantes y refugiados. El mismo humo con similares chimeneas que las de su progenitor. Su contrincante Macron era, al igual que ella, un niño bien, pero que se enamoró de su profesora y la esposó. Empleado de la banca Rothschild, y luego ministro (por cierto, de Economía) en el caótico Gobierno del seudo socialista Hollande. Lo dejó para crear ipso facto su Partido-Movimento En Marche (En Marcha) y ha acabado por convertirse en presidente. Un currículo agridulce que la Bolsa ha acogido, sin embargo, en su regazo, dándole el espaldarazo sin demora, tras constatar el estrepitoso fracaso de la derecha de Fillon y la izquierda de Hamon. En caso de debacle, se presuponía apostar por el mal menor, y los analistas financieros que hilan fino, han acertado.
Lo de España, más que a un laberinto, me recuerda al juego de la gallinita ciega, entre los que se ponen la venda negra en los ojos y los que siguen con las gafas de sol puestas, caminando hacia Antequera. Tienen un auténtico crack a la cabeza, que no diciendo casi nada, acaba diciéndolo casi todo. El suyo es un dilema kafkiano de urnas y papeletas del que sale a menudo airoso, sin pagar peaje alguno. España es diferente, y al no haber otras en opción, la mayoría se queda en la misma, erre que erre con sus Gibraltares, Canarias y Perejil. En el tema del desarme de ETA, el trovador galego nos obsequió con un laberinto político-lingüístico digno de mención: “No habrá nada a cambio de nada, porque nada puede haber”. Desaparecidos los Zutik y los Zutabes, qué mejor comunicado para resumir, a su modo y manera, cincuenta años de historia. Desconozco si la frase de marras es igualmente asimilable a la corrupción reinante en su partido, pero ese canto a la nada, sin adjetivos y evidentemente constitucional, nos trae al recuerdo que el que nada no se ahoga, ni en el canal de Isabel II, ni en el Cantábrico. Me vuelven a la memoria los versos de Antonio Machado tan actuales: Castilla miserable / ayer conquistadora / envuelta en sus harapos / desprecia cuanto ignora.
Para terminar, retornemos a nuestro laberinto interno. El Norte camina relativamente bien y el desarme se generaliza, incluso en el ámbito veterinario, pues los baserritarras de Baxe Nafarroa y Zuberoa han conseguido paralizar la ejecución de ánades sospechosas de gripe aviaria. Los patos siguen pues en pié, tanto los de aquí como (de momento) el Donald de la Casa Blanca. Al Sur, en el jardín de las delicias español, disponemos de una Euskadi atrofiada de siete a tres provincias, con rango de Comunidad Autónoma Vasca, cuyo actual Gobierno sigue ejerciendo de plañidera ante el Raxoi de turno, en busca de las transferencias perdidas. El mismo Gobierno, que en aras de una supuesta estabilidad, bilateralidad e incluso trilateralidad, se asocia para gobernar con el PSOE aquí y presupuesta con el PP aquí y también allí. Un sano regionalismo de lateralidades hispanas que a este menda, qué quieren que les diga, le huele a cuerno quemado. Sin brújula abertzale y en ausencia de EH Bildu, ELA y LAB, este laberinto se me antoja sin salida a corto, medio y larguísimo plazo.