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Colaboración Cadenas mentales

Como decía el famoso poeta Khalil Gibran: “El hombre quiere la libertad pero está enamorado de sus cadenas”. Mientras que cuando vemos a los demás pensamos que son seres programados que se dedican a hacer siempre lo mismo siguiendo el rebaño, nos vemos a nosotros mismos más abiertos a experiencias nuevas, tenemos más autonomía propia y además no estamos manipulados por la prensa ni por los demás. Y sin embargo, tenemos los mismos prejuicios y pensamientos que los demás. Tenemos nuestras cadenas mentales, esas que nos llevan a pensar y a hacer siempre lo mismo. Esas cadenas que nos hacen pasar 20 años repetidos en lugar de tener una experiencia de 20 años. Esas cadenas que aplicadas a la gestión de las empresas, de la política o de las instituciones nos hacen aplicar soluciones antiguas a problemas que hoy ya no existen.

En todas las épocas de las que se tiene constancia se ha dicho que el hombre debe adaptarse a los tiempos. El aforismo que mejor explica esta idea es un proverbio chino: “Cuando soplan vientos nuevos unos ponen muros, otros molinos de viento”. Sin embargo, no lo hacemos. Y eso tiene una primera causa funcional: la educación, ya que nos deja conceptos anclados en nuestro cerebro.

En matemáticas o física los problemas tienen una solución única, aunque existan muchos procedimientos para llegar a la misma. Eso es lógico, ya que son ciencias deterministas. Otras áreas del conocimiento, como la economía, la psicología, la historia o la sociología están en continua evolución. Muy importante: la historia también está en evolución. Una nueva documentación, un yacimiento arqueológico o cualquier reliquia sorprendente pueden hacer cambiar las cosas. Más aún, incluso ciencias como la física siguen en evolución. Lo que no se discute son sus fundamentos, por algo están demostrados.

Esta idea se expresa muy bien en el ámbito de la economía: las recetas macroeconómicas tradicionales están basadas en un mundo que ya no existe, en tanto no se tenía en cuenta la robotización, la economía digital o la pérdida de la capacidad de negociación de los trabajadores en algunos mercados (lo cual nos ha llevado a una situación insólita que no viene en ningún manual de economía: la clase social de los trabajadores pobres).

Veamos cómo la ruptura de una cadena mental genera beneficios insólitos. En el ámbito de la medicina todavía estamos acostumbrados a usarla para curarnos. ¿Qué hacer? Incidir en la prevención. Pero sería bueno comenzar desde etapas más jóvenes: los niños deben tener muy claro sus elecciones, y es que un exceso de dulces hoy (repito, un exceso, que las chuches están muy buenas) es un riesgo para mañana en términos adictivos y en consecuencia, sanitarios.

En psicología debemos agradecer a Martin Seligman el impulso realizado dentro de la denominada “psicología positiva”. La idea es semejante a la medicina: es mejor prevenir las depresiones que afrontarlas cuando llegan. Y aunque sea una evidencia, se debe incidir en ello: es difícil que una persona feliz se deprima. Por lo tanto, estudiemos la felicidad.

Pasamos a la tecnología. ¿Quién iba a pensar las inmensas posibilidades de nuestro teléfono móvil (eso sí que es romper una cadena mental, teléfono era igual a hablar) y que incluso iba a ser parte de nuestro cuerpo humano? Puede parecer que exagero, ¿verdad? Si pensamos en la gran cantidad de actividades de nuestro cerebro que hemos pasado al teléfono nos asustaríamos. Antes memorizábamos fechas de cumpleaños, capitales de países o números de teléfono. Ahora no es necesario, basta un click. Antes nos esforzábamos por orientarnos. Ahora nos lleva el teléfono. Antes usábamos más medios para informarnos. Ahora basta consultar cuatro titulares en la pantalla.

Está claro: nuestra mente está conectada, en cierta forma, al teléfono. Es una cadena mental. Pero de lo que se trata es de conocer las otras, aquellas que han anclado una forma de hacer las cosas que ya no es válida hoy.

¿Cómo educar a unos hijos que pueden tener más de una identidad digital en la red si no conocemos con exactitud su funcionamiento? ¿Cómo tomar políticas económicas que puedan llevar el bienestar a la mayor parte de la población posible? ¿Cómo competir en unos mercados en los que no dejan de aparecer productos disruptivos que pueden cargarse mi empresa de golpe? ¿Qué estudiar para preparar el mundo de mañana si a lo mejor cuando termino ya no existe trabajo relacionado con mi aprendizaje? ¿Cómo dejar las costumbres que nos permiten desarrollarnos como personas? Cortando todas las cadenas mentales que tenemos. Viendo el mundo con otros ojos. Pero existe una barrera formidable: nuestros prejuicios.

En un estudio asombroso, las personas debían elegir entre dos líderes. El primero había tenido siempre convicciones fijas. El segundo cambiaba según los tiempos. Aunque le iba mejor al segundo, la gente elige al primero.

Preferimos a las personas con ideas fijas, aunque estén equivocadas.

Una cadena mental más.