¿Quién es el mejor amigo del hombre? ¿El perro, el gato, el lagarto o la serpiente? Según Carlos Rodríguez Braun, un economista y comentarista de gran prestigio, sin duda el mejor amigo del hombre es el chivo expiatorio.
Para comprender el origen de la expresión debemos acudir a la religión judía, en particular a la celebración de una de sus fiestas más importantes: el Día de la Expiación. En la antigüedad, los judíos sacrificaban dos machos cabríos. Uno simbolizaba la expiación de los judíos. El otro cargaba con los males del pueblo. Este segundo macho era, según la expresión del Antiguo Testamento, el chivo expiatorio. Esta expresión ha permanecido con el paso del tiempo y hoy en día corresponde a una persona, institución o comunidad a la que se otorga la responsabilidad de algo que no ha hecho.
Existen múltiples ámbitos a los que se puede aplicar esta expresión, si bien se debe resaltar que se puede aplicar de forma consciente y otras de forma inconsciente. Vamos a verlo.
El primer chivo expiatorio de nuestra vida suele ser ese profesor caprichoso que nos suspende ya que nos tiene manía. Para que esta expresión sea cierta se deben dar dos condiciones. Primero, sí, que el profesor nos tenga manía. Lo cual no es muy común. Y segundo, y más importante que lo primero: que el alumno no estudie. Por mucha manía que nos tenga un profesor, muy subjetiva debe ser la materia de estudio para que nos suspendan por ser muy antipáticos. Existen otras razones que justifican suspensos, por ejemplo, quedarse en blanco. Es otra forma de chivo expiatorio: nadie se queda a cero en un ámbito de conocimiento que domina.
Esas pautas de comportamiento van dejando una base que se amplifica con el paso de los años. Pensemos en la posibilidad de unas terceras elecciones. ¿De quién es la culpa? Está claro: de los demás. La expresión “Mi partido es el único que piensa en el país, los demás sólo piensan en su interés propio” la han pronunciado todos los dirigentes políticos. Como decía Sartre, “el infierno son los otros”. Eso sí, lo que enseña esta historia aplicada a la política es que si tenemos un sistema que permite la ingobernabilidad perpetua, está claro que ese sistema debe cambiarse. Si no se hace es por una razón: un grupo de privilegiados puede vivir a costa de los demás según sus intereses espurios. En una democracia del siglo XXI es algo que no se puede permitir. Además, existe una solución ridículamente sencilla. Si después de las elecciones se forma una mayoría cualificada entre varios grupos, que gobiernen ellos. En caso contrario, que gobierne la lista más votada. Y las fechas, fijas. Así se evitan estrategias electoralistas por parte de quien está gobernando en un momento dado. Y punto. ¿Por qué no se hace? Muy sencillo; no les interesa el bien común. Como dice la sabiduría popular, “no es lo que dices, es lo que haces”.
Es divertido el uso de la técnica del chivo expiatorio cuando llega un gobierno nuevo. Si los indicadores económicos y sociales mejoran, es debido a las valientes medidas que ha implantado el gobierno. Si no lo hacen, es debido a la herencia recibida. Incluso a veces se llega a culpar a acontecimientos históricos lejanos en el tiempo y los cuales, si bien pueden tener su peso, no explican de forma fehaciente un indicador económico de hoy.
No existe ninguna diferencia con un nuevo entrenador de un equipo de fútbol o baloncesto. Si los resultados mejoran, es debido a “los cambios de jugadores y estrategias implantados por el entrenador”. Si no lo hacen, es debido a que el equipo estaba con muy poca confianza o a que no tenía la calidad suficiente para competir a ese nivel. Otras palabras para decir la herencia recibida. Este patrón también existe en ejecutivos que se proponen mejorar las cuentas de las empresas o en cualquier tipo de persona que ocupa un nuevo puesto con la responsabilidad de mejorar los resultados anteriores, sean deportivos, económicos o de captación de personas para una institución.
Además, mentalmente usamos la técnica del chivo expiatorio en muchos indicadores emocionales de nuestra vida. “La culpa de que haya tanto paro es del gobierno”. “La ineptitud del jefe ha originado despidos y me ha tocado a mí”. “Con este calor no se puede trabajar ni estudiar”. “El carácter de mi pareja era insoportable, por eso lo dejamos”.
En realidad, la técnica del chivo expiatorio se usa a menudo de forma consciente para buscar una solución sencilla a un problema complejo; los populismos (Donald Trump) lo hacen muy bien. Usada de forma inconsciente, no deja de ser una defensa del cerebro para encubrir la responsabilidad que tenemos en nuestra propia vida cuando no hacemos lo que debemos o no hemos tenido el resultado esperado.
Profesor de Economía de la UNED