ENTONCES la ikurriña ondeaba oficialmente en el balcón del ayuntamiento y el hecho de que compartiera balconada constituía también el símbolo de la convivencia entre quienes compartimos calles, aceras, aire que respirar, ciudadanía y tiempo.

Fue esta convivencia la que debía ser se trasladada a la fiesta para su recuperación dentro de un conjunto de acuerdos “explícitos e implícitos” como, por ejemplo, que la policía municipal asumiese el protagonismo de la calle y que los grises se mantuviesen en un discreto segundo plano, ya que por su protagonismo en el ataque a la sociedad pamplonesa (eso fue) de 1978 eran objeto del reproche social más generalizado. El estribillo más repetido era sin duda aquel de “que se vayan?”

Iruña quería y necesitaba recuperar los sanfermines y con esa voluntad social e infinidad de esfuerzos los sanfermines fueron recuperados, siendo un agente muy importante en aquel empeño Manuel Pérez Balda. Dos años más tarde se vería privado de su cargo por el PSOE-PSN por haber votado a favor de la ikurriña.

Dos años más tarde

Efectivamente, la ikurriña fue retirada del ayuntamiento de Iruña dos años y pico más tarde en una votación de 17 contra 10 pocos días antes de la fiesta de San Cernin. Años más adelante y, puesto que no podían soportar que la regla aplicada en Iruña se aplicase también en otros municipios, aprobaron la primera Ley de Símbolos de Navarra y, cuando la justicia empezó a dictaminar en contra de sus pretensiones, aprobaron la actualmente vigente, eximio ejemplo de imposición que, en su ridiculez, llega a afirmar que “todo lo que esté en contra de esta ley es nulo de pleno derecho” (sic).

La iniciativa de quitar la ikurriña fue una moción de UPN, entonces cuarta fuerza política de Pamplona, y resultó apoyada por UCD y desgraciadamente también por el PSN-PSOE, el cual hasta un año antes la había exhibido en su propia sede. Lo hicieron ?se atrevieron a hacerlo? cuando ya el recuerdo del ataque a la sociedad de 1978 se estaba desvaneciendo. Mientras tanto no les había importado desfilar tras la ikurriña.

Autocrítica

Es cierto que también se precisa una autocrítica por el otro lado. La actitud que simboliza el grito de “Ikurriña bai, española ez” no es respetuosa con la pluralidad y ha sido perjudicial. La normalidad está en reproducir en el ámbito de los símbolos la realidad de la sociedad y de la calle. La normalización, por lo tanto, es el intento de poner la ikurriña en las fiestas de Iruña. La anormalidad es su prohibición. Desgraciadamente, lo criminalizado es la normalidad, la pluralidad, la convivencia, el aire común que respiramos y lo que está legalmente protegido es la anormalidad de la prohibición, la represión, el ataque a la pluralidad.

La trastienda está en que durante el franquismo la ikurriña fue uno de los símbolos principales de la lucha por la democracia y por eso el franquismo sociológico le tiene fobia.

* Coordinador de Aralar y portavoz de Aralar Nabai