“Cuando empiezas en el ciclismo o en cualquier deporte, asumes de antemano que las lesiones forman parte de esto. Lo que pasa es que, cuando luego te toca pasarlo mal, no deja de hacerse todo muy duro y difícil”. La voz de Naia Amondarain muestra resignación pero también esperanza, porque, cruzando los dedos, podemos decir que por fin empieza a ver algo de luz al final del túnel. 2023 tenía que estar suponiendo un año especial para la ciclista ibartarra, quien dio un paso adelante enrolándose en las filas del Laboral Kutxa. Sin embargo, una inoportuna lesión de cadera, latosa y complicada pero no del todo incapacitante en sus inicios, le mantiene sin competir desde el pasado mes de febrero.

“Arrastraba las molestias desde hacía bastante tiempo. Yo notaba que, en cuanto bajaba un poco el pistón, mejoraba bastante. Pero después, en cuanto volvía a forzar, los dolores volvían a aparecer. Así anduve durante la pretemporada. Luego, cuando llegó la competición, de cara ya a la Clásica de Almería (11 de febrero), prácticamente ni entrené durante toda la semana previa, pero aún así no pude terminar y tuve que bajarme”, relata Amondarain, quien no se ha puesto un dorsal desde entonces. Han pasado más de cuatro meses.

Lo peor no fue la frustración de abandonar aquella carrera. Lo peor residió en las posteriores dificultades para dar con un diagnóstico. “Me hice una resonancia y en teoría vimos lo que había, pero primero se comentó que era una cosa y luego me dijeron otra. Ahora por fin hemos llegado a ese punto en el que ya sabemos de dónde viene todo (sufre un choque femoro-acetabular en la cadera derecha) y solo queda tener paciencia. Estoy haciendo trabajo de rehabilitación, cumpliendo con lo que me ordenan y sin obsesionarme con fechas de regreso al pelotón. Está claro que quiero volver cuanto antes mejor, pero me encuentro en una situación ante la que prefiero centrarme en el trabajo del día a día. Entreno lo que me dicen y como me dicen, y poquito a poco voy sintiéndome mejor”.

Nunca es buen momento para quedar en el dique seco, pero el inicio de esta campaña suponía uno aún peor. “Fiché por el Laboral Kutxa, un equipo con cambios, nuevos objetivos y mucha ambición. Estaba motivada, ilusionada, pero sufrir una lesión así te cambia el paso”. Amondarain trabaja ya para volver a dar guerra, sobre el asfalto y también en la pista, compaginando como siempre ambas disciplinas. “Es cierto que ahora estoy en un proyecto como el del Laboral Kutxa, más enfocado a la carretera, pero en ningún momento quiero renunciar a la pista”.