Epítome del ciclista total, sobresaliente bajo cualquier análisis, Wout van Aert ha alcanzado otra dimensión en la presente edición del Tour de Francia. Un ciclista sin parangón. El belga, en una actuación solo al alcance de los elegidos, impulsó a Vingegaard hasta la cima de Hautacam, el trono del Tour. “Van Aert es uno de los mejores del mundo en todos los terrenos”, expuso Vingegaard. De hecho, fue el ritmo de Van Aert el que descolgó definitivamente a Pogacar en Hautacam. Después, Vingegaard remató el trabajo colectivo del Jumbo, impecable en el Granon y en la cima pirenaica. Lo festejó con un puño al aire el belga, tercero en meta y pieza clave para entender el éxito del danés. De algún modo, esa conquista a la espera de que el domingo llegue París y su fiesta, es un logro colectivo del Jumbo, que representa como ningún otro Van Aert, un campeón extraordinario, competitivo al extremo. Capaz de todo. Nada se le resiste al belga que aseguró el maillot de la regularidad cuatro jornadas antes de que expire la carrera francesa. El belga ha conquistado dos etapas, ha sido segundo en cuatro ocasiones y tercero en Hautacam.

Pero más allá de su capacidad de rendir en todos los terrenos de manera sobresaliente, Van Aert ha sido el hombre que siempre ha cuidado de Vingegaard, su particular guardaespaldas, más si cabe cuando Roglic perdió el hilo de la carrera. Cuando surgía cualquier problema, allí estaba el belga, que todo lo puede. Su demostración camino de Hautacam quedará enmarcada entre las grandes obras maestras de un Tour loco y espléndido a expensas de completar el cierre.

Luz propia

Van Aert no tardó en lucirse. Su desempeño en la etapa de los adoquines, donde Vingegaard se vio obligado a remontar por un problema mecánico, evidenció la enorme capacidad del belga. Van Aert esperó a Vingegaard y le rescató. A mí el pelotón, que los arrollo. Su poderío y ascendente se enfatizaron en numerosos episodios del Tour. Aunque es una estrella indudable, nunca ha dudado en ponerse al servicio de la misión del Jumbo: hacerse al fin con el Tour de Francia. La traumática experiencia de 2020, cuando a Primoz Roglic se le escapó la carrera por el sideral empuje de Pogacar en la crono de La Planche des Belles Filles, marcó a Van Aert. Desde entonces, el equipo neerlandés buscó venganza. Salvo accidente, el Tour es de Vingegaard. Buena parte de esa victoria recae sobre los hombros del tremendo belga, el líder espiritual de la escuadra neerlandesa. Van Aert, el gigante verde.