El accidente que se cobró la vida de los jóvenes gasteiztarras Cristian, de 21 años, e Izaro, de 18, ha puesto el foco sobre un fenómeno clandestino y nocturno que pervive en la capital alavesa y en diversos puntos del territorio desde hace al menos veinte años y que los cuerpos policiales se ven incapaces de frenar. Cuando cobra popularidad un punto concreto en el que decenas de jóvenes hacen trompos, carreras y tiradas, cuando empieza a haber horas y días fijos de quedada, cuando estas reuniones empiezan a tener reflejo en las redes sociales y se crea una alarma social ante el evidente peligro que suponen estas prácticas, las autoridades refuerzan la vigilancia, dispersan, sancionan e incluso se infiltran en estos grupos de amantes de la velocidad, y el resultado es inmediato, pero efímero.

Ya no es que cambien los puntos de reunión, que se trasladen de un polígono industrial a otro, o que los rallies por la Montaña Alavesa cambien de carretera; es que apenas la Policía abandona el lugar la actividad se vuelve a reanudar en el mismo punto en el que se dejó apenas unas horas antes. La inmediatez que aportan las redes sociales hace que hoy día ese juego del gato y el ratón que corredores y Policía practican desde hace lustros sea mucho más vertiginoso.

El fatal accidente de este fin de semana es buena prueba de ello, pues a la media hora de que la Policía Local dispersara a los jóvenes reunidos en la calle Jundiz se reanudaron las imprudencias al volante, que no estrictamente carreras. Al hilo del siniestro del sábado la cuestión semántica ha cobrado importancia, pues desde el Ayuntamiento se rechaza hablar de carreras, de competiciones entre coches. Lo que sí hay son tiradas ante la mirada de multitud de espectadores, trompos, acelerones, donuts y toda la parafernalia y el peligro que acarrea la velocidad sin ningún tipo de medida de seguridad ni control, haya competiciones y apuestas o no.

Sí tenían estos últimos ingredientes las quedadas de hace veinte años, cuando por primera vez saltó a la luz pública su existencia. En noviembre de 2003 un coche que circulaba a gran velocidad por Jundiz se empotró contra otro vehículo e hirió a los dos ocupantes del mismo.

El fenómeno fue creciendo, y para 2005 ya se tenía constancia de ciertos detalles sobre estas concentraciones ilegales, en las que participaban jóvenes que probablemente este fin de semana asistían alarmados, como ciudadanos maduros, al fatal desenlace que han acabado trayendo estas prácticas. Detalles como que en el asfalto de Jundiz se cruzaban apuestas de hasta 6.000 euros, o que el fenómeno estaba tan consolidado que allí hacían negocio todos los fines de semana vendedores ambulantes. El 24 de junio de 2005, cuando la Policía Local había cursado ya 120 sanciones en Jundiz a lo largo del año, en el polígono industrial vitoriano se congregaron un millar de personas y tuvo que intervenir la Ertzaintza para dispersar al público ante la imposibilidad de la Policía Local de hacer frente a la situación.

Si se intensificaba la vigilancia en ese punto, las carreras se trasladaban al entorno del Buesa Arena, o a los pueblos del municipio, y el entonces edil responsable de Seguridad, Miguel Ángel Echevarría, abogaba por “parar esto antes de que ocurra alguna desgracia”, que al final ha terminado haciéndose realidad casi veinte años después.

Los apuntes

Investigación. La Policía local de Gasteiz mantiene abierta la fase de declaraciones sobre el accidente con el fin de esclarecer las circunstancias en las que se produjo el siniestro. Además, la investigación continúa su curso, según informaron fuentes municipales a Europa Press.

Testigos. Tras el accidente, que apunta que se produjo por una quedada entre jóvenes con los dos vehículos siniestrados, la Policía local pidió el testimonio de personas que hayan podido ser testigos del siniestro. Para ello, enviaron un mensaje por redes sociales pidiendo que se pongan en contacto llamando al 945 15 80 00.