¿Cómo definiría la función del Eustat y, en general, de la estadística oficial?
Lo que hace la estadística oficial es recopilar, procesar, organizar, analizar y difundir datos para medir realidades del ecosistema en el que vivimos. Todo ello está regulado por la Ley Vasca de Estadística de 1986, que nos habilita a obtener información de distintas fuentes y nos obliga a que esos resultados se compartan con toda la sociedad a la vez, sin uso preferente por ningún ámbito.
¿Cómo se garantiza esa independencia de la que habla?
Dentro de la Administración nadie sabe lo que estamos midiendo hasta que lo publicamos. Tenemos absoluta independencia a la hora de establecer la metodología y difundir los resultados. Es cierto que somos un ente público, pero eso es una garantía, no un obstáculo. Nuestra independencia se refuerza con una regla muy clara: publicamos los datos a la hora exacta para todo el mundo.”
“Tenemos datos confidenciales y hay que ser muy cuidadosos: la IA no puede andar como Pedro por su casa por nuestras bases de datos”
¿Cree que la ciudadanía es consciente de la seriedad de este proceso?
“Yo creo que no. Hoy en día los datos nos llegan de todas las esquinas: cualquier post en Instagram, cualquier publicación en LinkedIn o anuncio en televisión. Y parece que todo eso es la panacea; es un dogma de fe. Nosotros, sin embargo, trabajamos intensamente para verificar la calidad de lo que hacemos, garantizar que es representativo de todo lo que queremos medir, y somos absolutamente transparentes. A veces, incluso en exceso. Y, sin embargo, las encuestas de confianza muestran que cada vez se cuestionan más los resultados oficiales.
Preocupante.
Hemos estado hace unas semanas en La Haya, en un congreso internacional de estadística, y una de las cosas que se está comentando es que ahora mismo no estamos siendo capaces de llegar al segmento joven. Hemos empezado a hacer cosas en redes sociales, pero todavía tenemos un poco limitado nuestro posicionamiento; y la gente joven se mueve ahí. Tenemos que trabajar por impulsar la confianza del segmento joven.
¿Qué papel juega la estadística pública en la toma de decisiones políticas?
La estadística oficial nació para generar los datos que sirvan para construir políticas públicas basadas en datos, y no en percepciones. Y también para medir el impacto de esas políticas. Ahora queremos ir más allá: que la información llegue a toda la sociedad, no solo a las administraciones, también a las empresas y a la ciudadanía. Porque los datos sirven para entender mejor el entorno, decidir mejor y mejorar colectivamente.
La independencia se garantiza publicando a la hora exacta para todo el mundo y calendario
En su web tienen un apartado de estadística experimental. ¿Qué es eso?
Es nuestro campo de pruebas, un laboratorio donde ensayamos nuevas fuentes de datos, métodos estadísticos o ámbitos de estudio. Lo experimental es innovación: probar, equivocarse y mejorar. Se diferencia de la estadística oficial porque los resultados aún no tienen los estándares de fiabilidad y calidad suficientes. En nuestro caso también lo usamos cuando tenemos un resultado cuya metodología es robusta, pero aún no lo tenemos para todo Euskadi. La vocación de la estadística experimental es que acabe en la producción, pero puede hacerlo o no. Ejemplos como el scrapeo de precios hoteleros empezaron en modo experimental; y, una vez testados, pasaron a producción, a estadística oficial.
¿Qué retos afronta ahora mismo el Eustat?
El primero, ser cada vez más eficientes. Creo que hacemos un uso muy responsable de los recursos, pero debemos transformarnos. La digitalización nos permite acceder a mucha información que ya está contenida en ficheros digitales. Tenemos que conseguir hacer explotaciones más masivas de esa información, porque en esta nueva economía del dato se nos piden más resultados, con mayor frecuencia y menor decalaje. Quieren el dato de ayer, igual de robusto y fiable, pero ya. Y además con mayor granularidad, es decir, más detalle territorial o temático.
¿Qué lugar ocupa la inteligencia artificial en todo esto?
Lo que está más extendido es su uso en temas de eficiencia interna, en cosas que podemos validar. El problema llega cuando entra en el ámbito puro de la producción: ahí tenemos que ser muy cuidadosos. Tenemos datos confidenciales y la IA no puede andar como Pedro por su casa por nuestras bases de datos. Ahora mismo la utilizamos integrada en herramientas de ofimática o para emails estándar, donde no hay riesgo. Cuando la IA entra en el desarrollo y la producción, tenemos que extremar las precauciones. Creo que en el futuro terminaremos dedicando menos tiempo a producir y más a validar, a garantizar que lo que sale es correcto.
¿Cómo estamos en Europa en relación al mundo a la hora de gestionar datos?
La última estrategia del dato que ha planteado Europa empieza a tener un carácter más aperturista. Las primeras reglamentaciones iban muy alineadas a la protección del usuario, pero eso ha sido un hándicap: la investigación se ha visto taponada porque no se ha podido acceder a los datos necesarios. Ahora se busca equilibrar la balanza y ser creativos para explotar datos sin comprometer la confidencialidad individual.
¿Y el futuro del Eustat?
Pienso que generaremos resultados en menos tiempo y que tendremos un volumen de operaciones mayor. El ámbito de la encuestación no va a desaparecer, pero probablemente seremos menos dependientes de él que hoy. Cada vez utilizamos más fuentes administrativas y digitales.
En un mundo saturado de cifras, ¿por qué sigue siendo necesaria la estadística oficial?
Porque garantiza calidad, independencia y comparabilidad. Porque detrás de cada cifra hay un método, una revisión, una obligación de difundir lo que salga, guste o no. Y porque solo con datos fiables se pueden construir políticas públicas, empresas responsables y ciudadanos críticos.