Con el final de las vacaciones de verano llega también la vuelta a la ikastola, un momento de cambios que puede generar nervios, miedos e incertidumbre en los más pequeños, pero también en sus familias. El regreso a las rutinas, la adaptación a nuevos horarios y la convivencia con compañeros y profesores plantean retos que requieren del acompañamiento cercano de los progenitores. Para conocer cómo afrontar este proceso y qué papel juega la actitud familiar en la adaptación de los niños, hablamos con la psicóloga clínica Karmele Zabala, con amplia experiencia en el trabajo con infancia y familia.
¿Qué emociones suelen aparecer en los niños ante la vuelta al colegio?
Más que fijarnos únicamente en las emociones de los niños, es fundamental atender a las emociones de los padres. Lo que sentimos como adultos lo acabamos transmitiendo, casi sin darnos cuenta, a nuestros hijos. Si afrontamos el inicio del curso con angustia, tristeza o miedo, ellos lo vivirán de forma parecida porque se alimentan emocionalmente de lo que ven en casa. Por eso, debemos tener cuidado con cómo expresamos la vuelta a la rutina. Comentarios como “se acabó lo bueno” o “volver a trabajar es un horror” les hace entender que la escuela, que ellos perciben como su trabajo, también es algo negativo. En realidad, lo que deberíamos hacer es transmitir que se trata de un proceso natural y positivo. Si solo vivimos la vida esperando las vacaciones, algo tenemos que replantearnos en nuestro estilo de vida.
¿Cómo se distingue si el nerviosismo de un niño es normal o si necesita más ayuda?
La ansiedad anticipatoria ante una nueva situación es normal y necesaria: nos prepara para adaptarnos a los cambios y retos de la vida. La clave está en cómo se vive. No es lo mismo la ansiedad de esperar en la puerta de un quirófano que la de abrir los regalos de Olentzero; la emoción es parecida, pero la experiencia cambia completamente. Lo importante es acompañar, validar y dar un toque de ilusión, de reto, de curiosidad. Nunca hay que ridiculizar ni minimizar sus emociones con frases como “no seas tonto” o “eso no es nada”. La actitud correcta es la contraria: “Entiendo que estés nervioso” o “es lógico que sientas incertidumbre”. Estas herramientas emocionales les servirán no solo para la vuelta al cole, sino para cualquier cambio en la vida.
¿Cómo pueden los padres transmitir tranquilidad y entusiasmo sin generar presión?
La clave está en la actitud de los propios padres. La vuelta al colegio debe vivirse como un paso natural y agradable dentro de la normalidad. También es importante no sobrecargar la agenda desde el principio. A menudo, al inicio del curso añadimos muchas actividades extraescolares, lo que genera estrés tanto en niños como en adultos. Lo ideal sería contar con jornadas más livianas y equilibradas a lo largo del año, en lugar de concentrar todo en nueve meses y después tener un verano demasiado largo y desestructurado.
¿Qué errores suelen cometer las familias en la preparación de la vuelta a la escuela?
El principal error es transmitir exceso de carga y de estrés. También poner expectativas poco realistas: que todo cambie de golpe en septiembre, tanto en los adultos como en los niños. Ese sobreesfuerzo se nota y termina afectando al clima familiar. Lo aconsejable es introducir los cambios de forma progresiva, sin dramatizar, para que la adaptación sea más natural.
¿Es recomendable compartir con los hijos recuerdos positivos de la escuela para motivarlos?
Por supuesto. Una manera de reducir el miedo es rescatar experiencias agradables: fotos, anécdotas, logros del curso anterior… Eso ayuda a equilibrar los recuerdos negativos que suelen aflorar en momentos de inseguridad. Más que frases vacías como “tú puedes con todo”, lo que necesitan es confianza real y herramientas para afrontar las dificultades. Saber que, pase lo que pase, cuentan con nosotros como refugio es lo más importante.