Los síntomas comenzaron en noviembre del año pasado, cuando a Beatriz Egaña le comenzó a doler mucho el pecho, le costaba respirar y tenía una fatiga “tremenda”. No obstante, lo dejó pasar hasta que al poco tiempo, un día que estaba con sus nietos, se dio cuenta de que “no podía más”. Fue al hospital y allí le dijeron que podía ser un infarto. La sorpresa saltó cuando, unos días después, un análisis le detectó niveles elevadísimos de plomo en sangre: un valor de 737, cuando el máximo es de 50. Todo parece indicar que la intoxicación, que afecta también a varios miembros de su familia, tiene su origen en una jarra de agua que compraron hace más de una década en Almería y que utilizaban de forma habitual.
Esta vecina de Getxo ha vivido un calvario desde aquella primera visita al hospital, cuando ya su estado de salud estaba fuertemente afectado. “Los sanitarios no se explicaban cómo había llegado hasta allí, porque estaba sin sangre”, recuerda Egaña, a quien tuvieron que realizarle transfusiones de sangre.
Ya de vuelta a casa, reconoce que no le dio mucha importancia hasta que, tras realizarle una prueba de enfermedades raras, le dijeron: “Ven al hospital, que te puedes morir. Me llamaron para decirme que tenía niveles altísimos de plomo y que urgentemente fuera al hospital”. Su hija, Bea Sever, admite que “hemos estado muy asustados porque ha sido todo diciembre y enero con ingresos hospitalarios sin saber qué era, pensábamos que se moría”. Una vez identificada la intoxicación, empezó a recibir un tratamiento a base de un quelante, que hace disminuir los niveles de plomo, que todavía sigue manteniendo. “Cuando salí del hospital tenía 400 y pico”, recuerda Beatriz Egaña.
El siguiente paso era saber de dónde procedía el plomo que se había ido almacenando en su organismo. El Departamento de Salud Pública del Gobierno Vasco realizó una investigación en el propio domicilio de la mujer para conocer cuáles eran las posibles fuentes de contaminación. Le pidieron que tuviese el agua estancada durante doce horas. Tras los análisis conocieron que el problema “venía del agua de la jarra” de la que bebía la mayor parte de la familia. “Calculo que nos tomábamos un chupito de veneno por cada vaso que bebíamos de la jarra”, cuantifica Egaña.
Más allá de la jarra
Pero la situación se complicó al comprobar que dos personas que nunca habían bebido agua de esa jarra, uno de sus nietos y la trabajadora interina, también dieron valores elevados. “Ella lo que tenía era dolor de cabeza todos los días”, expone Sever. “Cada cual ha tenido diferente sintomatología y ahora vamos a ir viendo qué afectaciones tenemos”, señala Bea Sever, quien destaca que “la verdad es que estamos teniendo buen seguimiento”.
Al tener que buscar cuáles son los focos de la intoxicación dentro de la vivienda, Beatriz Egaña se ha visto obligada, junto a su marido Pedro Mari, a abandonar su vivienda sin saber qué día podrán regresar porque, según le indican, en su casa podría haber “otro foco de plomo”. Egaña lo está llevando lo mejor que puede pero no puede evitar romperse cuando habla de sus nietos. “Es muy duro verles con tantas posibilidades de haberles afectado a su cerebro”, se lamenta.
El consejero de Salud, Alberto Martínez, señaló este viernes que los hechos han sido comunicados a la Junta de Andalucía. Martínez destacó que no han adoptado más acciones que esta comunicación al tratarse de “una jarra comprada hace más de 15 años, que no está comercializada” y los elementos de su cerámica “son de producción más manual”.