Raquel Benavente, una vecina de Picanya (Valencia) relató el sentir que tienen los vecinos de un municipio sumergido desde el pasado martes en el “caos”, donde no ha ido “nadie” a informarles ni a prestarles ayuda tras el paso de la DANA y agradece a los numerosos voluntarios que han llegado a pie y que están trabajando sin descanso y a los que califica como los “verdaderos héroes”.
Esta vecina, cuya casa está cercana al barranco que se desbordó y sembró el caos en este y otros municipios valencianos, se siente agradecida por haberse podido refugiar en las plantas altas de su casa y, sobre todo, por la marea de personas que han llegado andando para “ayudar de manera totalmente desinteresada” y que más allá de limpiar sin descanso “también nos están ayudando psicológicamente”.
Servicios de emergencia
Raquel entiende que la situación esté desbordada pero no que no hayan llegado los servicios de emergencia de ningún tipo a la zona. “Han venido periodistas, pero nadie de emergencias”, lo que les sume en una situación de desinformación e incertidumbre. La comida y el agua potable llega a pie con voluntarios o con vecinos que se organizan para ir a buscar víveres a Valencia, a unos 50 minutos caminando, pero critica que la gente que no está afectada está vaciando los supermercados y no les queda apenas nada para comprar.
La vecina explica que cuando empezó a subir el nivel del agua del barranco no se lo esperaban y sucedió “de sopetón”. No llovía y no habían sido advertidos de que estaban en peligro por lo que hicieron “vida normal”. Cuando empezaron a ver la crecida “muchos fueron a sacar los coches de los garajes”.
Ella que se encontraba en casa con su hija de 13 años gracias a que su club de patinaje sí que suspendió las clases, hecho por el que está agradecida, porque de lo contrario le “habría pillado en la carretera”, relata que mientras observaba la crecida desde su casa “mantuvo el tipo por su hija” pero llegó a pensar que eran sus “últimos momentos”.
Y con la incertidumbre de no tener noticias de su marido, que estaba en el coche. Finalmente y tras muchas horas de angustia e incomunicación total pudo saber, por un pequeño momento de cobertura, que su marido había conseguido llegar a casa de sus padres y estaba bien.
Gritos de auxilio y un rugido
Sin embargo, no olvidará fácilmente el horror de lo vivido. Los gritos de auxilio, el rugido ensordecedor del agua arrasando cuanto encontraba a su paso, los intentos de los vecinos por poner a salvo a una persona mayor cuya casa se estaba inundando y las puertas se habían bloqueado y la impotencia de no poder hacer nada. Pudo escuchar y ver “cómo se derrumbaban casas recién construidas” junto al barranco, el cual “jamás había llevado esa fuerza”.
Una vez descendió el nivel del agua comprobó que su puerta del garaje se había venido abajo por la fuerza del agua y el mismo “se había llenado de cosas de todo tipo arrastradas por el agua”. Ahora, con un panorama desolador que piensa que se asemeja a un escenario de guerra y “que no es posible explicar con palabras”, pone en valor el esfuerzo de la comunidad, la solidaridad y la actitud de los niños. Raquel sigue reclamando ayuda porque los alimentos y el agua escasean. “Nos lo repartimos todo”, pero van muy justos. Y critica a aquellos que no solo han ido a robar a casas, sino a los que entraron en un supermercado y robaron carros de jamones y garrafas de aceite.