Jesús García Gazólaz, arqueólogo del Gobierno de Navarra, cree que este hallazgo es el primero en época romana en una mina de la península y lo curioso es que “no está escrito en latín”.
¿Cómo ha sido el proceso del descubrimiento?
Todo comenzó hace tres años, cuando el Ayuntamiento de Lantz contactó con la Dirección General de Cultura, preocupados porque detectores de metales estaban explorando una zona del barranco en la que, desde los años ochenta, ya se sabía que había unas minas romanas. Los arqueólogos no habíamos regresado al sitio en casi cuarenta años, por lo que hicimos una primera visita. Allí redescubrimos lo impresionante que era el lugar, con un potencial arqueológico inmenso. Ese primer año organizamos una prospección superficial para delimitar el área y entender mejor lo que había en el barranco. Ya desde esa primera prospección nos dimos cuenta de que estábamos ante un complejo minero, probablemente de época romana, que merecía una investigación más profunda. A partir de ahí, empezamos a combinar campañas de exploración, topografía y excavación, tanto en minería subterránea como a cielo abierto. Durante una de estas exploraciones, en la mina conocida como Aierdi VIII, fue cuando se descubrió la inscripción, lo que resultó ser un hallazgo excepcional.
¿Qué importancia tiene esta inscripción en relación con la lengua vascónica?
El hallazgo de la inscripción es, sin duda, de gran relevancia. Es la primera inscripción de época romana que se ha encontrado dentro de una mina en la península, y lo más sorprendente es que no está escrita en latín, sino en una lengua prelatina. Todo indica que estamos ante un posible vestigio de la lengua vascónica, algo que enriquece enormemente nuestro conocimiento de la época y del desarrollo de estas comunidades.
¿Significa la lengua vernácula, antecedente del euskera, convivía con el latín?
Este hallazgo es singular porque, aunque sabíamos que las comunidades que habitaban esta parte de la geografía navarra estaban en pleno proceso de romanización, esta inscripción muestra que su lengua vernácula todavía se mantenía viva, incluso cuando el latín ya comenzaba a ser la lengua oficial. Además, no solo hablaban su lengua, sino que también sabían escribirla, lo cual es muy significativo. Es un testimonio claro de que la romanización no erradicó completamente las lenguas locales, y en este caso particular, parece que la lengua vascónica pudo seguir usándose y transmitiéndose.
¿Cómo se relaciona este hallazgo con la mano de Irulegi y otras inscripciones vascónicas?
Este hallazgo guarda muchas similitudes con la mano de Irulegi, un descubrimiento que también se ha vinculado con la lengua vascónica. Aunque la mano de Irulegi es un poco más antigua, (50 o 60 años) ambas inscripciones provienen de un contexto geográfico y cultural similar. Se cree que ambas podrían ser ejemplos de la lengua vascónica escrita utilizando el signario ibérico, que es el sistema de escritura que empleaban en ese momento. El hecho de que haya tan pocas inscripciones prelatinas en esta parte de la península (apenas tres o cuatro) hace que cada hallazgo sea crucial para el estudio de la lengua vascónica. En este caso, la inscripción de la mina de Lantz podría aportarnos nuevos datos sobre cómo se escribía y utilizaba esta lengua en contextos específicos, como el de la minería. Aunque no hemos podido traducirla completamente, el simple hecho de que exista ya es muy relevante para la lingüística histórica.
¿Podría esta inscripción ser un antecedente del euskera actual?
Es difícil asegurarlo con certeza, ya que entre esta inscripción y los primeros textos conocidos en euskera hay más de mil años de diferencia. Las lenguas evolucionan mucho en ese tiempo, por lo que no podemos afirmar que sea directamente el antecedente del euskera. Sin embargo, sí es una muestra de la persistencia de una lengua prelatina en una época en la que la romanización ya había avanzado considerablemente. Es fascinante pensar que esta lengua vascónica, o una versión temprana de ella, se hablaba y escribía cuando la mayoría de la población ya utilizaba el latín. Los estudiosos que han analizado la inscripción, como Javier Velaza y Joaquín Gorrochategui, sugieren que podría ser vascónica por la combinación de signos que presenta, aunque no tenemos una traducción definitiva. El hecho de que no sea celtibérica y que se haya encontrado en una región donde se hablaba la lengua vascónica hace que esta hipótesis sea bastante razonable. Es un indicio más de que la lengua vascónica pudo haber perdurado más tiempo del que inicialmente pensábamos, lo cual es emocionante desde el punto de vista lingüístico y cultural.
¿Qué se hará a partir de ahora con la inscripción y el yacimiento?
Por ahora, hemos cerrado y protegido la mina para evitar que se deteriore, ya que la inscripción está hecha en barro sobre la pared y es muy frágil. El proyecto de investigación del complejo minero continuará, ya que es un yacimiento muy extenso y con un enorme potencial arqueológico. Seguramente se publique un estudio científico sobre la inscripción, encabezado por los especialistas que la han estudiado. Pero lo más importante es que la investigación del complejo minero sigue su curso, explorando tanto las minas subterráneas como la minería a cielo abierto. Este descubrimiento es solo una pequeña parte de lo que estamos encontrando en este vasto complejo minero, pero su valor lingüístico y cultural lo convierte en uno de los hallazgos más emocionantes de los últimos años en Navarra.