La filósofa e investigadora de la Universidad de Northwester, en Chicago, Cristina Lafont aboga por la participación ciudadana como una de las vías para salvar el actual modelo de democracia que da señales de debilidad. La profesora ha participado en el XIX congreso de Eusko Ikaskuntza y ha defendido las asambleas ciudadanas como instrumento para que la ciudadanía tenga más influencia en las decisiones políticas.

¿Cómo se fortalece la participación ciudadana contra el populismo y la tecnocracia?

Hay muchas posibilidades pero hay una que es muy prometedora: las asambleas ciudadanas y este tipo de foros que arrancaron en los años 80 y que ahora están muy bien organizadas. Creo que podrían ser un instrumento fantástico para que la ciudadanía pudiera tener más influencia que la que tiene ahora en las decisiones políticas. Esta es una de las razones por la que la ciudadanía tiene tanto desapego con la democracia y tanta sensación de crisis, que es de lo que se nutre el populismo. La ciudadanía tiene una especie de desarraigo, una sensación de que no se ocupan de sus intereses y de sus necesidades.

¿Cómo se organizan estas asambleas?

Son asambleas ciudadanas de todo tipo, desde a nivel local hasta a nivel global. Hay asambleas organizadas globales del mundo entero para, por ejemplo, el cambio climático o las que organiza Francia para el cambio climático. Este tipo de asambleas tienen pocos participantes, a veces 20 y a veces 500, lo máximo, porque tienen que poder deliberar, tienen que poder informar. No pueden ser grandes, no puede participar la ciudadanía en su conjunto. Mucha gente quiere que estas asambleas tengan capacidad de decisión y el problema es que eso excluiría a la ciudadanía por completo, porque los ciudadanos se elegirían al azar y se hacen grupos pequeños. Creo que se pueden organizar muchas asambleas ciudadanas para recoger, revisar y mejorar iniciativas ciudadanas que presenta la sociedad civil. Esto permitiría que las instituciones y administraciones relevantes tuvieran que actuar en consecuencia y eso permitiría a la ciudadanía tener un canal por el que, en los casos en que les preocupa mucho y no consigue que el poder político reaccione, se implementen y se lleven a cabo.

¿Por qué la participación ciudadana se ha vuelto necesaria para la administración?

Todas las encuestas en las que se pregunta a los ciudadanos si creen que hay crisis y por qué hay crisis de la democracia, la primera razón que dan es que piensan que el sistema político no responde a sus intereses y necesidades. De eso se nutre el populismo.

¿Y cómo se afronta esa situación?

Habrá que hacer algo para que participen los ciudadanos. Lo que pasa es que hay mucho peligro en que, según como se organizan, para lo único que sirven es para que los políticos elijan lo que les interesa. Si les gusta lo que ha dicho la asamblea ciudadanía, lo hacen, y si no les gusta lo ignoran. Como el resto de la ciudadanía no sabe nada, no ha pasado nada. Es lo que pasó con Macron en Francia, que organizó la asamblea porque tenía que tomar decisiones difíciles porque tenía manifestaciones con los chalecos amarillos tomando la calle y, cuando la asamblea aportó sus recomendaciones, como no le gustaron a Macron, no les hizo caso y se terminó todo.

¿Cómo se puede evitar que eso ocurra?

Es importante dotarlas de más poder, institucionalizarlas de forma permanente. Pero siendo conscientes de que en esto también hay peligros. Hay que andarse con cuidado y ver cómo se hace para que verdaderamente sean un vehículo democrático. Si se hace mal, servirá de atajo para excluir a la ciudadanía.

¿Ha de ser vinculante la participación ciudadana?

Depende, según sea el caso. El caso más conocido fue el de Irlanda para abordar cambios constitucionales sobre el aborto y el matrimonio homosexual, que requieren sin duda un cambio constitucional. En este tipo de casos tiene que haber un referéndum, luego la ciudadanía tiene que ratificarlas o no. A veces, según de qué materia se trate, podría ser vinculante en el sentido de que requeriría el aval de la ciudadanía, pero en causas locales esas iniciativas podrían pasarse a los parlamentos o a las agencias administrativas y que ellos decidieran al respecto. En Bélgica hay un modelo que quiere hacer eso a nivel municipal. Lo importante es que no estén desconectadas a la ciudadanía, que sirvan de mediadores entre la ciudadanía y el sistema político. Si no, son otra forma de excluir a la ciudadanía, igual que la tecnocracia y el populismo, que también son formas de exclusión.

¿Se queda corta la democracia si el papel de los ciudadanos se limita a acercarse a un colegio electoral cada cuatro años?

No basta con ir a votar cada cuatro años, porque a los propios partidos políticos les falta orientación. Los partidos podrían organizar este tipo de foros para saber mejor qué es lo que la ciudadanía quiere. Votar cada cuatro años no es suficiente porque eso tiene que reforzar lo que antes hacían los partidos políticos y ahora claramente no lo hacen. Los partidos están en crisis, cada vez hay menos gente que les escucha. Va a haber que hacer algo para responder a lo que la ciudadanía necesita.

¿Por qué la participación ciudadana ha de mejorar siempre la toma de decisiones? También puede estar equivocada.

Lo que la participación ciudadana no hace es que las decisiones sean mejores, lo que tiene que mejorar es que las decisiones las acepte la ciudadanía. Hay mucha gente que piensa que con que haya legislación ya hemos arreglado el problema, pero en realidad la que tiene que hacer su parte es la ciudadanía. La legislación tiene unos objetivos, pero para cumplirlos los ciudadanos tienen que hacer su parte.

¿Está la democracia en crisis o son los sistemas políticos los que lo están?

Sí, el modelo de democracia está en crisis, en caída libre. Para afrontar esta crisis, la salida es un modelo de democracia participativa por deliberación, que legitime las decisiones públicas a través de la participación ciudadana. El índice global de democracia de 2023 está en el nivel más bajo desde que se empezó a medir en 2006. En Estados Unidos, desde que Trump llegó a la Casa Blanca en 2016, la democracia ha pasado de estar considerada democracia plena a estar considerada como defectuosa. Y esto está pasando en muchos países, como Hungría, por citar un ejemplo.

¿Explica esa crisis de la democracia el auge de los populismos y los extremismos, como estamos viendo en Europa?

Es una reacción a la tecnocracia que hemos tenido durante los últimos 40 años, desde los años 80, en la que los expertos han organizado la economía global sin tener en cuenta las necesidades de la ciudadanía. En la crisis de 2008 ese modelo fracasó y el populismo se alimenta de eso, de la alienación que siente la gente porque el sistema que le habían prometido que iba a funcionar no ha funcionado

¿Puede la participación ciudadana corregir esa crisis?

No creo que se resolviera del todo. Hay muchos más problemas, pero ahora mismo es muy grande el peligro de la extrema derecha. Una tercera parte de la población piensa que los sistemas autoritarios pueden estar bien, puede que solucionen problemas. La democracia está en juego y son los ciudadanos los que la pueden salvar y para ello hay que intentar mejorarla. Lo contrario es el regreso a la dictadura. Pero además hay problemas sociales, económicos y de otro tipo. Lo más urgente es parar el autoritarismo que está en auge, incluso entre la gente joven. En este sentido, conseguir mayores cotas de participación ciudadana sería muy útil porque en todas las experiencias que se han hecho se ha demostrado que todos los que participan se despolarizan, están mucho más interesados en la política, tienen una visión más positiva, menos negativa.

¿Está la democracia en crisis porque somos muy exigentes con ella?, ¿porque demandamos de ella mucho más de lo que nos puede ofrecer?

No lo creo. La democracia en cierto sentido es crisis, la democracia nunca puede ser estable, como sí lo son los regímenes autoritarios. La democracia permite la libertad y el desacuerdo y eso genera crisis de por sí, esa es una forma de manejar la crisis. Pero cuando llega a un punto que es excesivo, entonces o la salvas o la pierdes. Y ahora estamos llegando a ese punto.

¿Están nuestros sistemas políticos siendo capaces de gestionar la creciente complejidad del mundo?

Las redes sociales polarizan a la gente. La gente está en una burbuja, le llegan a su teléfono mensajes con los que está de acuerdo, y no sabe lo que piensan los que están en desacuerdo. Ha habido un gran deterioro de la discusión pública por culpa de las redes sociales. Las asambleas ciudadanas ayudarían mucho en este sentido porque nos permitirían saber lo que piensan los ciudadanos que están en desacuerdo con nosotros, qué problemas tienen, qué intereses diferentes tienen… Eso es lo que permite poner juntos a debatir a grupos de ciudadanos muy diferentes. Cada vez que se organizan este tipo de asambleas se articula todo eso, pero hoy en día con las redes sociales no sabes si es lo que cree algún conciudadano tuyo o hay detrás un troll ruso. No sabes quién está hablando en las redes sociales. ¿Cómo vas a tener una conversación mínimamente razonable con tus conciudadanos si no sabes de quién son y quién está manipulando esas opiniones o comentarios? Tenemos que conseguir regular el debate público en las redes sociales, pero eso va a costar tiempo.

¿La deriva actual de las redes sociales está mejorando o deteriorando la calidad de la democracia?

Mucha de la culpa de la polarización que nos rodea la tienen las redes sociales y los contenidos que se meten en ese mundo a propósito. Hay países que están metiendo contenidos adrede, contenidos dirigidos a grupos particulares para polarizarlos. Cuando creíamos que eran solo las redes, vino la inteligencia artificial. Con la tecnología siempre vamos por detrás, porque, aparte de las ventajas que nos ofrecen, nos crean unos problemas a los que estamos llegando tarde.

¿Vamos a llegar a tiempo?

No sé si la democracia llegará a tiempo pero es evidente que no hay otra alternativa.