No es precisamente una ecuación sencilla. Casi podría decirse que se trata de un “sudoku escénico” el que plantea la transición demográfica actual en Euskadi. La población mayor defiende sus pensiones, los más jóvenes ven pasar los años sin poder asentar su proyecto de vida, y los recursos para unos y otros son limitados en una sociedad en la que la mayor esperanza de vida ha traído consigo un gasto social ingente. ¿Es posible sofocar tanto rescoldo?
Por si fuera poco, la necesidad de atraer y retener talento por la falta de mano de obra es otra muesca más del cinturón que aprieta en Euskadi. Un rompecabezas desconocido hasta ahora que NOTICIAS DE GIPUZKOA trata de ordenar a través del testimonio de expertos en diferentes ámbitos de conocimiento, que el martes debatieron en un coloquio organizado por Jakiunde en San Telmo Museoa de Donostia.
Reto sanitario
El reto sanitario es de primer orden. De media, los ciudadanos vascos viven hasta los 84 años, casi dos por encima de la media estatal. Gipuzkoa deberá destinar 569 millones de euros a los servicios sociales en 2030, casi un 50% más que en prepandemia, según el II plan estratégico de servicios sociales de la CAPV 2023-2026.
“Ya no hablamos del tratamiento de una sola enfermedad que aparece de forma ordenada, sino de la irrupción de muchas a la vez, y además crónicas”. Según explica Itziar Vergara, médico de Familia y directora científica del IIS Biogipuzkoa, con la mayor esperanza de vida ha emergido una “multimorbilidad” que exige la readecuación del sistema sanitario.
"Ya no hablamos del tratamiento de una sola enfermedad que aparece de forma ordenada, sino de la irrupción de muchas a la vez, y además crónicas"
El reto que se plantea va más allá de atender enfermedades, por decirlo de algún modo, clásicas. Además de ellas, hay roturas de piezas dentales, falta de fuerza, una mayor fragilidad. “Son situaciones que pueden acabar con un ingreso hospitalario, pero que responden a cuadros que no son propiamente una enfermedad. Y el problema es que el sistema de salud no ha sabido responder hasta ahora a dolencias que no son enfermedades”, señala la coordinadora en el IIS Biogipuzkoa del grupo de investigación en Atención Primaria.
Ellas son la primera puerta de entrada al sistema de salud. Aboga la experta por fortalecer el servicio “para poder atender a pacientes longitudinalmente, a lo largo de toda su vida”. Al fin y al cabo, según señala, la principal necesidad de salud actualmente no es tanto el tratamiento de enfermedades puntuales, sino “poder ser funcionales durante el mayor tiempo posible”, para lo cual hace falta un sistema sanitario fuerte.
“La longevidad es una excelente noticia, pero hay que ser conscientes de que los últimos siete años transcurren con mala salud”
La situación de Osakidetza sigue siendo una cuestión de amplio debate debido a la tensión en los centros sanitarios y la escasez de personal. Un preacuerdo entre los socios de gobierno en Euskadi -PNV y PSE- ha sentado las bases para la investidura de Imanol Pradales como lehendakari, sellando un pacto para volver a colocar a Osakidetza en el lugar que le corresponde a la hora de responder a un reto sanitario mayúsculo.
Si algo va a hacer falta en los próximos años, es prevención, como señala Beatriz González, investigadora en Economía de la Salud. “La longevidad es una excelente noticia, pero hay que ser conscientes de que los últimos siete años transcurren con mala salud”.
Aboga la experta por prevenir, “pero no es algo que haya que hacer a partir de los 60 años. La prevención no clínica viene río arriba. Es decir, no estamos hablando de quitarle a una persona mayor la alfombrilla de su cuarto para que no tropiece sino de invertir mucho tiempo antes. Hace falta más educación para envejecer mejor”, sostiene esta catedrática de Métodos Cuantitativos en Economía y Gestión, de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria.
Reto demográfico
Euskadi va camino de convertirse para 2050 en el territorio más envejecido de Europa. Los nacimientos repuntaron en Gipuzkoa en 2023 por primera vez en diez años, aunque más bien parece un pequeño oasis en un desierto marcado por la caída de la natalidad, que el Gobierno Vasco trata de paliar con diferentes paquetes de ayudas.
Casi podría decirse que en la sociedad vasca se dan la mano lo mejor y lo peor: la esperanza de vida más elevada, y la más baja tasa de natalidad. Y entre ambos polos se encuentra un colectivo juvenil que no parece haber nacido en el mejor de los contextos. “Cuando era joven, a finales de los 80, crecer era más fácil porque no importaba la productividad gracias a un dividendo demográfico positivo”, señala José Ignacio Conde, catedrático de Fundamentos del Análisis Económico, en la Universidad Complutense de Madrid.
Ahora el escenario ha cambiado por completo, con las jubilaciones masivas de la generación del baby boom. La sociedad se enfrenta a un reto inédito, y dice el experto que “ni la economía ni la política van a salir al rescate de los jóvenes”, ya que a su entender se trata de un colectivo cada vez más reducido que ha dejado de ser relevante desde el punto de vista electoral.
"Ojo ante esta situación, porque los jóvenes votan con los pies, y muchos se están marchando afuera a buscar oportunidades"
“Se está rompiendo la solidaridad intergeneracional con una juventud que no deja de batir récords: menor tasa de fecundidad, mayor tasa de desempleo y de pobreza infantil, y una emancipación tardía”, enumera el economista. Por si fuera poco, se enfrentan estos jóvenes al reto del cambio climático y tecnológico.
Sus necesidades son apremiantes, pero se ven envueltos en la paradoja de que a su vez lo son las de sus mayores. “Pero ojo ante esta situación, porque los jóvenes votan con los pies, y muchos se están marchando afuera a buscar oportunidades”, revela el catedrático.
Aunque "una golondrina no hace verano", como dice el presidente de Jakiunde, Juan Ignacio Pérez, una hija suya ha fijado su residencia en Reino Unido. El mayor ha optado por no tener descendencia. Dos botones de muestra del marco teórico expuesto.
Una cuestión que “ocupa y preocupa” en el seno del Ejecutivo autonómico, según reconoce Asier Arambarri, director de Innovación Social y Agenda 2030 de País Vasco. “Tenemos que hacer un sobreesfuerzo y concentrar la capacidad de crear, atraer y retener talento”, señala con la vista puesta en el futuro más inmediato.
Una situación "inédita"
La situación actual -envejecimiento y natalidad en caída libre- es, en todo caso, fruto de un contexto excepcional en el que convergen dos factores: el boom de la natalidad de los 60 de la mano del crecimiento económico y, a su vez, la sucesión de crisis “potentes” que ha ido encajando la sociedad en los últimos años. “Algo que tendemos a ver como natural es consecuencia de una situación inédita”, observa el sociólogo Luis Sanzo, experto en demografía y ex responsable del Órgano Estadístico del Departamento de Igualdad, Justicia y Políticas Sociales del Gobierno Vasco.
"Es la primera vez que una crisis de fecundidad se produce en un contexto de crecimiento económico"
Reconoce que no ha existido durante estos años atrás una política de apoyo a la natalidad, y subraya el insólito escenario de fondo que se presenta desde 2016. “Es la primera vez que una crisis de fecundidad no se produce en un contexto de recesión, si no crecimiento económico”, remarca.
¿Será suficiente con una adecuada política de vivienda y empleo? Sanzo sostiene que para alcanzar una normalidad demográfica va a ser necesario “algo más”. Por ejemplo, el reconocimiento a la juventud de una “prestación universal” que sirva de sostén para su proyecto de vida.
El debate de las pensiones
Por lo pronto, se impone priorizar el gasto, y “siempre” salen perdiendo los jóvenes, dice Conde. “Hay cuestiones que habría que plantearse. Tras la invasión en Ucrania y el alza de los precios se subieron el año pasado las pensiones un 8,5%, una medida que se adoptó sin ningún tipo de debate. ¿Tiene sentido hacerlo cuando hay jóvenes en una situación tan precaria?”, lanza la pregunta al aire.
Sanzo insiste en que va a ser necesaria una mayor financiación para sostener a la juventud, que además presenta características bien diferencias con respecto a otras generaciones. “Tienen unas expectativas de vida más elevadas a las que había antes, y la familia tradicional ha dado paso a otras formas de vida en las que el individualismo lo ocupa prácticamente todo”.
Es un contexto de mayor riqueza que en otras épocas, pero también de mayor inseguridad. El experto aboga por una prestación “tipo Renta Básica” para sacar a flote a la juventud, siempre que haya un consenso social para ello. Defiende que sea un “ingreso diferido” de modo que los jóvenes que reciban la ayuda en una fase crítica de sus vidas puedan devolver parte de lo recibido al cabo de los años, una vez que haya mejorado su situación económica.
“En Euskadi una medida así sería relativamente abordable, pero para ello hace falta un consenso social”, recalca. Parece evidente que, hoy por hoy, la garantía de las pensiones sólo es posible con la progresiva incorporación de mano de obra inmigrante y una apuesta decidida por recuperar la base demográfica.