Detrás de los catorce tripulantes y los voluntarios que han completado la duodécima misión por el Mediterráneo en el Aita Mari hay una vida, una historia y un motivo por el que a día de hoy están ayudando a los migrantes que arriesgan la vida atravesando el mar.

Miembros y voluntarios

Entre los miembros de la tripulación que llegó el pasado viernes al Itsasmuseum se encuentra el marinero y cocinero de la tripulación Alpha Oumar Diallo. Es un libio que llegó en patera el año 2016 y que quiere devolver la ayuda que recibió en su momento actuando en favor de aquellas personas que buscan un futuro mejor y se juegan la vida a diario en la mar. “En 2016 me salvó la ONG de Médicos Sin Fronteras y creo que ahora me toca ayudar a otras personas”, relató Alpha Oumar Diallo.

El Aita Mari, en el puerto de Pasaia, en una imagen de archivo. EP

Junto a él, como compañera de tripulación se encuentra Cynthia Tortajada, una instructora madrileña de buceo que ya había hecho voluntariado con anterioridad. En esta ocasión, ha sido la primera vez como miembro de la tripulación de Aita Mari, la embarcación que ha viajado por las aguas del Mediterráneo en la duodécima misión en la que han recorrido 5000 millas náuticas, es decir, 9.260 kilómetros. “Mi cuerpo y corazón me decía que tenía que estar en el campo de batalla”, explicó la voluntaria.

43 refugiados

Durante varios meses, los miembros de la tripulación que han asistido a un total de 43 refugiados han convivido en las instalaciones del Aita Mari. Las instalaciones, medidas al milímetro para aprovechar el espacio al máximo, ha sido el hogar de la tripulación en una duodécima misión en la que han luchado contra los inconvenientes que han surgido en la travesía por el Mediterráneo. En un espacio tan pequeño es complicado que tantas personas convivan, pero el amor, la ilusión y las ganas por lo que hacen, lo convierten en posible.

Tal y como Cynthia Tortajada argumentó, la combinación de los elementos hacen que “puedan con esto y con más”. Para Tortajada ha sido su primera experiencia con la tripulación de la ONG de Salvamento Marítimo Humanitario. “La verdad que hemos tenido mucha suerte y me he encontrado muy a gusto”, apostilla.

Después de tantos kilómetros recorridos, la tripulación se ha convertido “en una familia”. “No quería estar solo, quería estar con la gente y hablar con ellos”, contó Oumar Diallo, quien añadió entre risas que su estancia en Aita Mari “dependerá de ellos”. Cynthia Tortajada se plantea seguir como voluntaria de Aita Mari, al igual que Alpha Oumar Diallo; “si me quieren yo quiero seguir”.

La ONG de Salvamento Marítimo Humanitario ha sido la encargada de recorrer los más de 9.000 kilómetros socorriendo a las personas que se encontraban a su paso. Cynthia Tortajada explicó que de las primeras acciones que hacen cuando encuentran a un migrante en medio del mar le socorren y le dan “mantas y ropa seca”.

A los mandos de la embarcación estaba el presidente de la ONG de Salvamento Marítimo Humanitario, Iñigo Mijangos. En los últimos años no ha formado parte de las misiones que ha llevado a cabo la embarcación pero recordó la experiencia que vivió en 2021 y adelantó que “es posible que en el segundo semestre de este año ampliemos a una segunda tripulación en la que seguramente me embarque”.

Gestión emocional

En un espacio tan reducido y a tantos kilómetros de casa, es importante gestionar el tiempo que se pasa fuera de casa y mantener las emociones que se tienen tanto con las personas que ayudan como con ellos mismos. Mijangos destacó que “la gestión que hacemos es como cualquier marino, dos meses de marea y dos meses de descanso”.

Destacó, coincidiendo con Cynthia Tortajada la “gestión emocional que hacen”. La voluntaria del Aita Mari expresó, coincidiendo con Mijangos, que “ha sido una montaña rusa de emociones, en cuanto a la incertidumbre sobre lo que nos vamos a encontrar, la situación en la que estarán y conocer si estaré preparada para ello”. Para ello, Tortajada explicó que hay una parte que asentar de todas las experiencias vividas en la misión porque al final “nos preparan durante unas semanas de simulacros con ejercicios que nos preparan tanto técnicamente como emocionalmente aunque la realidad es que luego nunca sabes lo que te puedes llegar a encontrar”.