Cuando se ha practicado el arresto, los investigados acuden a sala directamente desde el calabozo. Todo está previsto para que en ningún momento haya contacto visual con las víctimas de violencia de género. Ellas acceden al juzgado de Irun por unos pasillos interiores. Con frecuencia también es preciso evitar toda coincidencia con familiares de las agredidas y testigos, que acuden “con miedo” a la citación judicial. De media, se atiende un caso diario.  

La jueza Ane Fadrique Blanco acompaña a este periódico a través de una pasarela que enlaza directamente con la sala de la víctima. Cada juzgado vasco cuenta con un espacio similar. El de Irun tiene voluntad de acogida, a sabiendas de que la sede judicial puede llegar a convertirse en un espacio hostil. Hay dispuesta una pequeña mesa, una tele, un microondas, café, té y pastas. También se pueden ver juguetes con los que entretienen la espera los menores que acuden, con sus madres rotas

La magistrada se muestra preocupada por el incremento de casos de violencia machista entre jóvenes. “Hay víctimas adolescentes, menores. Estamos viendo casos de violencia de género a edades cada vez más tempranas. Es importante reflexionar, a este respecto, sobre el papel que están jugando las nuevas tecnologías y las redes sociales”, señala la jueza, que no está sola durante la entrevista. 

Isabel Martín es letrada del Turno de Violencia de Género, Doméstica y Agresiones Sexuales de la Asistencia Jurídica Gratuita de Gipuzkoa. “Llegan todo tipo de situaciones: desde amenazas y empujones que no dejan marca, hasta lesiones muy graves y episodios de malos tratos que se han prolongado durante años, con todo tipo de vejaciones”, revela. 

La abogada habla de uno de los últimos casos. El de una chica muy joven, con dos niñas pequeñas. Tres años de noviazgo. Los dos últimos con violencia. “Le insistí mucho, pero no hubo manera, y finalmente dijo que retiraba la denuncia”, lamenta esta profesional. El asunto, pese a todo, ha seguido adelante y se ha convertido en sumario porque hubo agresiones sexuales. 

Llantos de mujeres con lesiones evidentes

Martín acompaña a la jueza durante la visita a la sala de la víctima. “Es habitual que vengan aquí porque no tienen con quién dejar a los críos. Solemos aguardar en esta sala, a la espera del momento de la declaración, o la cita con el forense”, explica la abogada, testigo habitual de llantos de mujeres con lesiones muy evidentes. 

A fuerza de perpetuarse, la violencia ejercida corre el riesgo de convertirse en una mera estadística, al tiempo que el negacionismo -casi se duplican los jóvenes que ven la violencia de género como un “invento ideológico”- ha alcanzado tal nivel que ha hecho saltar las alarmas de expertos. Con ánimo de conocer esta realidad, este periódico se sumerge en la puesta en marcha del engranaje judicial frente a esta lacra social.

“Es posible que como sociedad no estemos sabiendo trasmitir bien las políticas en materia de igualdad”, sugiere la jueza. “Se trata de implementar acciones de discriminación positiva, pero teniendo en cuenta que el estatus quo del que partimos no es igualitario”, indica la magistrada. “Y en ese sentido, hay conductas que a veces es duro señalar, porque supone hacerlo con personas que queremos, ya pueden ser padres, hermanos, o a quienes admirábamos”. Es una idea que la jueza recalca en varias ocasiones durante la entrevista.

Gipuzkoa cuenta con un único juzgado de instrucción específico de violencia de género en Donostia, pero hay otros cinco repartidos por el territorio que tienen competencia en la materia. En Irun es el juzgado de instrucción número 4 el que se encarga de recibir los asuntos relativos a la violencia machista. La titular es la magistrada Fadrique Blanco.

"Hay conductas que a veces es duro señalar, porque supone hacerlo con personas que queremos, ya pueden ser padres, hermanos, o a quienes admirábamos"

Ane Fadrique Blanco - Magistrada titular del juzgado de Instrucción número 4 de Irun

Todos los procedimientos de violencia de género pasan por sus manos. En total, tiene ahora más de 200 causas penales abiertas. Las víctimas, por lo general, interponen la denuncia ante la comisaría de la Ertzaintza, desde donde se emite un atestado que acaba en su despacho. 

La magistrada dispone de una sala de vistas propia para dar salida a un ingente trabajo. “La agenda nunca se puede controlar. Nunca sabes los casos urgentes que pueden llegar”, dice, mientras muestra el juzgado de guardia y la sala donde suele aguardar el médico forense. 

Este juzgado atendió el año pasado más de mil asuntos penales, un tercio de ellos relacionados con violencia de género. De las causas que entran en el juzgado, hay atestados urgentes que no admiten dilación. “Si la víctima solicita una orden de protección, es algo que tengo que conocer inmediatamente”, revela Fadrique. También hay que ser muy diligente en la respuesta a dar cuando el presunto agresor es detenido, o cuando la valoración de riesgo efectuada por la Ertzaintza es “alta o especial”. 

Huir de casa en zapatillas y con el bebé en brazos

La jueza charla de todo ello en la sala de la víctima, un espacio acogedor, para el que la magistrada reclama más medios. “Hay que escuchar a la víctima, pero, ¿quién se hace cargo entretanto del menor? Siempre sacaré pecho por mis funcionarios, que atienden desinteresadamente a esos chavales, pero no es su trabajo. Ellos tienen que estar tramitando. ¿Y qué pasa, además, si ocurre algo con el niño?”, se pregunta la magistrada. 

Son víctimas que salen de casa con lo puesto. Martín recuerda el último caso. “Fue en Donostia. Él llegó a casa muy borracho. Comenzó a romper el mobiliario. Ella tuvo que salir en zapatillas, con un niño muy pequeño en brazos. Era una mujer extranjera que no tenía a nadie”. La abogada le atendió a las dos y media de la madrugada. 

La letrada vuelve a mencionar a la joven atendida en Irun, que ha renunciado a seguir adelante con el procedimiento judicial, algo que corrobora la magistrada. “Desgraciadamente, es algo que vemos mucho en el juzgado. Se retiran muchas denuncias”, admite Fadrique, algo que atribuye al carácter cíclico del propio fenómeno de la violencia sobre la mujer. Al correlato de dependencia emocional, económica, y de falta de sustento familiar. “Hay una luna de miel posterior, y a continuación la presión física y psíquica que se ejerce sobre la víctima”, detalla la jueza, a modo de secuencia que siempre sucede. 

Por eso, por todo el desgaste que conlleva dar un paso al frente, la interposición de la denuncia requiere de un trabajo previo muy importante por parte de la víctima. “Es igual de loable y valiente interponer la denuncia con posterioridad a los hechos. No resta credibilidad al testimonio de la víctima, como se tiende a pensar. Incluso, aunque hayan pasado años, algo que viene dictado por distintas sentencias”, expone la jueza, preocupada por mejorar los espacios de acogida y escucha. 

También es fundamental, dice, moderar el lenguaje. “Es muy importante acomodarlo a las circunstancias de la persona”. Señala que es crucial que “las víctimas se sientan acompañadas desde el primer momento”. Por lo general, en la declaración durante la fase de instrucción, las personas no pueden estar acompañadas, algo que sí se permite a mujeres víctimas de violencia de género. “Debemos mostrar un trato humano y empático. Ser cercanas, sin perjuicio de respetar las garantías que tiene el investigado. Se trata -dice la jueza- de ajustar las legítimas expectativas que tiene la víctima de un proceso penal a lo que en realidad es”.