El incendio en la calle Sorgintxulo del barrio de Capuchinos de Errenteria ha permitido a los bomberos extraer las primeras conclusiones. Alberto de la Fuente es oficial del servicio foral. En el organigrama de puestos de responsabilidad operativa ocupa uno de los lugares más altos. Dentro de la desgracia, observa, hubo “bastantes factores positivos” que ayudaron a controlar el fuego de una manera rápida.

Una de las claves fue que el jefe de guardia desempeñó su labor de forma presencial desde el centro foral para la coordinación de las emergencias, el servicio conocido como Bai Esan, ubicado en el parque de Garbera. Hasta ahora, en Nochevieja, las decisiones operativas más importantes a la hora de movilizar recursos las venía realizando el responsable desde su domicilio. “El hecho de haber tenido conocimiento directo y en tiempo real de toda la información que iba colgando Sos Deiak en la plataforma informática ha permitido tomar decisiones operativas decisivas”, asegura de la Fuente. Así, debido al carácter del incendio y al tratarse de una torre de catorce alturas, de inmediato acudieron al lugar efectivos de los parques forales del Bidasoa, Zarautz y Tolosa, así como varios recursos del de Donostia. También se desplazaron hasta el edificio recursos sanitarios, de la Ertzaintza y de la Policía Municipal de Errenteria.

Era fundamental sofocar las llamas cuanto antes. “Es crucial frenar esa fase inicial de los fuegos latentes porque si se descontrolan resulta muy complicado atajarlos en poco tiempo y sin que haya daños”. La presencia del jefe de guardia junto con la rápida intervención de todas las unidades movilizadas permitió que lo más aparatoso del fuego apenas durara unos minutos.

Otro de los aspectos cruciales ha sido haber mantenido la caja de la escalera limpia. El responsable explica el motivo. “Se tiende a pensar que en los incendios la gente muere quemada, pero no es así. El 90% de los fallecimientos es por causa del humo”, revela de la Fuente. Se trata del factor más peligroso. No solo por impedir la visibilidad en esos momentos tan dramáticos sino por la gran cantidad de nubes de productos tóxicos, con carencia de oxígeno que acaban afectando a las vías respiratorias de los vecinos que se ven sorprendidos.

En Errenteria, los desalojos necesarios se ordenaron de inmediato, pero a su vez se dio orden al resto de vecinos de que permanecieran en sus casas. “Se consiguió que toda la escalera y las zonas comunes permaneciesen libres de humos”, detalla el oficial. Los incendios más peligrosos y mortales ocurren precisamente en ese escenario. Era importante evitar el trasiego innecesario. “Que haya presencia de personas en zonas comunes de humos condiciona totalmente la intervención, porque la prioridad ya deja de ser el incendio y pasa a ser el rescate de esas personas”, explica el responsable.

Localizar los puntos donde había fuego

En este caso, la escalera estaba limpia, por lo que los esfuerzos se centraron en localizar los puntos donde había fuego, empleando ahí todos sus recursos en apagarlo. Cuando se le pregunta por ello, el oficial no se anda con medias tintas. “Sinceramente, podía haber sido una auténtica tragedia”, reconoce.

En este caso, la celebración de la Nochevieja reducía las posibilidades de que hubiera personas en la cama, durmiendo sin advertir la presencia del fuego. Suele ser la principal amenaza. Para cuando se dan cuenta, el humo ha entrado en las viviendas. En este caso, había mucha gente despierta en sus casas, aunque también hubo quien se enteró de lo ocurrido al día siguiente, como reconocía a este periódico Nely Crespo, vecina del 11 B. “Estaba ya acostada, no me enteré hasta que amaneció”.

La Nochevieja se saldó con multitud de salidas para los bomberos. Un artefacto pirotécnico provocó un pequeño incendio en la Parte Vieja de Tolosa mientras trataban de sofocar las llamas en Errenteria. Otro tanto ocurrió en Oiartzun. En Zarautz también saltaron las alarmas tras declararse otro incendio en una vivienda. De la Fuente, que ha trabajado muchas de estas veladas festivas, asegura que es una constante. “Suele ser una noche muy movida, con bastante ajetreo por petardos y cohetes que se suelen lanzar de forma imprudente”, asegura el oficial.

Sobre el papel, los artefactos pirotécnicos no se pueden emplear en zonas con edificaciones cerca, por el peligro que entraña que entren por ventanas y balcones. “El año pasado, en el parque del Bidasoa, estuvimos actuando en una ladera de hierba a escasos metros de una vivienda. Todo fue provocado por un cohete lanzado a unos matorrales. En Invierno, con el viento sur, la vegetación está mucho más seca, lo que favorece que prendan fuego hierbas y matojos. Otras veces suelen ser también contenedores”, desvela el oficial del servicio foral distribuido en ocho parques, que responde a las incidencias de todo el territorio, excepto Donostia y Donostialdea, cuya responsabilidad corre a cargo del ayuntamiento de la localidad.

Echando la mirada atrás, el responsable señala que, afortunadamente, no se registran por estas fechas tantos accidentes de tráfico como hace dos décadas. “En las nocheviejas de antes eran frecuentes los accidentes con víctimas mortales, que nos han dejado escenas muy duras”. Una siniestralidad que, según obserba el oficial, ha ido evolucionando favorablemente desde hace dos décadas. “Ahora prácticamente no atendemos accidentes de tráfico en navidades y los siniestros -según explica- vienen motivados por incendios y el rescate de personas en sus propias casas”.