A Raquel Rodríguez el diagnóstico del cáncer de mama le llegó en 2017, con 35 años. Pasó por un largo proceso, como tantas mujeres, superando una intervención, quimioterapia, radioterapia... Esta entusiasta, periodista de profesión, que siempre había desarrollado su actividad laboral en el ámbito de la comunicación, inició un nuevo camino, el de la lucha contra la enfermedad y el del comienzo de una trayectoria profesional a la que, paradójicamente, llegó de la mano de la adversidad.
Hoy en día, Rodríguez se dedica, principalmente, a impartir clases de yoga oncológico, un tipo de yoga cuyos beneficios conoció en primera persona.
“El yoga oncológico es un tipo de yoga que adapta el yoga tradicional a las necesidades específicas de las personas que están pasando por un cáncer”, explica Rodríguez. Los beneficios de esta práctica, asegura, “tienen una base científica”.
Es esta una modalidad que combina “las herramientas del yoga tradicional, yoga terapéutico y el yoga sensible al trauma, para favorecer la rehabilitación física y emocional de las personas que están inmersas en este proceso”, profundiza Rodríguez.
Por ello, Contra el Cáncer Gipuzkoa ha organizado talleres de yoga oncológico en su sede de Riberas de Loiola, en Donostia, que impartirá Raquel Rodríguez.
Las sesiones, añade Rodríguez, se “adaptan tanto en la parte más física como en la emocional” a las circunstancias “particulares” que vive cada persona.
¿Cuándo se practica? Cuando la persona que padece o ha padecido el cáncer lo desee. “Atiende tanto a las personas que acaban de obtener el diagnóstico como a las que están en tratamiento o en el postratamiento, esa parte de las revisiones”. En todo caso, “la práctica se adapta” a cada caso.
Más mujeres
Como ocurre con el yoga “en general”, son más las mujeres que se aproximan al yoga oncológico, aunque Rodríguez constata un cada mayor acercamiento de los hombres. Pero Rodríguez reconoce que con el yoga oncológico ha “acompañado” a más mujeres que hombres.
Y es que, además de las personas que sufren cáncer, la práctica de este tipo de yoga puede ser de gran ayuda para su entorno, para las personas cuidadoras. “Aunque las clases las enfocamos, principalmente, a las personas que padecen la enfermedad, también se puede abarcar ese otro perfil”, añade.
En las clases de yoga oncológico se refleja la realidad de la afección de la enfermedad. “En mujeres, las que más acuden son las que sufren cáncer de mama, pero también vienen personas con otro tipo de cáncer”, asegura Rodríguez.
"El yoga oncológico se adapta a las necesidades específicas de las personas con cáncer y a sus circunstancias personales"
Porque, abunda, “hay una práctica para cada tipo de cáncer”. Existen diversos “elementos en común”, como el control de la respiración. “A través de la respiración vamos equilibrando el sistema nervioso”. Pero hay excepciones, porque “hay algunos tipos de respiración que no se practican según sea el cáncer que se padece”.
Lo mismo ocurre con las posturas. “Con el cáncer de mama, por ejemplo, trabajamos mucho la simetría entre los brazos si ha habido una cirugía, para ir recuperando el rango de movilidad. Y vamos adaptando los movimientos a cada situación”, subraya Rodríguez, que quiere dejar claro que “al final, de lo que se trata es de adaptar la práctica y hacerlo con distintos soportes. Podemos realizarla tumbadas, en silla, en esterilla... Se utilizan bloques, cintas, mantas o lo que haga falta para que la práctica sea segura y permita realizar los movimientos de la forma más fácil”, explica.
“Buscamos crear siempre un espacio seguro en el que las personas se sientan bien y puedan desarrollar la práctica con tranquilidad. Queremos que sientan que se relajan, que tienen un momento de descanso a la par que, de alguna manera, rehabilitan su cuerpo”, asegura.
Los beneficios del yoga oncológico son múltiples. En general “busca reducir los síntomas y los efectos secundarios del cáncer y sus tratamientos”.
En el aspecto físico contribuye, principalmente, a “flexibilizar y relajar los músculos y los tejidos que han podido verse afectados. Descomprimimos las articulaciones, ayuda a aliviar la fatiga que producen los tratamientos, fortalece el sistema cardiovascular y óseo, relaja el sistema nervioso, mejora la calidad del sueño...”
En lo emocional, asegura Rodríguez, los beneficios no son menos ya que “ayuda a gestionar las emociones, a reducir el estrés, la ansiedad y favorece la concentración”. Y es que en todo momento se trabaja llamando la atención hacia la respiración, esforzándose por “bajar de la mente hacia el cuerpo y facilitando la reconexión con el mismo”.
Contribuye, asimismo, a “fortalecer la autoestima de las personas”, que sienten “que recuperan un poco el poder de decisión” ya que se les presentan opciones, no órdenes. Van, por ejemplo “levantando un poco más el brazo” cuando pueden. “Se cuida mucho el lenguaje, que es muy invitacional”, destaca la experta.
Redes de apoyo
Otro aspecto que se fomenta es la promoción de “redes de apoyo” que se generan a través de la práctica de yoga en grupo, aunque Raquel Rodríguez también imparte clases privadas a las personas que así lo prefieren.
“La situación de cada persona es diferente, pero tienen algo en común y se genera algo especial”, incide.
Lo ha vivido en su piel. Aunque había practicado yoga con anterioridad a que se le diagnosticara el cáncer, Rodríguez explica que “no había llegado a conectar” con dicha práctica.
“Tras enfermar descubrí los beneficios que me aportaba practicar yoga, que sobre todo nos ofrece técnicas: técnicas de respiración, de concentración de la mente, posturas, relajación...”, afirma.
Comprobar en carne propia esos beneficios le impulsó a formarse como profesora de yoga, especializándose en yoga oncológico con Adriana Jarrín, “referente” en la materia a nivel estatal.
“En la actualidad formamos parte de una red internacional de yoga oncológico, en la que profesionales de distintos países, de momento principalmente de España e Hispanoamérica (aunque sigue creciendo), compartimos experiencias”, dice Rodríguez.
El paso siguiente fue comenzar a colaborar con Contra el Cáncer Gipuzkoa, asociación en la que ya ha impartido diversas clases y en la que las imparte en la actualidad.
“Hacemos grupos que van rotando para que sean cada vez más las personas que conocen este tipo de yoga”, explica.
De momento, en la sede de Riberas de Loiola de Contra el Cáncer Gipuzkoa impartirá dos sesiones semanales hasta el 2 de noviembre y en Tolosa también hay opción para acudir a sus clases.
Hasta la fecha, la respuesta ha sido muy positiva. “Nos trasmiten que les aporta bienestar, que se sienten bien”, se congratula Rodríguez.
Rodríguez, además, imparte sus sesiones de forma privada y desde noviembre en un centro de Donostia, intentando “buscar la mejor solución” para cada persona que sufre cáncer, que puede contactar con ella a través de www.prabhasayoga.com.
Por último, Rodríguez quiso lanzar un mensaje: “Cada vez son más los hospitales públicos que están apostando por introducir este tipo de yoga, ofreciendo sesiones en los propios hospitales. Ahora mismo, este tipo de sesiones ya se están ofertando en los hospitales Vall d’Hebron, Pere Virgili y Mataró en Cataluña”. Su deseo es que lleguen también a Euskadi.