Están convencidos de las bondades de la música para el cerebro, y predican con el ejemplo. El neurólogo José Félix Martí Massó empezó a tocar el violín con 70 años. “Sé que es una osadía”, sonríe, asumiendo que a estas alturas de la vida ve difícil convertirse en un músico de gran calidad. Tampoco es el objetivo. Siempre había dicho medio en broma que, de ser posible, querría reencarnarse en su admirado Yehudi Menuhin, considerado uno de los más grandes violinistas del siglo XX. Un día, su mujer, le regaló el violín: Toma, no hace falta que te mueras, empieza ya”, recuerda que le dijo. Desde entonces se aplica a diario. Y con ello se activan zonas de su cerebro que de otro modo no lo harían.

A base de ensayar y de repetir constantemente las frases musicales, el característico chirrido del instrumento en manos de los no iniciados -como lo era él hace seis años- va dando paso a melodías cada vez más complejas. Sus palabras, quizá, pueden despertar vocaciones tardías. “Es una actividad que recomiendo; me viene bien para neuroprotegerme”, sonríe a sus 76 años esta eminencia en su campo, el creador en 1975 del servicio de Neurología en la por aquel entonces residencia sanitaria Nuestra Señora de Aránzazu.

Parece, por tanto, que la música es algo más que cultura y puro entretenimiento. “Es un tratamiento eficaz, puede ser la botica que ayuda a prevenir el deterioro cognitivo”, coincide en señalar con el pianista de formación y profesión Xabier Lizaso. “Después de muchos años comprobando el impacto de la actividad musical en el público, me di cuenta de que era algo que iba más allá de la expresión artística”, señala el pianista e investigador, autor del proyecto Do Re Ni, que tiene como objetivo divertir y estimular el cerebro de niños y niñas.

Lizaso y Massó, música y neurociencia. Dos mundos interconectados que reportan beneficios para la salud, como quiere demostrar la Fundación Aubixa. Esta red de voluntarios que hace frente al reto de las demencias y el progresivo envejecimiento de la sociedad ha organizado un acto gratuito que, bajo el título Bost Marra, tendrá lugar el próximo miércoles, 18 de octubre, a las 18.00 horas en el Teatro Principal de Donostia. En el se darán cita estos dos profesionales de renombre, con una puesta en escena que trasladará al público un nítido mensaje: la música puede desempeñar un importante papel en la prevención de las enfermedades neurodegenerativas. Hasta tal punto, defienden, que “debería estar presente en la educación y el curriculum escolar”, al ofrecer evidentes mejoras en el ámbito académico y emocional.

Taller musical con el 'Bolero de Ravel'

El encuentro será algo así como un taller musical. “La idea es hablar sobre el importante papel que juega la música a la hora de frenar el deterioro cognitivo. El público va a poder comprobar cuál es el grado de estimulación, se lo va a pasar bien”, avanza Massó. El neurólogo prefiere no desvelar más detalles para que no se pierda el factor sorpresa. Eso sí, el público está llamado a tomar parte activa con el Bolero de Ravel como banda sonora de fondo, y la letra que ha escrito expresamente para la ocasión el bertsolari Andoni Egaña.

La música, dice Massó, activa zonas del cerebro. No es lo mismo escucharla -una actividad auditiva-, que bailarla -motora-, como tampoco lo es tocar un instrumento o componer. En todo caso, una de sus cualidades con carácter general es la de “producir una reacción psico-anímica que modifica nuestro estado de ánimo y regula nuestras emociones. Estimula el circuito de recompensa, de tal forma que produce una secreción de dopamina”, subraya el catedrático emérito de Neurología de la Universidad del País Vasco (UPV/EHU).

Un metaanálisis realizado el año pasado, en el que se revisaron nada menos que 28.000 estudios, permitió concluir que se reducen notablemente los casos de demencia entre las personas mayores de 65 años que tocan un instrumento musical

Algo parecido ocurre en el cerebro al dar cuenta de suculentos platos, o realizar cualquier otra actividad placentera. Los beneficios de la música en personas de edad parecen fuera de toda duda. No es la opinión de este médico. Es evidencia científica. El neurólogo cita, a este respecto, tres trabajos “fundamentales”. Un metaanálisis realizado el año pasado, en el que se revisaron nada menos que 28.000 estudios, permitió concluir que se reducen notablemente los casos de demencia entre las personas mayores de 65 años que tocan un instrumento musical.“Si tomamos como referencia al mismo grupo de personas, de la misma edad, el mismo sexo y características, si hay cien afectados por demencia entre la población en general, son 64 entre quienes tocan un instrumento”, revela el neurólogo.

El mes que viene se publicará en la revista médica Psychiatric Research un metaanálisis sobre los efectos de la musicoterapia sobre la cognición, la calidad de vida y los sistemas neuropsiquiátricos en pacientes con deterioro cognitivo. Se han revisado 674 artículos científicos. Los 22 ensayos resultantes revelan mejoras significativas en esos tres aspectos de la vida de las personas. “Se ve que la música puede ser, por tanto, un tratamiento, un enfoque alternativo seguro y eficaz para enfermos con demencia”, concluye Massó.

"Relaja, les anima, y quita el estrés"

El neurólogo cita un tercer estudio, el de un proyecto japonés basado en dos publicaciones. Se incluyó en la investigación a individuos de entre 65 y 84 años, con las mismas características de deterioro cognitivo y estado de salud en general. “Los que hacían ejercicio físico con música mejoraron con respecto al resto su función visoespacial, así como en las actividades de la vida diaria y la independencia funcional”, subraya el experto.

La música se convierte así en un tratamiento eficaz, tanto para la prevención como una vez alcanzado cierto grado de deterioro cognitivo. “Relaja, les anima, y quita el estrés”. Así lo ha podido comprobar el propio Massó. Suele acudir con un amigo, o bien con el grupo en el que toca el violín, a centros de día y residencias de personas mayores, donde siempre hay un alto grado de deterioro cognitivo. “Compruebas lo bien que se lo pasan recordando canciones de la infancia y cantando”, sonríe.

El pianista Xabier Lizaso junto al bertsolari Andoni Egaña en una imagen de archivo. Ruben Plaza

Así lo ha constatado Lizaso durante toda su trayectoria musical. “En los recitales, muchos de ellos para escolares o personas mayores, me daba cuenta de que, sin querer, estaba dando a una tecla que desconocía. La misma que incidía con fuerza en aspectos emocionales. Después de muchos años viviendo ese tipo de experiencias, me di cuenta de que la música era algo más que cultura”. Y dice el pianista que a partir de ahí empezó a leer investigaciones científicas. Y fue conociendo a sus profesionales. “La música puede ser botica, lo tengo clarísimo. Es necesario que la población comience a integrar la música como una herramienta de salud, al igual que se ha integrado el deporte a lo largo de los últimos 50 años”, recomienda.

“La música es gasolina para el cerebro, gimnasia cerebral. Es una actividad muy potente, aunque hay que saber emplearla adecuadamente”, advierte Lizaso. “Es necesario un entorno emocionalmente positivo, agradable. Recomiendo estudiar algo que te cueste un poquitín, que no sea demasiado fácil, y repetir y repetir. La repetición crea carreteras neuronales, y se van abriendo así nuevas autopistas en el cerebro”, explica el pianista. Y para que no haya dudas, recuerda que el cerebro “tiene la posibilidad de aprender hasta el último día de nuestros días”.